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Danza y nuevas tecnologias


Enviado por   •  10 de Febrero de 2019  •  Trabajos  •  2.268 Palabras (10 Páginas)  •  154 Visitas

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La danza y las nuevas tecnologías

07/11/2015 Labra 0 Comment

 

La aparición de las Industrias Culturales en el s. XX modificaron el sistema de producción y generaron diferentes narrativas de las artes en general (y en particular en el lenguaje coreográfico). Las últimas décadas introdujeron como eje de transformación en los nuevos modelos de producción la irrupción de las Tecnologías de la información y la comunicación (Tics).

Las Tecnologías de la información y comunicación se han convertido, a gran velocidad, en parte importante de nuestras vidas. Este concepto que también se llama sociedad de la información se debe principalmente a un invento que apareció en 1969: Internet. Internet surgió como proyecto del Departamento de Defensa de Estados Unidos para comunicar los diferentes organismos del país. La presencia de diversas universidades e institutos en el desarrollo del proyecto hizo que se fueran encontrando más posibilidades de intercambiar información. Así fue como surgieron los correos electrónicos, los mensajes de texto y las páginas web. A mediados de la década del noventa Internet ya había ganando gran popularidad, generándose a partir de ella todo lo que conocemos como Tecnologías de la información y comunicación.

El desarrollo de Internet ha significado que la información esté ahora en muchos sitios. Antes la información estaba concentrada, la transmitía la familia, los maestros, los libros. La escuela y la universidad eran los ámbitos que concentraban el conocimiento. Hoy se han roto estas barreras y con la Internet hay más acceso a la información. La aparición de blogs, páginas web o youtube dejan en claro que las Tics, especialmente en los últimos quince años, han modificado muchos aspectos de la vida.

En parte, estas nuevas tecnologías son inmateriales, ya que la materia principal es la información: permiten la interconexión y la interactividad, son instantáneas y tienen elevados parámetros de imagen y sonido. Pero al mismo tiempo las nuevas tecnologías suponen la aparición de nuevos códigos y lenguajes. De estos nuevos códigos y lenguajes se ha hecho eco el arte contemporáneo.

 

El arte contemporáneo se introduce en esa vida cotidiana, se inserta en su medio y contribuye a la transformación del espacio público. La hace a partir de la renovación, la apropiación, la hibridación, el mestizaje de materiales, formas, estilos y procedimientos libremente utilizados, sin preocupación alguna por la jerarquización. La búsqueda de la novedad, de lo imprevisto, de lo inédito, de lo incongruente desempeña un papel esencial en esta “contemporaneidad”. Supone la adopción de actitudes y de posicionamientos artísticos en los que los conceptos, las palabras y los discursos ocupan un lugar importante, sobre todo cuando hay poco o nada para ver, sentir o tocar. Pluralismo, diversidad, subjetividad, realismo se han convertido, desde hace tiempo, en las consignas del nuevo paradigma artístico.

Simultáneamente el artista aparece como polivalente, capaz de poner en ejecución, simultáneamente, diferentes procedimientos mediante soportes y materiales diversos. Se observa una fuerte personalización de las prácticas, el rechazo a vincularse con movimientos, tendencias, corrientes o grupos, y una flexibilidad en cuanto a los modos de presentación en lugares diferenciados: museos, galerías, exposiciones temporarias, la vía pública, en suma, cualquier lugar, sean o no instituciones. Puesto que se inscribe en los múltiples aspectos de la vida cotidiana, el arte resulta, pues, cada vez menos identificable en cuanto tal. Además, los múltiples vínculos que mantiene con las nuevas tecnologías, tales como la creciente apropiación de las herramientas informáticas y, más en general, con las tecnociencias, llevan a otro de los nuevos conceptos que caracterizan al arte contemporáneo: la supresión de las fronteras entre las disciplinas. Estas interferencias a veces tornan difícil la especificación de la actividad artística. Son numerosos los trabajos de reflexión estética de estos últimos diez años que presentan un carácter híbrido, al ser al mismo tiempo obras de arte, investigaciones tecnológicas y experimentaciones científicas.

Esta diversidad se aplica asimismo a nuevas concepciones acerca de lo que se puede considerar coreográfico. Si bien este concepto aún se vale de la relación con sus tres vectores fundamentales que son el espacio, el tiempo y la energía, ya no se definirá al mismo desde su inicial y estrecha dependencia con el cuerpo humano, que da como resultado la producción de material kinético, con su consecuente disposición espacial y temporal. Quizás pueda hacerse una distinción entre lo que podríamos llamar una micro-definición del término coreografía, como lo recién expuesto y, por otro lado, lo que daríamos en llamar, en consecuencia, una macro-definición de coreografía, al modo en que el coreógrafo y performer sueco Mårten Spångberg le otorga: coreografía como la acción de organizar el tiempo y el espacio que deriva inevitablemente en movimiento (este último definido del modo más simple como todo cambio de posición en el espacio experimentado por el/los cuerpos con respecto a ellos mismos o a otro y que termina por describir una trayectoria), pero dentro de un campo de acción que se expande más allá de la danza hacia una multiplicidad de formatos y expresiones.

Ontológicamente la danza se ha considerado siempre como el arte del movimiento.  Sin embargo, así como, últimamente, se ha comenzado a tener en cuenta que el cuerpo danzante saca su expresividad de una tensión entre la figura detenida y la imagen móvil, también el medio digital y las propuestas artísticas en torno al cuerpo constituyen una combinación disciplinar en constante innovación. La tecnología posibilita narrativas basadas en una nueva representación en la producción de sentido. Este profundo cambio coreográfico proyecta la danza hacia nuevos campos ontológicos.

La cuestión que desde hace unas tres décadas plantea el arte ya no es tanto la de las fronteras o los límites asignables a la creación, sino la de la inadecuación de los conceptos tradicionales -arte, obra, artista, etc.- a realidades que, al parecer, ya no se corresponden con esos conceptos. El gran desafío será la adecuación de nuevas teorías y prácticas académicas que puedan dar cuenta de estas formas contemporáneas.

Por todo ello habría que buscar nuevas maneras de acercamiento a las artes escénicas; desarrollar un camino hacia una lógica que trascienda a la del medio tradicional de las Industrias Culturales y que aporte otros modelos de aproximación.

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