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Si Como No


Enviado por   •  13 de Marzo de 2014  •  3.375 Palabras (14 Páginas)  •  171 Visitas

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Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el

proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi

persona.

Aunque ni el diablo sabe qué es lo que ha de recordar la gente, ni por qué. En realidad,

siempre he pensado que no hay memoria colectiva, lo que quizá sea una forma de defensa de la

especie humana. La frase "todo tiempo pasado fue mejor" no indica que antes sucedieran menos

cosas malas, sino que —felizmente— la gente las echa en el olvido. Desde luego, semejante frase no

tiene validez universal; yo, por ejemplo, me caracterizo por recordar preferentemente los hechos

malos y, así, casi podría decir que "todo tiempo pasado fue peor", si no fuera porque el presente me

parece tan horrible como el pasado; recuerdo tantas calamidades, tantos rostros cínicos y crueles,

tantas malas acciones, que la memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un sórdido

museo de la vergüenza. ¡Cuántas veces he quedado aplastado durante horas, en un rincón oscuro

del taller, después de leer una noticia en la sección policial!. Pero la verdad es que no siempre lo más

vergonzoso de la raza humana aparece allí; hasta cierto punto, los criminales son gente más limpia,

más inofensiva; esta afirmación no la hago porque yo mismo haya matado a un ser humano: es una

honesta y profunda convicción. ¿Un individuo es pernicioso?. Pues se lo liquida y se acabó. Eso es lo

que yo llamo una buena acción. Piensen cuánto peor es para la sociedad que ese individuo siga

destilando su veneno y que en vez de eliminarlo se quiera contrarrestar su acción recurriendo a

anónimos, maledicencia y otras bajezas semejantes. En lo que a mí se refiere, debo confesar que

ahora lamento no haber aprovechado mejor el tiempo de mi libertad, liquidando a seis o siete tipos

que conozco.

Que el mundo es horrible, es una verdad que no necesita demostración. Bastaría un hecho

para probarlo, en todo caso: en un campo de concentración un ex pianista se quejó de hambre y

entonces lo obligaron a comerse una rata, pero viva.

No es de eso, sin embargo, de lo que quiero hablar ahora; ya diré más adelante, si hay

ocasión, algo más sobre este asunto de la rata. El Túnel Ernesto Sábato

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II

Como decía, me llamo Juan Pablo Castel. Podrán preguntarse qué me mueve a escribir la

historia de mi crimen (no sé si ya dije que voy a relatar mi crimen) y, sobre todo, a buscar un editor.

Conozco bastante bien el alma humana para prever que pensarán en la vanidad. Piensen lo que

quieran: me importa un bledo; hace rato que me importan un bledo la opinión y la justicia de los

hombres. Supongan, pues, que publico esta historia por vanidad. Al fin de cuentas estoy hecho de

carne, huesos, pelo y uñas como cualquier otro hombre y me parecería muy injusto que exigiesen de

mí, precisamente de mí, cualidades especiales; uno se cree a veces un superhombre, hasta que

advierte que también es mezquino, sucio y pérfido. De la vanidad no digo nada: creo que nadie está

desprovisto de este notable motor del Progreso Humano. Me hacen reír esos señores que salen con

la modestia de Einstein o gente por el estilo; respuesta: es fácil ser modesto cuando se es célebre;

quiero decir parecer modesto. Aun cuando se imagina que no existe en absoluto, se la descubre de

pronto en su forma más sutil: la vanidad de la modestia. ¡Cuántas veces tropezamos con esa clase de

individuos! Hasta un hombre, real o simbólico, como Cristo, pronunció palabras sugeridas por la

vanidad o al menos por la soberbia. ¿Qué decir de León Bloy, que se defendía de la acusación de

soberbia argumentando que se había pasado la vida sirviendo a individuos que no le llegaban a las

rodillas?

La vanidad se encuentra en los lugares más inesperados: al lado de la bondad, de la

abnegación, de la generosidad. Cuando yo era chico y me desesperaba ante la idea de que mi madre

debía morirse un día (con los años se llega a saber que la muerte no sólo es soportable sino hasta

reconfortante), no imaginaba que mi madre pudiese tener defectos. Ahora que no existe, debo decir

que fue tan buena como puede llegar a serlo un ser humano. Pero recuerdo, en sus últimos años,

cuando yo era un hombre, cómo al comienzo me dolía descubrir debajo de sus mejores acciones un

sutilísimo ingrediente de vanidad o de orgullo. Algo mucho más demostrativo me sucedió a mí mismo

cuando la operaron de cáncer. Para llegar a tiempo tuve que viajar dos días enteros sin dormir.

Cuando llegué al lado de su cama, su rostro de cadáver logró sonreírme levemente, con ternura, y

murmuró unas palabras para compadecerme (¡ella se compadecía de mi cansancio!). Y yo sentí

dentro de mí, oscuramente, el vanidoso orgullo de haber acudido tan pronto. Confieso este secreto

para que vean hasta qué punto no me creo mejor que los demás.

Sin embargo, no relato esta historia por vanidad. Quizá estaría dispuesto a aceptar que hay

algo de orgullo o de soberbia. Pero ¿por qué esa manía de querer encontrar explicación a todos los

actos de la vida?

Cuando comencé este relato estaba firmemente decidido a no dar explicaciones de ninguna

especie. Tenía ganas de contar la historia de mi crimen, y se acabó, al que no le gustara, que no la

leyese. Aunque no lo creo, porque precisamente esa gente que siempre anda detrás de las

explicaciones es la más curiosa y pienso que ninguno de ellos se perderá la oportunidad de leer la

historia de un crimen hasta el final.

Podría reservarme los motivos que me movieron a escribir estas páginas de confesión; pero

como no tengo interés en pasar por excéntrico, diré la verdad, que de todos modos es bastante

simple, pensé que podrían ser leídas por mucha gente, ya que ahora soy célebre; y aunque no me

hago muchas ilusiones acerca de la humanidad en general y de los lectores de estas páginas en

particular, me anima la débil esperanza de que alguna persona llegue a entenderme. AUNQUE SEA UNA

SOLA PERSONA.

"¿Por qué —se podrá preguntar alguien— apenas una débil esperanza si el manuscrito ha de

ser leído por tantas personas? Éste es el género de preguntas que considero inútiles, y no obstante

...

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