Trabajo Sucio

Cuando nos enfrentamos por primera vez a una obra como Trabajo sucio, nacen las extrañas ganas de opinar sobre todo y de nada, dado la cantidad de información que te transmite tras cada imagen, tras cada texto y tras cada personaje que en este caso estaban muy bien construidos, cada uno con sus respectivas características, atractivas para el espectador, ya que en su forma de hablar y en su forma de ejecutar se volvían cada vez más comunes y corrientes, haciéndote sentir cercano, como si ya los hubieses visto antes. Sin mencionar la brillante, sencilla (dentro de su complejidad) y sensible interpretación de Alfredo Castro, quien sorprende una vez más con un personaje de los barrios bajos como lo es Romualdo. En ellos se podían observar a diversos trabajadores de un mall, entre ellos chilenos y extranjeros haitianos (negros), que a juzgar por las características y por algunos diálogos claramente es el reconocido Costanera Center. Donde también vuelcan la mirada hacía el gran problema del consumismo, en la obra a primera lectura se cree que hablan sólo de la droga, pero el trasfondo habla de un consumismo mucho peor, incentivado por estos monstruosos e innecesarios locales, mostrando en cada oportunidad las diferentes marcas y tiendas más populares del país. Desde la elección del lugar en que situaron la obra nace una de las grandes críticas, ya que instalan a este centro comercial como grandes símbolos: el progreso, el poder, y la supuesta estabilidad económica de un país, formando el contraste con la miserable vida que llevan sus trabajadores, o que llevan la clase obrera chilena en general. Vemos como son los encargados literalmente del trabajo sucio; aseando baños, fregando pisos, recogiendo las basuras, encontrándose entre los mismísimos desechos. Se ven obligados a recibir humillaciones, y a aceptarlo todo con tal de no perder el trabajo que tanto deben cuidar, se distingue claramente que las oportunidades en un país para quienes no han tenido la opción de estudiar, de crecer, de llevar una buena vida, no son muchas, por lo que deben afirmarse a lo más mínimo que puedan conseguir, aceptando cualquier mal trato, aceptando horas interminables de trabajo, cargando encima el peso de la injusticia. Trabajo sucio no consiste en el rechazo y el abuso de los extranjeros, de razas y culturas diferentes, va mucho más allá, el racismo hoy en día no está en el color de piel, sino que está entre nosotros, entre ricos y pobres, entre empresarios y simples trabajadores, donde la clase alta pasó a ser blancos, y, la clase media-baja, los negros. Y es aún más terrible, que entre personas con creencias similares, viviendo en un mismo sector del continente, se encuentren tantas y abismales diferencias, una brecha tan grande que probablemente nunca se podrá llenar. De hecho al comienzo de la obra se menciona la supervivencia, la brutalidad v/s la violencia, mencionando que el hombre desde su nacimiento es violento, es en esos pocos conceptos donde se plasma la vida en la actualidad, la agresividad con la que vivimos y con la que nos tratan, y, hasta quizás, tratamos. Se observa en el personaje de Romualdo, agresivo por naturaleza, en el momento que relata cómo fue que su pareja, interpretada por Mariana Loyola, perdió a su hijo, también lo vemos en el presunto homicidio de ‘la niña’ ante la sed de venganza, que nunca se visualizó del todo, ya que el personaje de Castro mezclaba la realidad con la ficción, por lo que no recordaba bien sus acciones.

A primera vista lo que más llama la atención es el espectacular escenario giratorio, cambiando de ambiente, transformándose según la necesidad del relato. En él se observan tiendas de dicho mall como Puma y Paris, junto al espacio del baño público, todo perfectamente duplicado del original. A través de pequeños cambios en ella nos van transmitiendo diferentes mensajes: en un momento se observó una imagen de un hombre de piel oscura

...