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Crisis De La Criminologia


Enviado por   •  14 de Mayo de 2013  •  5.018 Palabras (21 Páginas)  •  351 Visitas

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LA CRISIS DE LA CRIMINOLOGÍA

Edmundo René Bodero

I LA CRISIS DE LA CRIMINOLOGÍA TRADICIONAL

Hasta los años sesenta del siglo anterior, la pobreza y sus secuelas eran consideradas por la Criminología, las causas principales de la desviación. Consecuentemente, para combatir la delincuencia era menester erradicar la miseria y disminuir la brecha social.

James Q. Wilson (ex-asesor del Presidente Reagan y autor del best-seller “Thinking About Crimen”) expuso sugestivamente la cuestión:

Si en 1960, se nos hubiera preguntado cuáles medidas deberían aplicarse para evitar el incremento drástico de la tasa de criminalidad, habríamos respondido que reduciendo el nivel de la pobreza, elevando la calidad de la educación, demoliendo las construcciones ruinosas, promoviendo la organización comunitaria y orientado a la juventud descarriada.

Como por aquellos años, los ada Estados Unidos disfrutaban de un período de inusitada prosperidad económica, considerables recursos fueron destinados a la aplicación de aquella política criminal. Así, se demolieron barrios bajos, se mejoró la educación, se alcanzó el pleno empleo, etc. y, sin embargo la curva de la delincuencia aumentó en lugar de decrecer.

II NACIMIENTO DE LA NUEVA CRIMINOLOGÍA

El ascenso incontenible de los índices delictivos, a pesar de que los factores “desencadenantes” habían sido sistemáticamente combatidos, revelaba inequívocamente que la teoría y la praxis criminológica estaban erradas, imponiéndose la revisión total de sus postulados, máxime que los delitos no los perpetraban ya emigrantes desesperados, ni los hijos de los obreros imposibilitados de conquistar el sueño americano, ni jóvenes pandilleros salidos de la misma capa social, etc. como lo sostenían la escuela de Chicago, la anomia de Merton y la teoría de las subculturas, en su orden. Las nuevas generaciones de antisociales pertenecían a las clases media, media alta y económicamente poderosas, a quienes se les imputaba la comisión de delitos de nuevo cuño como oponerse a la segregación racial,1 a la guerra de Vietnam, a la invasión a Cuba, a la impunidad del Presidente Nixon en el caso Watergate, mientras quienes ejecutaron sus órdenes se encontraban tras las rejas o perseguidos, etc.

Ante tales acontecimientos, los criminólogos de entonces no pudieron por menos que empezar a dudar y preguntarse:

¿Las leyes penales en realidad obedecían a consensos? ¿Representaban, en puridad el sentir de las mayorías? La justicia, actuaba al margen de la posición social, económica, color de piel, o creencias de los acusados? ¿El sistema penal cumplía los propósitos que la doctrina le asignaba?

A lo anterior se agregó que la post-modernidad (inteligencia artificial, robótica, informática, genética, clonación, fecundación, satélites y globalización de la economía) que empezaba a extenderse por el orbe, trajo consigo formas más sofisticadas de desviación, lo que imponía la necesidad de replantear integralmente la cuestión criminal, iniciándose así la crisis de la antigua y el surgimiento de la Nueva Criminología.

III CRIMINOLOGÍA DE LA REACCION SOCIAL (Etiquetamiento)

En su primera fase, la Nueva Criminología adoptó por denominación: “De la Reacción Social”, aunque también suele como teoría del “Etiquetamiento” o “Interaccionismo Simbólico”, éste último por inspirarse en aquel enfoque sico-sociológico de George H. Mead.

A la Criminología de la Reacción Social le correspondió el honor de ser la primera en romper con el paradigma etiológico (búsquedas de las causas del delito) que caracterizaba a la Criminología anterior. Su campo de estudio fue la elaboración, aplicación y ejecución de las leyes penales (sustitución de “las teorías de la criminalidad por las de la criminalización,2) postura que bien podría sintetizarse en la divisa “No hay criminalidad sin criminalización”.

Inspirada en el Interaccionismo Simbólico, sostiene que los delitos no son entidades ontológicas (preconstituidas naturalmente, como un árbol, una montaña o una flor) ni dañosas per se y su inclusión en el elenco de los delitos obedece a procesos de definición y selección altamente discriminatorios, dirigidos por quienes en un tiempo y un lugar determinado, detentan el poder económico y político. Son los tirititeros de las legislaturas los que al crear las figuras delictivas –declaradas dañosas cuando afectan los intereses de las minorías- los que inventan al criminal.

La etiqueta (ladrón, violador, estafador, etc.) colocada por operadores del aparato represor (policías, fiscales, jueces) al indiciado y no la acción que ejecute, es lo que lo transforma en antisocial. Los operadores son meros instrumentos del control social formal que aplican exclusivamente a los marginales. Además, la etiqueta obliga a los etiquetados adoptar -aún contra su voluntad- un irreversible destino criminal. ¿Quién emplea a un ex-ladrón o estafador? ¿Acaso hasta su propia familia no rehuye al que justa o injustamente fuere acusado de violar a un menor?

En resumen y aunque luzca tautológico, al interesarse únicamente en criticar la acción del control penal y sus instancias criminalizadoras, esta teoría renuncia –como ya dijimos- en forma absoluta al análisis de las causas desencadenantes del fenómeno criminal.

Su principal aporte fue la ampliación del radio de investigación hasta entonces circunscrito a la figura del delincuente. Gracias a ella, sabemos que no es posible prescindir del análisis de la reacción social (una acción u omisión es elevada al rango del delito, sólo cuando provoca una reacción social negativa) por ejemplo: Si un soldado de Estados Unidos asesina a una familia iraquí durante la celebración de una boda no comete delito alguno, empero si el mismo soldado mata a un civil americano en su país puede ser condenado a muerte.

El aborto es un crimen, según prevalezcan o no en un país los principios católicos.

Lo más importante, denunció la alta selectividad del control social formal, resaltando la desigualdad del trato al ciudadano por

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