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UTOPIA PARAGUAYA LECTURA DE LA IDENTIDAD NACIONAL PARAGUAYA EN CABALLERO DE GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ

Arkaitz IbarretxeApuntes30 de Septiembre de 2016

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Arkaitz Ibarretxe Diego

Professor Ericka Beckman

SPAN 467

29 April 2016

UTOPIA PARAGUAYA: LECTURA DE LA IDENTIDAD NACIONAL PARAGUAYA EN CABALLERO DE GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ

        La Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), o Guerra Grande, que enfrentó a Paraguay con el Imperio de Brasil y con la República Argentina y Uruguaya, marcó y sigue marcando la vida económica y política de Paraguay. La guerra supuso un antes y un después en Paraguay y las diferentes versiones de lo ocurrido siguen siendo objeto de disputa. En este discurso sobre la guerra, el revisionismo respecto a la figura del Mariscal López y respecto a las circunstancias del Paraguay de la guerra y pre-guerra son especialmente problemáticos. En este contexto, el trabajo abordará la cuestión de la construcción de una identidad nacional Paraguaya basada en los mitos económicos, bélicos y políticos del Paraguay anterior al conflicto, así como del Paraguay durante la Guerra Grande.

        Pocas novelas y publicaciones paraguayas rompen la tendencia revisionista que endiosa a López y glorifica al Paraguay del doctor Francia y de los López, ya que este es el discurso institucional establecido, que incluso rebasa las barreras ideológicas al ser compartido tanto por políticos liberales, como colorados e incluso comunistas. Debido a eso, el presente trabajo tendrá como objetivo analizar la construcción de la identidad nacional paraguaya y los usos que a esta se le han dado para justificar diferentes políticas, a través de una novela que critica en forma de sátira y picaresca el discurso gubernamental: Caballero de Guido Rodríguez Alcalá.

        Guido Rodríguez Alcalá publicó Caballero durante el gobierno de Stroessner como una manera de criticar a la dictadura. La crítica, indirecta pero evidente, se hace a través de la desmitificación de la historia que Stroessner y el gobierno paraguayo ensalzan. Para ello, Guido Rodríguez Alcalá se basa en la biografía de Caballero que Juan Emiliano O'Leary escribió en 1929, El Centauro de Ybycuí, en el que se glorifica la figura de este personaje importante en la historia Paraguaya.

        El texto de O´Leary no es el único texto en el que se apoya Guido Rodríguez Alcalá; de hecho, Caballero está plagado de intertextualidades que hacen de esta picaresca revisionista un relato tan factual o plausible como el relato de muchos historiadores que jamás tomaron parte en la contienda. M. Mar Langa Pizarro detalla en Guido Rodríguez Alcalá en el contexto de la narrativa histórica paraguaya muchas de esas fuentes. Entre ellas se incluyen publicaciones afines a la tesis revisionista de Bernardo Caballero como "El Semanario (del que llegan a aparecer artículos dentro de la novela) y Cabichui; y las propias cartas de López, procedentes de Proclamas y cartas del Mariscal" (229). Sin embargo Rodríguez Alcalá también utiliza fuentes contrarias al revisionismo para mostrar los dos discursos de la época para hacer que el lector se tenga que posicionar, entre las fuentes contrarias a la tesis de Caballero se encuentran "a los detractores de López: entre ellos, a agentes norteamericanos como Charles Wasburn (The History of Paraguay) y Jorge Thompson (La guerra del Paraguay), y a liberales argentinos como Mitre y Sarmiento" (230). Además el propio Caballero, el personaje, cita las obras de Jorge Federico Masterman (Siete años de aventuras en el Paraguay), y el estudio documental que un testigo de la guerra Juan Crisóstomo Centurión hizo, llamado Memorias o reminiscencias históricas sobre la guerra del Paraguay. Caballero no duda en incluir citas de sus detractores, si estas son utilizadas para reforzar sus argumentos, por eso incluye citas de el uruguayo León de Palleja (Diario de la campaña de las fuerzas aliadas contra el Paraguay) (230).

        Por lo tanto, puede considerarse que Guido Rodríguez Alcalá utiliza en sus novelas históricas la misma estrategia que O´Leary para escribir sus escritos, la interpretación y manipulación de fuentes primarias. O´Leary, como promotor del revisionismo y defensor acérrimo de la figura de López, es uno de los objetivos satíricos de esta novela. Guido Rodríguez Alcalá escribe esta novela en 1986, durante los últimos años de Stroessner, en los que en teoría había libertad de prensa, pero en los que en realidad la censura y la represión eran muy reales. Por eso, Sánchez Reboredo subraya la idoneidad de esta estrategia ya que "una de las veladuras más utilizadas es la que se viste de ropajes históricos" (514). Al igual que Gabriel García Márquez con El general en su laberinto, Caballero pretende criticar el presente mediante la desmitificación del pasado, que le sirve al régimen de Stroessner de justificación y de refuerzo del nacionalismo paraguayo.

