Conservación y restauración de monumentos

Porlamar, Octubre del 2022.

En la humanidad el interés por cuidar y preservar nuestro patrimonio mediante la aplicación de medidas para la  conservación e incluso de restauración de objetos, se remonta hasta los inicios del hombre, siendo evidenciado a través del arte rupestre, con objetos rituales o con los utensilios de uso cotidiano, mediante la selección de materiales y técnicas cada vez más perdurables así como su resguardo en contenedores o espacios seguros.

En un principio eran los artesanos quienes estaban a cargo de las restauraciones que se realizaban, o igualmente por los mismos creadores de las obras, sin embargo la profesionalización de esta disciplina comenzaría recién con el movimiento positivista del siglo XIX, donde la ciencia adquiere protagonismo, y aparecen quienes se dedican específicamente a conservar.

Más adelante en el siglo XIX, es fundado en el Reino Unido, la Sociedad para la Protección de Edificios Antiguos bajo la línea de pensamiento de John Ruskin, en cierta forma, el primer intento organizado para conservar el patrimonio cultural. Simultáneamente en Francia, surge un defensor apasionado de la conservación, y que a diferencia de Ruskin, percibe a la restauración como una de las formas de conservar, y lleva a cabo estudios extensos, siendo así considerado el primer restaurador debido a los métodos y pensamientos que dejó plasmados por escrito.

Durante el siglo XX la nueva protagonista fue la ciencia para la conservación, gracias a la gran cantidad de conocimiento físico, químico y biológico que involucra a los materiales de las obras, así como el entorno donde estos pudiesen encontrarse, con lo cual se pudo identificar las causas y mecanismos de deterioro para la propuesta de alternativas para su protección. Es así que cada vez va cobrando más importancia la necesidad de brindar fundamentos sobre las prácticas de conservación.

Los convenios y cartas internacionales que abordan la protección del patrimonio, luego de la carta de Atenas para la Restauración de Monumentos Históricos de 1931, tuvieron su impulso durante el siglo XX, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial y durante la reconstrucción de las ciudades devastadas por su inclemencia, y constituyen importantes referentes que siguen teniendo vigencia tras revisiones y actualizaciones constantes.

Posteriormente, surge la necesidad por establecer ciertos principios que faciliten la regulación de la conservación y  restauración de monumentos históricos quedó plasmada en la “Carta de Venecia” o Carta Internacional sobre la conservación y restauración de monumentos y sitios de 1964. Estas cartas fueron realizadas con la intención de establecer de común acuerdo recomendaciones para las intervenciones. En principio se hacía énfasis en monumentos y sitios históricos, pero más adelante se fue ampliando la noción de Patrimonio Cultural a obras materiales y no materiales como la lengua, los ritos, las creencias, la literatura, las obras de arte y los archivos y bibliotecas.

Ahora bien, hablando más precisamente de lo que se trata la conservación y restauración, el Consejo Internacional de Museos lo definen como una “disciplina que se encarga de valorar, establecer y ejecutar las medidas y acciones que se realizan para estabilizar y retardar el deterioro de los bienes muebles e inmuebles del Patrimonio Cultural”. Entre estas acciones para extender la vida del patrimonio en cuestión, se haya las acciones de conservación preventiva, curativa y de restauración. Este conjunto de acciones, métodos y técnicas son aquellas que permiten recuperar el aspecto, comprensión o/y uso de los bienes tratados.  

La conservación y procesos de restauración del Patrimonio Cultural ha evolucionado notablemente en los últimos tiempos y cada vez son más los profesionales que se ocupan del patrimonio para mejorar su estado y perduración. Los conservadores restauradores son los profesionales que tienen la formación, el conocimiento y la comprensión para actuar sobre el patrimonio cultural con el objetivo de preservarlo para el futuro.

En cuanto a las intervenciones que se les puede hacer a un patrimonio en particular, pueden ser tan diversas que en la mayoría de los casos se necesita que las personas encargadas de llevar a cabo estos procesos deban estar especializados desde su formación académica para que así puedan estar preparados y abordar con facilidad los distintos niveles de deterioro de un bien, indiferentemente de los materiales y térmicas con los que se concibió la pieza original. Por tales motivos el trabajo del restaurador es una labor altamente especializado, especialmente debido a que el trabajo sobre el patrimonio cultural tangible está sometido a una serie de criterios de intervención establecidos y reconocidos por la comunidad científica internacional.

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