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Decreto Congresional De Cesación Del Estado Suspensivo De Las Garantías Individuales, Fechado El 28 De Septiembre De 1945.

rolonene31 de Agosto de 2013

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INTRODUCCIÓN

FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

Sumario: I.- La persona humana. II.- La libertad humana III.- El Individuo, la Sociedad y el Derecho. IV.- Individualismo y Colectivismo. V.- El Marx-leninismo. VI.- El bien común. VII.- La Justicia Social.

VIII.- Conclusión.

I. LA PERSONA HUMANA

Si analizamos sin ningún prejuicio ideológico los actos, las aspiraciones, las inquietudes, las tendencias y, en general, la vida del hombre, podemos observar claramente que todo ello gira alrededor de un solo fin, de un solo propósito, tan constante como insaciable: superarse a sí mismo, obtener una perenne satisfacción subjetiva que pueda brindarle la felicidad anhelada. Si se toma en consideración esta teleología, inherente a la naturaleza humana, se puede explicar y hasta justificar cualquier actividad del hombre, quien, en cada caso concreto, pretende conseguirla mediante la realización de los fines específicos que se ha propuesto y que se determinan, particularmente, de acuerdo con una vasta serie de causas concurrentes que sería prolijo mencionar.

De guisa, podemos decir, sin salirnos de la normalidad, que los seres humanos, por más diversos que parezcan sus caracteres y sus temperamentos, por más disímiles sus fines particulares, por más contrarias sus actitudes, coinciden en un punto fundamental: en una genérica aspiración de obtener su felicidad, que se traduce en una situación subjetiva consciente de bienestar duradero, que no es otra cosa que una satisfacción intima permanente. Así, para el egoísta, la felicidad estribará en procurarse a sí mismo los mayores beneficios posibles, aun en perjuicio de sus semejantes; para el altruista, para el filántropo, en cambio, la felicidad, que se revela, repetimos, genérica y formalmente como una satisfacción vital subjetiva de carácter durable, consistiría en hacer el bien a sus congéneres, a su pueblo, a la sociedad de que forma parte.-

Con toda intención hemos señalado estos dos ejemplos, cuya materia la constituyen precisamente dos tipos opuestos de individuos, para subrayar la circunstancia indubitable y apodícta de que todo hombre tiene un fin supremo, al cual están subordinados, normalmente, todos los demás fines concretos y sucesivos que se forje: conseguir su propia felicidad, apreciada ésta en la forma ya anotada. Esta finalidad última del ser humano, esta teleología genérica del individuo, se revela en cada caso concreto mediante los propósitos privativos y particulares que cada quien conciba, y cuya pretendida consecución determina los actos exteriores del sujeto, que en su conjunto constituyen el desenvolvimiento de la personalidad humana.

Hemos dicho que todo hombre aspira a algo, que todo ser humano concibe determinados fines por realizar y que implican la manera de conseguir su felicidad particular; que normalmente es imposible siquiera representarse a un individuo que no tenga aspiraciones, propósitos y anhelos, hacia cuya verificación encauza sus esfuerzos vitales, subjetivos y objetivos. Por por consiguiente debe colegirse indubitablemente que la teleología de la vida del hombre normal es consubstancial a su propia índole y condición naturales.

En otras palabras, la vida humana misma es, en esencia, la propensión de obtener la felicidad. Nadie actúa consciente y deliberadamente para ser infeliz. En la conducta inmanente y trascendente de todo hombre hay siempre un "querer" o violación hacia la consecución de propósitos o fines que denoten la felicidad, aunque ésta no se logre. De ahí que vivir humano tiene como causa determinante el deseo y como fin la realización de lo deseado.

Recaséns Siches, citando a Ortega y Gasset, afirma que "la vida es intimidad con nosotros mismos", traduciéndose en "un hacer algo, determinado, positivo o negativo, un determinar qué voy hacer, por consiguiente, en este sentido un hacer". Exponiendo el pensamiento del ilustre filósofo Español, concluye dicho autor que "la esencia del hacer, de todos los humanos haceres, no está en los instrumentos corporales y psíquicos que intervienen en la acción, sino en la decisión del sujeto, en su determinación, en un puro querer previo al mismo mecanismo evolutivo". 1

Para Santo Tomas de Aquino: la finalidad que toda persona debe perseguir estriba en la consecución del bien, el cual es substancial a su naturaleza de ser racional. En otras palabras, parafraseando las ideas del doctor Angélico, se afirmar que el objetivo vital del hombre estriba en desenvolver a sí mismo, en realizar su propia esencia y, por ende, en actuar conforme a la razón; de ahí, la máxima del ilustre aquinatense que prescribe "Obra de acuerdo con los dictados de su naturaleza racional".