        De la misma manera que el Don Quijote de Cervantes suponía una desmitificación de los libros de caballerías, Caballero supone una desmitificación de los mitos económicos, políticos, militares y sociales que surgieron después de la Guerra de la Triple Alianza. O´Leary justifica la creación de esos mitos, diciendo que él quería "ser el animador, el unificador y el dignificador del espíritu nacional" (Prosa polémica 157). El revisionismo histórico fue incorporado en Paraguay por los gobiernos del siglo XX, en especial por los presidentes del Partido Colorado, de corte dictatorial, de derechas y nacionalista. El gobierno de Stroessner, que gobernó entre 1954 y 1989, reforzó el mito y destruyó los documentos que lo contradecían de los archivos nacionales como por ejemplo el "Catecismo de San Alberto", documento del siglo XVIII que López utilizaba para justificar que su poder como presidente venía de la divinidad. (Rodríguez Alcala 20).

        El gobierno Colorado no es el único promotor de los mitos antes mencionados en la época de Stroessner; tanto el presidente del partido liberal como el presidente del partido comunista apoyaban las tesis del López y el Paraguay grandiosos de antes de la guerra. Pero no cabe duda que Stroessner y el Partido Colorado, junto con Juan E. O´Leary, han contribuido en reforzar y establecer un mito y un revisionismo histórico que son utilizados para justificar políticas contrarias al interés del pueblo Paraguayo. Un ejemplo sobre lo que supone cuestionar el mito lo encontramos en la figura de Rafael Barret (1876-1911), que, sorprendido por las condiciones deplorables de los campesinos yerbateros y alarmado por el énfasis que el discurso político y público ponía en el pasado, denunció estos hechos en sus textos. La denuncia pública de Barret no sentó bien en el gobierno, dueños de la industria yerbatera y grandes terratenientes, y consecuentemente procedieron a expulsar a Barret del país (Barret 116 y 126).

        Mediante el revisionismo del revisionismo histórico, Guido Rodríguez Alcalá ha sabido escapar a la represión del gobierno de Stroessner y a la vez criticar su gestión mediante el cuestionamiento de unos mitos que para entonces formaban parte de la identidad Paraguaya.

        El político e intelectual paraguayo Manuel Domínguez ejemplifica perfectamente el mito de la economía paraguaya de la pre-guerra con estas palabras :

[...] la edad de oro de la agricultura y la ganadería. [...]  El pueblo, sin necesidades superfluas, era feliz en su sencillez. [...] Le llamaban el pueblo más feliz de la tierra. (33)

        En efecto el revisionismo histórico imperante en Paraguay argumenta que el Paraguay de antes de la guerra de la Triple Alianza era económicamente independiente y que bajo el mando de José Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López y sobre todo su hijo Francisco Solano López, Paraguay alcanzó cuotas de progreso insólitas en la región. El mito se representa de la siguiente manera en Caballero:

[...] el Paraguay de entonces era un país tranquilo, disciplinado, con mucha plata en la caja del Fisco y muchas posibilidades para el futuro... Eso parece raro ahora, porque la guerra nos liquidó, pero antes de eso teníamos muchas cosas: esa fundición de hierro de Ybycuí, donde se hacían nuestros cañones y otras armas; esos astilleros donde hacíamos nuestros barcos; fábricas de pólvora y otras cosas más que ahora ni por desgracia tenemos, porque terminaron con la guerra... También teníamos el telégrafo y el ferrocarril, nuestra flota mercante; en eso les pasábamos a nuestros vecinos, porque de uno a uno podíamos ganarle al Brasil o a la Argentina. Y no le hablo de la paz porque ya sabe usted que mientras los otros vivían peleándose, nosotros tranquilos: en 50 años, habíamos tenido solamente dos presidentes (Francia y don Carlos)... (19)

        El mito económico está basado, en parte, en la realidad. En efecto, Don Carlos Antonio López, padre de Francisco Solano López, invirtió fuertemente en infraestructuras para modernizar el país. Como afirma Paoli en Proceso a los Montoneros y Guerra del Paraguay, estas infraestructuras, construidas con ayuda de técnicos extranjeros, en su mayor parte ingleses,  llevaron al país a la modernidad (18). Gracias al ferrocarril, uno de los primeros en el Rio de la Plata, al telégrafo y a los astilleros nacionales, Paraguay pudo tomar parte en el comercio exterior. La fundición de acero de Ybicuí, junto con los astilleros nacionales dieron al país más independencia ya que los navíos podían ser construidos en su totalidad con materiales y mano de obra local (19).

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