Sexualidad
carito_pumas11 de Enero de 2014
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La sexualidad
Marcela Lagarde
Del libro "Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas"
Introducción
La antropología y la sexualidad
Una definición de sexualidad
La sexualidad es histórica
Sexualidad y hominización
El interdicto
Sexualidad es cultura
Sexualidad femenina y evolución
La sexualidad aquí y ahora
Cuerpo, sexualidad y poder
La sexualidad femenina escindida
El cuerpo escindido y el mito
El erotismo
Erotismo genérico
Pies de página
Ser mujer o ser hombre es un hecho sociocultural e histórico. Más allá de las características biológicas del sexo[1] existe el género:[2] se trata de un complejo de determinaciones y características económicas, sociales, jurídico-políticas, y psicológicas, es decir culturales, que crean lo que en cada época, sociedad y cultura son los contenidos específicos de ser mujer o ser hombre, o ser cualquier otra categoría genérica. Los géneros son históricos, y en ese sentido son producto de la relación entre biología, sociedad y cultura, y por ser históricos devienen y presentan una enorme diversidad.
Los atributos sociales y psicológicos de los sujetos, las formas de comportamiento, las actitudes, las relaciones, las actividades, así como el lugar que ocupan en relación con el poder, y todo lo que se atribuye al sexo es presentado por el fenómeno del etnocentrismo, como universal. De tal manera que cada cultura, y en ella cada grupo dominante consensualizan sus estereotipos de hombre y de mujer como únicas formas de ser hombres y mujeres; como si siempre hubiera sido así, y como si siempre fuera a ser así. En nuestra cultura, las formas de ser hombres y mujeres son calificadas como características sexuales, y esta consideración forma parte de la ideología que analiza la humano, como parte de una naturaleza humana.
La antropología y la sexualidad
La antropología ha organizado su quehacer y se ha definido en torno a un problema filosófico de fondo. Se trata precisamente del análisis de la constitución de la humano como producto de procesos concretos de relación entre los seres humanos y la naturaleza. Desde esta perspectiva ha rechazado la existencia de una naturaleza humana cuyo contenido es un conjunto de imponderables y de hechos compulsivos que sujetan a los seres humanos a partir de sus cualidades biológicas.[3]
Los más diversos estudios antropológicos han estudiado y han documentado la historicidad de nuestra especie. Dicho simplemente, la sapiens sapiens es una especie singular cuya distancia y diferencia en relación con otras especies radica en que nuestra especie es producto de la relación dialéctica entre complejos procesos biológicos, sociales y culturales.
El enfoque antropológico ha permitido analizar la enorme diversidad social y cultural que da vida a la historia y, en ese marco, ubica la diversidad genérica. Estudios antropológicos de las más distintas corrientes han mostrado incluso cómo aquellos atributos de las mujeres o de los hombres, considerados sexuales, en otras sociedades y culturas son atributos del otro sexo.
Los trabajos pioneros de Margaret Mead (1935) son referencia obligada. Ella encontró los atributos genéricos de un grupo cambiados en el grupo vecino o minimizados en un tercero.[4] Los estudios sobre la sexualidad de los trobriand realizados por Malinowski (1932) están marcados por la preocupación del antropólogo por mostrar la diversidad de la sexualidad humana y su historicidad. Malinowski muestra que las diferencias entre la civilización y los "salvajes" no implican en estos últimos mayor cercanía con la naturaleza, animalidad, o menor grado de evolución. Por el contrario, desentraña la complejidad de la sexualidad en la búsqueda de sus "funciones" en la sociedad y en la cultura. En su análisis, Malinowski comprueba la sofisticación de las normas sexuales, su elaboración, y el lugar central de la sexualidad en la sociedad y en la cultura.[5]
Podemos señalar entre otros, los trabajos que han mostrado la diversidad cultural de la sexualidad así como su carácter histórico, los de Boas (1938), Ruth Benedict (1940), Lucy Mair (1974), Evans-Pritchard (1975), Harris (1981), Harris y Young (1979), Martin y Voorhies (1978), Beauvoir (1949) y Meillasoux (1977). Autores tan influyentes como Lévi-Straus (1949) han buscado, por el contrario, estructuras fundamentales ahistóricas y universales que comprobarían en la sexualidad la naturaleza humana.
Más recientes, los trabajos de Devereux (1984 y 1985) sintetizan la preocupación por encontrar lo general y lo diverso en la sexualidad humana desde una perspectiva a la vez psicoanalítica y etnológica, aunque su metodología va de lo real concreto que historiza la experiencia, a una dimensión universal infundada.
