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Un Granito De Arroz


Enviado por   •  11 de Julio de 2012  •  817 Palabras (4 Páginas)  •  398 Visitas

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cuento para aplicar el valor de la autoestima en niños

UN GRANITO DE ARROZ

Hace muchísimos años, en un país que no es este, existió una colina que no era como las de aquí. A los pies de esa colina había una aldea donde sus habitantes no vivían muy felices, y por eso la colina era gris. La gente se sentía triste sin nunca saber cuál era el motivo de su tristeza.

Uno de sus habitantes era un niño llamado Fito. A Fito le gustaba mucho ayudar a mamá en la cocina, pero lo entristecía ver que siempre preparaban lo mismo en casa. Fito sentía que podía ayudar, pero no descubría cómo hacerlo.

Un buen día, Fito decidió visitar la aldea cercana. Esta aldea no era gris como la suya sino verde, muy verde. Los aldeanos cruzaban las calles felices, los mayores silbando y los niños saltando. Caminando por sus calles, Fito descubrió una casita muy bonita. En ella había un letrero que decía: "Descubre la receta de la felicidad" - Curso de cocina para niños. Fito no lo dudó y se inscribió.

Fito iba a las clases seguido y era tan aplicado que se memorizó todas las recetas, hasta las más complicadas. El problema era que al hacerlas, nunca le salían bien. Unas veces se le quemaba la mantequilla, otras veces se le pasaban las medidas de sal o agua e incluso en otras el preparado terminaba en un mazacote incomible.

Un buen día Fito se sentó bajo un árbol a la salida del curso. Revisaba su cuaderno de notas cuando descubrió entre las páginas un granito de arroz. Al querer cogerlo y para su asombro, el granito de arroz dió un brinco y le dijo así:

-¿Por qué me despiertas? ¡Estaba calentito aquí adentro!

Fito dió un salto. No podía creerlo. ¡Un arroz le estaba hablando!

-Puedes hablar!

-...y cantar y bailar y hacer muchas cosas. Y apuesto a que tú también.

-No. La verdad que nada me sale bien.

Fito regresó a casa y se quedó conversando con el granito de arroz. Ya iba siendo hora de dormir, cuando finalmente le contó su problema.

-No te preocupes, Fito -le dijo el arroz, brincando de alegría-. Déjamelo a mí.

Al día siguiente, Fito asistió a su curso de cocina ocultando el granito de arroz en subolsillo. Antes de que se diera cuenta, el arrocito ya se había trepado y escondido detrás de su oreja. Pero no le dijo una palabra hasta el final de clases:

-Fito, creo que sé lo que te falta. Mañana cuando regresemos te lo diré. Ah, sólo una cosa más. Piensa qué es lo que más te gusta

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