Sin embargo, independientemente de cuál sea el desiderátum deontológico del hombre, tema que corresponde a la axiología, lo cierto es que, según aseveramos con antelación, el individuo humano propende hacia la felicidad, revelada ésta formalmente como una situación subjetiva de satisfacción permanente originada por una serie de actos múltiples concatenados entre sí hacia el logro de un propósito vital fundamental. El contenido de la mencionada situación subjetiva de`pende de diversos factores de índole variada de caracteres eminentemente personales, los cuales están predeterminados, a su vez, por la acción que sobre el hombre ejerce el medio ambiental social en que se desenvuelve, por lo cual éste es el que legitima el aludido estado de satisfacción cuando su substratum no pugna con las ideas morales, políticas y jurídicas socialmente sustentadas en una época y en un lugar históricamente dados. Por ende, para que una determinada "felicidad" individual sea socialmente permisible y consiguientemente, no susceptible de impedición u obstrucción, debe incidir en un ámbito de normalidad humana que autorice al sujeto a perseguir una finalidad que no sea exótica a las dimensiones morales de la sociedad en que la persona se desarrolla.

Ahora bien hemos aseverado que cada ser humano se forja fines o ideales particulares, que determinan subjetivamente su conducta moral o ética y dirigen objetivamente su actividad social. Pues bien, en la generalidad de los casos, el hombre hace figurar como contenido de su teleología privada la pretensa realización personal y objetiva de valores, esto es, cada sujeto, en la esfera de su actividad individual interior y exterior, procura obtener la cristalización de su persona de determinado valor, en el amplio y filosófico sentido de este concepto.

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1 Filosofía del Derecho, págs. 70-71.

Así, verbigracia, habrá individuos a quienes seduzca notable y relevantemente el valor belleza, cuya ansiada consecución engendraría su respectiva conducta; existirán otros a quienes les preocupe realizar el valor justicia, y, por último, para no ser prolijos en la ejemplificación. no faltarán sujetos cuya teleología consista en procurar la realización concreta de valores de menor jerarquía t aun de valores negativos.

De todo y por todo lo expuesto, creemos haber demostrado otro supuesto que, como el contenido en párrafos que anteceden, es inseparable de la naturaleza humana, enunciándolo de la siguiente manera: al integrar su propia finalidad vital, el hombre pretende realizar valores, independientemente de que sean positivos o negativos. 2

La circunstancia de que todo ser humano tenga o deba tener una teleología axiología, el hecho de que el sujeto encauce su actividad externa e interna hacia la obtención concreta de un valor o hacia su realización particular, ha provocado la consideración de la personalidad humana en su sentido filosófico, esto es, ha suscitado la concepción del hombre como persona.

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2 Al formular estas aseveraciones, hemos prescindido deliberadamente de toda consideración de tipo ideológico para concebir, en cuanto a su contenido, la finalidad natural del hombre. Dicho de otra manera, no pretendemos adscribir a esta finalidad ningún substratum eidético específico, o sea, es ajena a nuestra intención toda cuestión que se relacione con la justificación o legitimación religiosa, moral o social de los fines a que la conducta humana debe estar vinculada, ya que simple- mente hemos reputado a la felicidad del hombre como un objeto vital desde el estricto punto de vista formal, esto es, como un continente susceptible de colmarse por variados contenidos.

En efecto, se ha dicho que el hombre es persona en cuanto que tiende a conseguir un valor, a objetivarlo en actos y sucesos concretos e individuales, por lo que de esta guisa, el concepto de personalidad resulta de la relación entre el hombre como ser real y biológico y su propia teleología axiológica, esto es, del vínculo finalista que el ser humano, como tal, entable con el reino o esfera valorativa o, como diría el doctor Recaséns Siches, "el criterio para determinar la personalidad es el constituir una instancia individual de valores, el ser la persona misma una concreta estructura de valor", agregando: "El hombre es algo real, participante de las leyes de la realidad; pero al mismo tiempo es distinto de todos los demás seres reales, pues tiene una conexión metafísica con el mundo de los valores, está en comunicación con su idealidad."

Como lo hace notar el mismo autor, "en Kant el concepto de persona surge a la luz de una idea ética. Esto es, la persona se define no atendiendo sólo a la especial dimensión de su ser (v. gr la racionalidad, la individualidad,

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