Kate Millet (1975), Kay Martin y Barbara Voorhies (1978), Olivia Harris y Kate Young (1979), en los setentas, y Germaine Greer (1984) y Martha Moia (1981), Nancy Chodorow (1984), entre otras, han desarrollado visiones antropológicas y psicoanalíticas feministas, respectivamente, en las que ponderan la diversidad genérica a manera de fundamentación etnográfica de su posible transformación de fondo.
Foucault (1977, 1986, 1987) desarrolló una de las reflexiones antropológicas más develadoras sobre la sexualidad, en particular sobre la sexualidad occidental. El tejido de su análisis está hecho sobre las redes de la política y la cultura. Foucault (1986:8)considera a la sexualidad como una experiencia históricamente singular, constituida por tres ejes: "la formación de los saberes que a ella se refieren, los sistemas de poder que regulan su práctica y las formas según las cuales los individuos pueden y deben reconocerse como sujetos de esa sexualidad (sujetos sexuales, sujetos deseantes)".[6]
Las diferentes culturas construyen, reconocen y asignan distintos atributos sexuales a los seres humanos, pero todas construyen su clasificación sexual a partir de la biología. Parece que el impacto de las diferencias corporales es de una magnitud tal que lo sexual es uno de los fundamentos generalizados de clasificación y diferenciación social y cultural.
La base material del cuerpo sirve de asiento a cualidades no corporales, sirve también como evidencia de comprobación mágica, por contagio, de la veracidad y naturalidad del resto de características. Al atribuir todas las características genéricas al cuerpo, se recurre al argumento de su materialidad (en particular de los genitales) como prueba de un mismo origen y de su inmutabilidad.
Con todo, se distinguen en el cuerpo, cuya percepción es fragmentaria, espacios privilegiados en la determinación del sexo: se trata de órganos, funciones y experiencias asociados con la reproducción humana. Más allá de lo que pueda suponerse, no todas las culturas reconocen las mismas características biológicas como sexuales en este nivel corporal. Por mencionar una de estas concepciones:
La definición médica dominante en la concepción de sexualidad prevaleciente, incluye entre las características sexuales, por ejemplo, la existencia o ausencia de vello corporal o la transformación de la voz para distinguir a los individuos masculinos y femeninos. Sin embargo, se llama secundarias a éstas y a otras características sexuales, porque su presencia o ausencia en el sexo contrario no ocurre con el rigor de su enunciado científico. Otras concepciones ni siquiera toman en cuenta estos atributos, y otras más incluyen en la definición de la sexualidad datos como el día y la hora del nacimiento, considerados tan naturales e irrefutables como los físicos.
La base común de la delimitación de lo sexual es la reproducción. A partir de este criterio se clasifica a los individuos de acuerdo con estas características (particularmente las genitales: vulva-vagina y pene-testículos) en sexo femenino y sexo masculino. Se considera también, que el sexo implica una serie de atributos sociales, económicos, jurídicos y políticos. Se suponen de etiología sexual formas de comportamiento, actitudes, sensaciones, percepciones, capacidad intelectual, afectos, fuerza física, preferencias, usos y prácticas eróticas, etcétera. Se incluyen en las cualidades sexuales: el trabajo, el espacio de vida, la moral y hasta el horario.
La tesis implícita en la concepción dominante sobre la sexualidad consiste en que todo lo relativo a ser mujer o ser hombre, a la masculinidad y a la feminidad, tiene como asiento el cuerpo biológico (ahistórico), emana de él y se transmite físicamente. Lo femenino o lo masculino de los individuos es concebido como biológico y en tanto biológico natural, inmutable y verdadero.
Otras culturas definen los géneros con la combinación de otras categorías. Las tiwi pasan a lo largo de su vida por diversos géneros femeninos definidos en torno sexo + edad + menarquía + maternidad + menopausia + conyugalidad. Nuestra cultura sólo mira un género para toda la vida. Desde antes de nacer hasta la muerte se es hombre o mujer. Se vive de cierta forma de acuerdo al género, y también se muere diferencialmente.
Aunque no se verbalice de esta manera, la experiencia erótica ocupa un espacio privilegiado en la clasificación genérica de nuestra cultura. Así reconocemos individuos de sexo femenino o masculino, cuyo género es homosexual femenino (lesbiana) o masculino, con base en su definición erótica. No queda claro si se trata de géneros diferentes a los dos reconocidos de manera positiva, y se les concibe, en todo caso, como individuos "intermedios". Lo que resulta
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