Sistema Inmunitario
ikim22 de Agosto de 2013
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Inmunidad significa “defensa”. El sistema inmunitario comprende a numerosas estructuras, órganos y células, que se distribuyen en todo el cuerpo y nos protegen contra las agresiones de los patógenos: virus, bacterias, hongos y otros microorganismos con los que estamos en continuo contacto y que nos pueden causar enfermedad.
Las defensas del organismo se pueden clasificar en dos tipos: inmunidad innata e inmunidad adquirida.
La inmunidad innata es constitutiva. Abarca una serie de estructuras y mecanismos que forman parte de la constitución del individuo. Los mecanismos de defensa innatos son inespecíficos, nos defienden de cualquier invasor y no dependen de la exposición previa del individuo a los patógenos. Proporcionan inmunidad innata las barreras mecánicas y químicas, la respuesta inflamatoria y el sistema del complemento.
Los mecanismos de la inmunidad adquirida, en cambio, se ponen en marcha durante la primera exposición a un patógeno y protegen frente a futuros encuentros con el mismo tipo de patógeno. La inmunidad adquirida es específica.
A pesar de estas diferencias, el sistema inmunitario es uno solo y trabaja en forma integrada. Los mecanismos innatos y los adquiridos actúan simultáneamente, y muchos componentes del sistema inmune participan en ambos tipos de respuesta.
Barreras mecánicas y químicas
Barreras Mecánicas Barreras Químicas
• Piel
• Mucosas
• Cilias • Lisozima
• Sebo
• Sudor
• pH
• Lactoferrina
Las barreras mecánicas son aquellas estructuras que evitan la entrada de los patógenos.
La primera barrera defensiva del cuerpo es la piel. El epitelio pluriestratificado queratinizado que forma la epidermis, cuando está íntegro, actúa como una eficaz protección que impide el ingreso de los gérmenes.
Los epitelios que tapizan la luz de los sistemas conectados al exterior, como el digestivo, el respiratorio, el reproductor y el urinario, también presentan adaptaciones destinadas a la defensa.
Estos epitelios son “mucosas”, capas celulares que contienen células secretoras de moco, el cual forma un tapiz sobre la superficie apical del epitelio. La capa de moco dificulta la llegada de los patógenos hasta la superficie celular.
La capa de moco también contiene defensinas. Las defensinas son péptidos que destruyen bacterias, hongos y parásitos.
El epitelio respiratorio posee además células ciliadas. El batido coordinado de las cilias ayuda a “barrer” el moco donde quedan retenidas las partículas que ingresan a la vía respiratoria junto con el aire.
Las mucosas, de todos modos, no son tan inexpugnables como la piel y suelen ser las puertas de entrada más frecuentes para los agentes infecciosos o sus toxinas.
Además de las barreras mecánicas, la piel y las mucosas, el cuerpo cuenta con barreras químicas. Muchas sustancias presentes en las secreciones corporales tienen actividad antimicrobiana. Por ejemplo, la lisozima, una enzima que se encuentra en las lágrimas y en la saliva, degrada las paredes celulares de algunas bacterias. En el sebo y en el sudor hay otras sustancias antibióticas, que impiden el desarrollo de los microbios.
El pH de las secreciones puede inhibir el desarrollo de patógenos. Las secreciones vaginales tienen pH ácido. El ácido clorhídrico secretado por la mucosa gástrica (del estómago), acidifica el jugo gástrico, determinando un pH =2, que mata a la casi totalidad de los microorganismos presentes en los alimentos.
En las personas desnutridas, ante la escasez de alimentos, el organismo reacciona con un “ajuste” tendiente a economizar los recursos. Algunas funciones se ven disminuidas para salvaguardar aquéllas que son esenciales para la supervivencia. Entre las funciones afectadas está la secreción de jugo
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