Doctrina Obama
MarioRA20 de Mayo de 2013
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La Doctrina Obama
Estados Unidos todavía no sabe qué hacer con gobiernos hostiles salidos de las urnas
La Razón / Rafael Archondo Quiroga
00:54 / 04 de febrero de 2013
Ahora que la señora Clinton ha decidido replegarse a sus cuarteles de invierno, tal vez resulte oportuno medir la profundidad de su huella al mando de la diplomacia estadounidense. Quizás su legado más importante sea haber enterrado la Doctrina Bush, esa que desplegó la llamada Guerra contra el Terror. Atrás parecen haber quedado la satanización del Islam como fuente infinita de atentados o el uso de embustes para derribar regímenes políticos adversos. En estos cuatro años de Presidente ya reconocemos los perfiles de la Doctrina Obama. Pero, ¿es ésta algo verazmente distinto?, ¿estamos, en serio, ante un poder imperial renovado? De intentar evaluar ello, me ocupo en estas líneas.
El punto de partida del dúo Obama-Clinton fue la situación heredada después de Bush. Les fue entregado un país entrampado en dos guerras indefinidas y onerosas, en Irak y Afganistán. La lección extraída de ellas es cuán fácil es vencer una guerra, pero qué complicado es ganar la paz. Las tropas demolieron los resortes coercitivos de ambos Estados, pero no supieron qué hacer con los escombros sociales amontonados por la invasión. La fragilidad del orden impuesto anticipa lo que ya Talleyrand definió con precisión: nada perdura si se asienta sólo en las bayonetas.
En tal sentido, la Doctrina Obama renuncia a repetir los errores de Bush. Frente a la posibilidad de una incursión militar aparatosa, elige el llamado smart power (poder inteligente). El asesinato de Osama Bin Laden es el ejemplo más ilustrativo de esta nueva concepción. Cuatro helicópteros, 20 soldados, 40 minutos, acción letal directa y huida instantánea. Las operaciones en Libia caminaron por la misma ruta. Obama prefirió esperar varios meses de bombardeos hasta que las fuerzas internas del país hicieran el trabajo terrestre. Se podría decir entonces que la Doctrina Obama acepta la movilización de tropas, aunque sólo bajo circunstancias seguras, transitorias y efectivas, y sin tener que pasar por la reconstrucción de un Estado ajeno.
Y claro, una conclusión lleva a la otra. Si Estados Unidos ya no está listo a invadir otros países a la primera provocación, como se ha visto en Siria, está obligado a contar con numerosos aliados a fin de redoblar su capacidad de presión. Por eso la diplomacia resulta hoy más importante que los portaaviones. En tal sentido, la palabra del momento es contención antes que aniquilación.
En sentido estricto, Clinton y Obama refrescan una breve etapa de la Guerra Fría, cuando el estratega George Kennan sentó las bases de una conducta serena de cara a la Unión Soviética, bajo el precepto de que no era recomendable ni aislarse ni impulsar una guerra devastadora. También en ese tiempo, Estados Unidos se esforzó por entender la complejidad del mundo.
Sin embargo, la Doctrina Obama delata aún un boquete significativo. Éste se hizo visible con la llamada Primavera Árabe. Estados Unidos no sabe aún qué hacer con gobiernos hostiles salidos de las urnas. Con Gadafi la faena fue fácil: un dictador caía abrumado por sus contradicciones internas. Sin embargo, con Mohamed Morsi y la Hermandad Musulmana que gobierna Egipto, las cosas se pintan difíciles. Quizás Hillary Clinton encuentre la fórmula en estos años de retiro voluntario.
Doctrina Obama y la guerra en Siria
PorPedro Otoni*
La política exterior norteamericana presenta signos de agotamiento. Ya no es posible que Estados Unidos siga operando bajo el mismo registro de la última década. El mundo ya no es tan dulce a sus mandos, ni su situación económica es lo suficientemente dulce para proyectarse como modelo a ser seguido por la humanidad.
Ante esa cruzada, el gobierno demócrata actualizó su estrategia militar para el mundo, disminuyó las iniciativas de invasión norteamericana directa, que tiene un costo político y económico elevado e impulsa una manera más insidiosa de control geopolítico. En una táctica similar a las asumidas por la administración Reagan (1981-89), que financió oposiciones armadas en contra el gobierno sandinista en Nicaragua, grupos conocidos como Contras, el gobierno de Obama apuesta en la producción y fortalecimiento de disidencias en países que rechazan el mando de Washington. La ola de protestas en diversos países de mayoría musulmana, conocida como "Primavera Árabe", fue percibida y aprovechada como una ventana de oportunidades para que la política exterior norteamericana pudiera desestabilizar regímenes no compatibles con su sistema de dominación . Así lo fue en Libia, y así lo es en Siria.
