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China, un país dos sistemas


Enviado por   •  7 de Junio de 2023  •  Ensayos  •  2.055 Palabras (9 Páginas)  •  104 Visitas

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China: “un país, dos sistemas”

Reformas de Deng Xiaoping hacia el socialismo de mercado

Dos años después de la muerte de Mao Zedong, ocurrida en 1976, y tras un breve periodo de inestabilidad política, el líder comunista Deng Xiaoping ocupó el poder y puso en marcha una serie de reformas tendentes a impulsar la modernización económica y el desarrollo de China mediante la apertura al exterior y la liberalización de la economía. El programa reformista de Deng era una especie de Perestroika económica, no política, ya que el país continuó bajo régimen comunista sin que hubiera signo alguno de apertura democrática. Se trataba de un socialismo de mercado.

Con la reforma de Deng Xiaoping se inició un proceso orientado a poner en práctica cinco principios económicos: 1) reducción de la economía planificada, trasladando la toma de decisiones a las empresas industriales y a los agricultores; 2) empleo de incentivos materiales y supresión de incentivos políticos; 3) establecimiento de una gestión económica profesional y no política; 4) fomento de la propiedad privada; y 5) menor inversión en la industria pesada y, por el contrario, mayor inversión y fomento de la agricultura y las industrias de bienes de consumo. Estos principios irían acompañados del interés del gobierno por dar especial atención al logro de un mejor nivel de vida de la población.

Como sector clave de la economía china, la agricultura fue el primer elemento a modernizar. La colectivización fue abandonada, el sistema de comunas desmantelado, y la tierra se repartió entre los campesinos para su explotación individual. Esto significaba, de hecho, un regreso al sistema de agricultura familiar con una comercialización voluntaria de la producción agrícola, lo cual permitió que los mecanismos del mercado fueran adquiriendo mayor peso. La reforma de la industria estuvo encaminada a ofrecer a las empresas un mayor grado de autonomía, sustituyendo progresivamente la planificación centralizada por un sistema donde el funcionamiento del mercado y los incentivos individuales adquirieron cada vez mayor importancia.

El cambio en la política exterior estaba estrechamente vinculado a la reforma económica. La apertura al exterior realizada por China desde 1978, y considerada como una segunda revolución, tenía el propósito principal de atraer inversiones occidentales, tanto de forma directa con la instalación de empresas extranjeras como a través del crédito externo. En la década de 1980, las economías occidentales consideraban a China como un gran mercado en expansión que ofrecía seguridad —frente a los países del Tercer Mundo agobiados por la crisis de la deuda—, tenía un alto grado de rentabilidad, y contaba con mano de obra barata y abundante. Además, el gobierno chino no sólo había limitado severamente el control central sobre la economía, también había creado “zonas económicas especiales” en las costas, donde los inversionistas extranjeros podían disfrutar de importantes incentivos. En 1990, algo más del 10% de las exportaciones chinas provenía de estas zonas. Para entonces China había logrado resultados espectaculares, especialmente en el crecimiento industrial que alcanzó una tasa anual del 10 por ciento.

Sin embargo, la reforma y el crecimiento económico produjeron diversos desequilibrios —“efectos indeseados” según las autoridades chinas— como desigualdad en la distribución del ingreso, inflación, desempleo, escasez de determinados productos en algunas provincias, y una corrupción generalizada que llegó a poner en peligro la estabilidad interna. A todo lo anterior se agregó la falta de libertades civiles y políticas en momentos en que los ecos de la Perestroika de Gorbachov llegaban a China.

En 1989, el descontento popular se hizo evidente, durante la denominada Primavera de Pekín, en una enorme manifestación de protesta en la capital y en otras importantes ciudades chinas con centenares de miles de participantes. Las demandas se centraban en obtener mayores libertades individuales —especialmente de expresión—, reducción del trato desigual que los inconformes consideraban se daba en favor de los extranjeros en China, menor control del estado en la economía y en las relaciones sociales; además hicieron denuncias contra la corrupción política y económica.

Los actos de protesta se volvieron multitudinarios al incorporarse, además de los estudiantes, grupos de obreros y empleados de diferentes entidades. Durante más de un mes se manifestaron en la Plaza de Tiananmen en Pekín buscando dialogar con los dirigentes políticos. Pero no fue posible llegar a un acuerdo y las autoridades chinas decidieron utilizar la fuerza armada para tomar la plaza y restaurar el orden en el país. El 4 de junio de 1989 se inició el asalto con una violencia extrema que cobró la vida a más de 700 estudiantes. Además, el gobierno ordenó una represión muy severa y arrestos masivos por todo el país.

Esas acciones de las autoridades comunistas se constituyeron en un duro golpe para la imagen y el crecimiento económico de China. La Unión Europea y Estados Unidos decretaron un embargo de armas contra China y las inversiones extranjeras se retrajeron ante la desconfianza que significó el ataque a la libertad de expresión ciudadana. Desde entonces, el Partido Comunista chino ha perdido buena parte de su influencia mientras el régimen se apoya en las fuerzas armadas y en una nueva y creciente clase media.

Después de los sucesos de junio de 1989, Zhao Ziyang —quien había mostrado una actitud de rechazo a la represión como medio de poner fin a la revuelta durante la Primavera de Pekín— fue despojado de su cargo como dirigente del partido y se nombró a Jiang Zemin en su lugar. En marzo de 1993, la Asamblea Nacional Popular eligió a este último como presidente de la República Popular China. De esta manera, Zemin ocupó el liderazgo de todos los centros de poder —partido, ejército y Estado— y, tras el fallecimiento de Deng Xiaoping ocurrido el 19 de febrero de 1997, se convirtió en la máxima figura política del país.

Jiang Zemin, continuidad en la política económica Jiang Zemin tuvo que enfrentarse a varios problemas graves, como la pérdida de influencia del Partido Comunista, el incremento de la inflación y del déficit comercial, la acentuación de las diferencias económicas y sociales entre las distintas regiones, la corrupción generalizada entre los empleados públicos, y el deterioro en las relaciones con algunos países occidentales como efecto de la represión de 1989. Con el propósito de resolver los problemas políticos internos, Jiang Zemin se propuso consolidar su autoridad sobre el sector militar, además de buscar el apoyo de algunos aliados políticos. Para recuperar el prestigio del Partido Comunista, intentó restaurar la disciplina ideológica tanto entre los miembros del partido como entre los ciudadanos. Aunque en numerosas ocasiones utilizó un discurso cercano a las ideas democráticas y procuró el consenso en la toma de decisiones, en la práctica Jiang defendió siempre la absoluta hegemonía política del Partido Comunista. En cuanto al combate a la corrupción, su actuación más enérgica se produjo en abril de 1995, cuando consiguió destituir al poderoso alcalde de Pekín, Chen Xitong, quien había solicitado favores ilegales para sus familiares.

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