BARRIO CHINO LA PAZ

EL TÚNEL

ARRIESGUE MI VIDA Y A MI FAMILIA POR VENDER EN EL BARRIO CHINO

Yohana Quisbert Quenta

Caminé por el callejón del Barrio Chino (calle 3 de la Av. Antofagasta en la Ceja de El Alto). Allí habían varios jovenzuelos, adolescentes y adultos temibles, con rostros desesperados, cortajeados, vendiendo lo poco que consiguieron en el día: gorras, gafas, sombreros borsalinos, celulares y artefactos a medio uso, todo a un precio económico, efímero para la necesidad.

Todos preferían olvidar la forma de haber conseguido esas bagatelas. Escuché unos silbidos que no paraban y se confundían con el reguetón y la cumbia de los puestos de venta de cd’s que estaban estacionados en medio de la calle, donde el mercadeo de artefactos y muebles a medio uso esta en remate.

A pesar que el mal olor, que fluía detrás de los anaqueles, habían muchas personas agachadas en banquillos, otros parados, sirviéndose un café con sándwich de carnes frías y queso de Bs. 2. Algunos comían ají de fideo de Bs. 1, que tal vez calmaba el hambre de varios vendedores en medio de la muchedumbre.

Entre las personas afiliadas para vender en el callejón (la Asociación de Comerciantes 20 de Enero), estaba Freddy, a un rincón, botando el humo de su cigarrillo. Tenía una mochila y pantalones que los ofrecía a precio regalado.

Él está ya más de cuatro años en ese negocio. Empezó desde los 12 años, dejó el colegio para ir a vender libros, calculadoras y así conseguir dinero para los tilines ubicados en la Av. Antofagasta. Poco a poco, se fue acostumbrando a sacar más. Sus padres no le controlaban. Era de menor importancia si salía o si llegaba tarde.

Se hizo frecuente que lo encontraran peleando por la relación que mantenían con su pareja y también por el maltrato de su padre que le dejó ese rencor para que se aparte de ellos viviendo solo en un cuarto de alquiler, muy cerca al Hospital Holandés, de Ciudad Satélite.

-A pesar de todo, volví con mis padres porque no tuve dinero cuando estuve en el colegio 16 de junio (nocturno) a una cuadra de la calle 3. Es cuando me acostumbre ir más seguido al Barrio Chino, entonces todo el mundo giraba en mi alrededor y pensaba que con dinero podría irme a divertir con mis amigos, a robar en la calle. Le temía más que todo a estar arrestado, entonces primero vi lo que había en casa y lo primero que observé, fue sus herramientas de albañil de mi padre, para irlas a vender y como no sabía el precio del cepillo de madera, lo rematé en Bs. 20. Su ojos se pierden en los recuerdos.

-¡Puta, casi todas sus herramientas lo vendí! Lo que me ofrecían aquellos antiguos que siempre están comprando por las mañanas, para luego revenderlos me decían: “Te pago Bs. 10”, algo que costaba a 60 o 100. Tranquilo sabía dar los objetos, todo era para mi dinero, hasta que en uno de esos días saque sus libros, revistas antiguas que tenía en un cajón, lo lleve a ofrecer al Tokio (Barrio Chino) hasta que me hice pescar.

-Mi padre me pilló vendiendo sus herramientas y sus libros importantes, me agarró casi a golpes, me sacó entre el alboroto de personas. En ese momento estaba entre la espada y la pared, volver o irme para siempre de mi casa. Escapé.

-Volví a mi casa porque pensé en mi mamita, ya que mi padre siempre le echaba la culpa a ella, le golpeaba cuando peleaban. Un día mi madre compró todas las herramientas a mi padre, mintiéndole que fue mi tía la que compró.

-Ahora, honradamente, ya no soy el mismo. Me gusta trabajar porque antes siendo ayudante,

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