Veyne. Paul. "La Autoridad Mora", Sabiduría Popular Y "La Molicie"
ALEXEYA19 de Noviembre de 2013
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Veyne. Paul. "La autoridad mora", Sabiduría popular y
"La molicie"
AUTORIDAD MORAL
Un senador, no es un hombre corno los demás: todo lo que diga es público y como tal ha de ser creído; juzga los actos públicos y privados un senador declaraba cómo debía vivir un ciudadano digno de este nombre.
Si al senador le da por escribir como historiador o como filósofo, sus libros no se leerán como los de los simples mortales.
Todo noble ha de poseer gravedad, ya que es una persona de peso, saber estar de broma y ser sencillo entre las cuatro paredes de su casa es el mérito suplementario de un senador.
Un noble no puede permitirse bromas en público o será considerado un bufón.
Las gentes del pueblo sí que podían cantar en público, mientras hacían la vendimia o se dedicaban a sus chapuzas. Por eso pudo escribir Séneca: «Un pobre se ríe con más frecuencia y de mejor gana.»
A pesar de cuanto se haya podido decir, Roma no fue nunca un Estado de acuerdo con el derecho civil o público, sino un Estado que obedecía en todo a una realidad desconcertante para el sociologismo moderno.
SABIDURÍA POPULAR
La vida pública obedecía a las doctrinas de los miembros de la clase gobernante y la vida privada que se hallaba interiorizada como autocensurada.
Recuérdese a aquel mal amo que, avergonzado de haber maltratado a sus esclavos, Suplicó a que le azotaran.
En aquella época la astrología se consideraba como una doctrina culturalmente distinguida y altamente científica: había grandes personajes que no hacían nada sin haber consultado a su astrólogo.
Los sueños, a su vez, podían ser premonitores: la cuestión era muy discutida.
Otra cuestión de moda era saber si existían los fantasmas
Un miedo muy extendido era el del «mal de ojo». A fin de protegerse de él, se hacía pintar o esculpir a la entrada de las casas un «phaltus». (todos esos eran temores de la gente rica)
El hombre del pueblo aleccionaba en teoría a sus hijos anticipándoles el futuro sobre la base de los errores ajenos y trazando ante ellos un díptico del bien y del mal, así como de la prudencia y la Imprudencia en la conducta de la Vida privada.
LA MOLICIE
Al margen de semejante sabiduría popular, Roma tuvo también doctrinas orales, códigos de “buen sentido” que eran comunes a todas las clases de la sociedad y cuyo alcance abarcaba todos los problemas posibles.
La molicie ablanda a los individuos y pierde a las sociedades, que no son sino agregados de individuos
La molicie no parece ser ante todo más que una desviación entre otras, reconocible y hasta reducible a detalles poco viriles: inflexiones de voz afeminada, gestos amanerados, modo de caminar un tanto lánguido, etc.
Se tenía la idea de que un carácter desprovisto de resistencia cederá ante el asalto de todos los vicios, incluidos, y tal vez sobre todo, los vicios que menos se parezcan a la molicie.
En aquella época, amar demasiado a las mujeres y hacer demasiadas veces el amor demostraba que uno era un afeminado.
Los romanos pensaban más bien que la ociosidad era la gran engendradora de los vicios porque un carácter que no hace nada pierde su musculatura, su capacidad de impulso, y deja de ofrecer resistencia a las enfermedades del alma.
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