La lógica de operación estadounidense en la nueva doctrina imperialista de Washington articula los siguientes lineamientos:
1 - Creación de una opinión pública internacional y regional anti-régimen, utilizando como eje "la lucha por democracia",
2 - Resurrección de diferencias étnicas y religiosas en el interior de los países, explotando en especial minorías al margen del poder de Estado,
3 - Envolvimiento y movilización de los aliados regionales.
La CIA (Central Inteligence Agency) no sólo ayuda a las disidencias armadas, además fomenta, entrena, arma y abastece sus suplementos. Sin embrago, formalmente, así como los EEUU, sus aliados europeos también niegan la participación directa en los conflictos, pero declaran apoyo a los rebeldes en sus objetivos anti-régimen. Luego del desmantelamiento de Libia, la Casa Blanca tiene a Siria y a Irán como blancos inmediatos.
La guerra en Siria: la aplicación de las tres líneas de acción de la Doctrina Obama
Siria, principal blanco de EE.UU. por ahora, conocida por ser el Estado más estable de la región y operador político importante del nacionalismo árabe, siempre fue base de apoyo de los grupos anti-imperialistas del Medio Oriente.[3]. Durante el período de gobierno de la Frente Progresista Nacional (FPN),[4] con inicio en 1963, ese país siempre estuvo relacionado a nivel internacional con el Bloque Socialista y después con Rusia y China, en el intento de construir un estado republicano, laico, igualitario y soberano. Por ese motivo, siempre fue una piedra en el zapato de los estadounidenses y sus aliados [5].
En el tema de Siria, EEUU quiere reproducir la misma estratégica utilizada en Libia: articulación de la opinión pública, disidencias internas y mercenarios, así como apoyo de los aliados regionales. Según señalamos anteriormente, la primera línea de acción está en el plan de los medios, y para ello, utilizar los medios mundiales de comunicación, en especial a Al Jazeera, el más grande vehículo de comunicación del mundo árabe. Esa empresa televisiva no solamente orienta, como también produce hechos relacionados a la guerra civil siria, anunciando manifestaciones artificiales, "informando" muertes y conflictos, con el objetivo central de desmoralizar el gobierno sirio y inflar (o sobrestimar) a las fuerzas de los grupos de disidentes.
Esa manera planificada de manipulación mediático, tan común en otras situaciones [6], no es por acaso. Basta recordar que Al Jazeera es de propriedad de la familia Al Thani, familia real de Qatar (país sede de la empresa). Es por lo menos un engaño creer que Al Jazeera de los Al Thani se preocupe con el bienestar del pueblo sirio, una vez que la misma población qatarí es excluida de los resultados de la renta del crudo, que es de propiedad del Emir Hamadbinkhalifa (el monarca). Ni Qatar, ni Arabia Saudita, otra monarquía absolutista, son modelos de referencia a nivel político o económico para la población siria.
Ese golpe mediático viene acompañado del cerco a los medios de comunicación del Estado y de las organizaciones populares sirias. Conforman su expediente, desde bombardeos al sistema de comunicación estatal hasta la interferencia y bloqueo de señales de radio e Internet de la población, por medio de sabotaje a las transmisiones por satélite. El mundo y el mismo pueblo sirio reciben, casi que exclusivamente, señales de comunicación de las disidencias golpistas y de sus aliados en la región.
La segunda línea de acción estadounidense en la producción de conflictos se relaciona a la creación de disidencias internas. En Siria, el Partido Baath, y sus aliados de la FPN [7] , lograron establecer un equilibrio entre las diferentes etnias e religiones por medio de la edificaciones de un estado laico [8] . Los EEUU incentivan el radicalismo sunnita, para desmembrar la base social de la organización nacional siria. Takfiris [9] extranjeros, mercenarios (libios, tunecinos, jordanes, paquistaníes, sauditas y egipcios) financiados, equipados y entrenados por la CIA [10] y militares de Arabia Saudita, Qatar, Turquía y Israel junto con salafitas sirios ligados a la Hermandad Musulmana son la espina dorsal de los rebeldes.
La frontera de Turquía ha sido la principal base de apoyo logístico y político. El Consejo Nacional Sirio, centro de comando de los rebeldes está instalado en ese país, agentes de la CIA operan ahí construyendo redes de inteligencia para la disidencia, sacan fotos aéreas y de satélites, además de informaciones militares sobre las acciones del Ejército Sirio. Y es por Turquía
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