EGIPTO
Jose Carlos Sifuentes De Los ReyesResumen16 de Febrero de 2019
7.284 Palabras (30 Páginas)176 Visitas
EGIPTO
Un medio geográfico, en definitiva, en el que la crecida del Nilo y la orografía del terreno permitían la existencia de extensos espacios pantanosos donde crecían el papiro o el loto, donde vivían variadas especies de aves y mamíferos y donde el Nilo posibilitaba la pesca, además de cobijar a cocodrilos o hipopótamos. Una realidad que los egipcios plasmaron tanto en las pinturas de sus tumbas como en las formas y atributos de muchos de sus dioses; todos ellos vivían y dependían del mismo marco geográfico, y debían colaborar a su preservación ante los peligros que existían más allá del estrecho valle fertilizado anualmente por la crecida del Nilo. La arquitectura primitiva del valle del Nilo se realizó con materiales de fácil obtención y manejo, como juncos o cañas, papiro (hoy prácticamente extinto) y tallos de palmera cubiertos con arcilla. Los muros o cercas se construyeron probablemente con haces de tallos colocados verticalmente y unidos a otros dispuestos en forma horizontal cerca de la parte superior, o bien, con hileras de tallos de hoja de palmera colocados en la tierra a intervalos cortos, unidas con otras formando una red diagonal y aseguradas a un miembro horizontal colocado cerca de la parte superior. Finalmente, todo esto se cubría con arcilla. Las edificaciones de planta circular podían tener un techo abovedado de construcción semejante y las de planta rectangular uno en forma de bóveda de cañón o plano.
Un tipo de pabellón o quiosco que tuvo una especial relevancia religiosa en relación con los festivales o jubileos Heb Sed de los faraones, el cual se instalaba originalmente tanto en los barcos del Nilo como en tierra, estaba integrado por una frágil estructura rectangular, abierta al frente, con una especie de pórtico sostenido por dos delgadas pértigas y con techumbre semejante a una plancha, arqueada desde la parte posterior hasta el frente. En la ceremonia del Heb-sed, celebrada cada determinado número de años durante el reinado del soberano, el propio faraón iba al amparo de este toldo, sentado en el trono sobre un alto podio y hasta el cual subía por un tramo de escalones frontales.
La madera, abundante en alguna época, se empleaba para las mejores construcciones, en pesadas placas cuadrangulares colocadas verticalmente una frente a otra, para producir el efecto de contrafuertes unidos por arriba y dar marco a estrechos paneles en cuya parte superior pudieron existir ventilas. Los troncos de palmera, redondeados en la parte inferior, se empleaban con frecuencia en la construcción de techos.
La piedra no fue muy utilizada antes de la Tercera Dinastía, excepto como cascajo y refuerzo o cimiento de sólidos muros de arcilla. La construcción de muros de ladrillos secados al sol nunca cesó, ya que la piedra en forma de sillares labrados se empleaba sólo en las construcciones de mayor calidad y de carácter religioso. Los ladrillos, elaborados con arcilla del Nilo mezclada con paja picada o arena y cocidos al sol, eran muy durables y tenían proporciones adecuadas: 356 mm de largo por 178 mm de ancho y 102 mm de espesor. Para darles estabilidad, los muros se estrechan hilada tras hilada hasta su parte superior. De esta manera se protegían contra la contracción y expansión de la superficie debidas a las inundaciones anuales. Puesto que la superficie interior de los muros tenía que ser vertical, era la cara exterior la que mostraba dicha inclinación o "desplome" que se convirtió en una de las características principales de la arquitectura egipcia, ya fuese de ladrillo o piedra.
En las construcciones monumentales de piedra el arco verdadero jamás se empleó, pero el principio de éste sí se conoció como lo demuestran las bóvedas de ladrillos de principios de la Tercera Dinastía. Se piensa que la decoración de la superficie de los muros de mampostería deriva de la práctica de esgrafiar dibujos en los muros más antiguos revestidos de arcilla, que evidentemente no se prestaban para decorarse con molduras o relieves, aunque sus superficies planas, carentes de ventanas, resultaban sumamente adecuadas para grabar jeroglíficos narrativos.
Las columnas egipcias tienen un carácter distintivo y muchas de ellas revelan plenamente su origen vegetal. Sus fustes evocan mazos de tallos unidos en la base y la forma de sus capiteles hace recordar el botón de la flor de loto, la flor del papiro o de la palma.
La arquitectura monumental egipcia, de estilo esencialmente columnario y adintelado, se expresa fundamentalmente en las pirámides, tumbas y templos, en contraste con la del Cercano Oriente, su más cercano coetáneo, en la que las tumbas son insignificantes y los amplios palacios tienen una importancia que rivaliza con la estructura de los templos. Los templos egipcios, a los que se llega por impresionantes avenidas de esfinges, monstruos míticos con cuerpo de león y cabeza de hombre, mujer, halcón o carnero, crean una atmósfera singular en sus macizos pilones, amplios patios y salas hipóstilas, misteriosas cámaras y oscuros recintos.
Puesto que los antiguos egipcios creían con tal firmeza en la vida después de la muerte, cada quien, de acuerdo con sus medios, se empeñaba en construir tumbas permanentes a fin de preservar el cuerpo y sepultarlo con las más exquisitas comodidades, necesarias para el sustento y eterno goce de los difuntos. Ya en la Primera Dinastía se usaban bandas de lino para cubrir por completo el cuerpo y ayudar así a su preservación, aunque el embalsamamiento sólo se desarrolló plenamente hasta el Nuevo Imperio. En el periodo arcaico (Dinastías I y II), el soberano y otros personajes importantes generalmente tenían dos tumbas: una en el Bajo Egipto y otra en el Alto Egipto, ambos reinos unidos por Menes, el primero de los faraones. Desde luego, sólo en una de estas tumbas se sepultaba el cadáver del soberano; la otra quedaba como cenotafio. El cementerio real se hallaba en Sakkâra, dominando la capital, Menfis; el cenotafio estaba al sur, en Abydos. Hasta los últimos años de la Primera Dinastía dichas tumbas y cenotafios estuvieron rodeados por filas de sepulcros, evidentemente de los servidores sacrificados para acompañar a sus amos, costumbre que pronto se aboliría en el Egipto propiamente constituido.
Durante la Primera Dinastía, las tumbas más elaboradas simulaban plantas de casas con varias habitaciones; la del centro contenía el sarcófago y en las otras se colocaban abundantes ofrendas funerarias. El conjunto estaba construido en un amplio foso bajo la tierra, con techumbre de madera sostenida por postes del mismo material o pilares de ladrillos de arcilla secados al sol. El área total estaba cubierta por un montículo rectangular plano, hecho con el desperdicio de la excavación y sostenido por gruesos muros de ladrillo. Las superficies externas podían ser aserradas, con salientes alternas semejantes a contrafuertes y estrechos nichos (el llamado arreglo de "fachada palacial") o lisas e inclinadas en un ángulo de 75 grados con respecto a la horizontal. A menudo, esas fachadas se pintaban con colores brillantes, como Lo Indican los manchones de pintura en los plintos y la decoración de los ataúdes de madera de etapas posteriores. Actualmente esas tumbas se conocen con el nombre de mastabas, por su parecido con las bancas construidas en el exterior de las modernas casas egipcias.
Un elemento característico de las Segunda y Tercera Dinastías es la mastaba "escalonada", cámara mortuoria con sus correspondientes cámaras cavadas a mayor profundidad y talladas en la roca viva. Normalmente, el eje central de la tumba se extendía de norte a sur, con escalones y rampas que conducían desde el extremo norte de la cima de la mastaba, hasta comunicar con el pozo que descendía al nivel de la cámara mortuoria. Luego del entierro se hacían caer pesados rastrillos de piedra a través de ranuras talladas para recibirlos y enseguida se aplanaban, eliminando toda huella en la superficie. En la parte exterior se abandonó la imitación del empanelado, generalmente a favor de laterales lisos e inclinados, excepto que se dejaban dos cavidades bien espaciadas en el lado largo del este, es decir, en el frente alineado con el cauce del Nilo. La cavidad del extremo sur era una puerta falsa, destinada a permitir que el espíritu del difunto se desplazara a voluntad dentro y fuera de la mastaba. Frente a dicha puerta falsa se colocaba una mesa para depositar las ofrendas diarias de alimentos frescos.
Durante la Cuarta Dinastía surgió una pequeña capilla de ofrendas anexa a la mastaba o se construyó un recinto con el mismo propósito dentro de la propia tumba. Para esta época, la mayoría de ellas eran de piedra caliza, misma que se había empleado escasamente en pavimentos y recubrimientos de muros en las más ricas mastabas de ladrillo durante los primeros períodos dinásticos. Ya en las Quinta y Sexta Dinastías, los recintos o capillas para ofrendas al nivel del suelo se hicieron cada vez más elaborados. La Mastaba K.l de Beit Khallaf es una tumba escalonada monumental, construida con ladrillos de arcilla secados al sol, característica de la Tercera Dinastía. Las rampas y las escaleras, resguardadas por cinco rastrillos de piedra, conducían a una cámara mortuoria cavada en la roca, revestida de ese mismo material y rodeada por un grupo de nichos para las ofrendas fúnebres. En la superficie, la mastaba es plana y sólida. Las grandes pirámides de la Tercera a la Sexta Dinastías se encuentran dispersas a lo largo de la ribera poniente del Nilo, en unas 50 millas al sur del ápice del delta, sobre un claro de suelo rocoso entre las tierras de cultivo. Las primeras tumbas reales eran mastabas y la construcción de éstas evolucionó hasta producir las verdaderas pirámides,
...