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El Adolescente


Enviado por   •  9 de Febrero de 2014  •  1.507 Palabras (7 Páginas)  •  195 Visitas

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Los adolescentes vienen con un set de problemas único, muchos de los cuales están relacionados con la pubertad y las preocupaciones emocionales de ese momento. Resolver los problemas de adolescentes se centra en descubrir el asunto y el núcleo detrás de él, y de inculcarle al adolescente algunas habilidades de resolución de conflictos o para resolver problemas que le muestren cómo sobreponerse a estos tipos de obstáculos en la vida. Este tipo de asistencia le puede ayudar a volverse más fuerte y aprender cómo afrontar los problemas por sí mismo, lo que puede llevarle a ser adulto.

El conflicto es una característica inherente a las relaciones humanas. Considero que los adolescentes son los más propensos y vulnerables a los conflictos. Es necesario acompañarnos en la etapa crítica de la adolescencia, a los fines de contribuir a nuestro desarrollo integral, enseñándonos estrategias que nos permitan resolver conflictos que estarán presentes en nuestro futuro como estudiantes, como trabajadores, como esposa/o, padre o madre de familia, como ser social; pero sobre todo como agente de cambio, comprometido con su comunidad.

Es una gran responsabilidad la que le compete a las instituciones educativas, en torno al logro de competencias y destrezas no sólo del nivel conceptual y procedimental, si no en relación a las actitudes que nos permitirán “el aprendizaje como un ser en relación con los otros”.

El malestar de la juventud, tiende a profundizarse por las carencias educativas de las instituciones, Estado, familia, escuela, Iglesia, etc.; y por las dificultades de éstas por conectarse con el lenguaje de nosotros los jóvenes; llenar la superficialidad, el vacío existencial y la carencia de valores.

Se imponen hoy nuevos estilos de comunicación, si se desea ser eficaces ante los retos tan complejos como la inculturación, los nuevos contextos y la condición juvenil; es necesario conocerlos y manejarlos.

La adolescencia trae consigo una serie de cambios físicos y psíquicos, así que es una etapa conflictiva. El adolescente atraviesa una etapa que se caracteriza por la presencia de sentimientos apasionados, sufrimiento, grandes cambios de estado de ánimo, egoísmo, soledad, sensibilidad, etc. siempre descontentos, dando la pauta de lo que suele denominarse la “edad ingrata”. Sin olvidar lo que la sexualidad va a significar en este momento para el adolescente, dueño de un cuerpo que va cambiando poco a poco y que genera, por consiguiente, unas expectativas sexuales vividas, en la mayoría de los casos, con profunda ansiedad. Ello explica nuestros cambios de carácter y las dificultades para predecir el rumbo que seguirá nuestro comportamiento, que puede mostrarse rígido y lleno de inhibiciones o entregado sin medida a satisfacer todas nuestras necesidades.

La transformación púbera se hace, pues, en principio, por el cuerpo y a través del cuerpo; pero es al mismo tiempo una modificación del modo de pensar y de obrar, una revisión de todo aquello que hasta entonces parecía adquirido. En una palabra, una vida nueva con una visión totalmente distinta y memos ingenua sobre el mundo circundante. Por consiguiente, los adolescentes adoptan una actitud imprevista y desconcertante para sus padres, hermanos, maestros, familiares y amigos.

Los adolescentes, atravesamos por una etapa evolutiva que de por sí es conflictiva, pero con la agravante de una ausencia alarmante de criterios y valores educacionales propios de la sociedad que nos toca vivir.

La falta de implicación de algunas familias en la educación de sus hijos y la consiguiente falta de colaboración con el profesorado agrava los problemas de conducta de nosotros los adolescentes, mientras que la alianza padres-profesores hace su resolución mucho más efectiva, pues con esta alianza aumenta significativamente la capacidad de influencia de ambos (profesores y padres) para intentar cambiar comportamientos que en nada benefician a la “personalidad en formación” de los adoloscentes, al clima general de la clase o del centro educativo, al clima social. Por tanto, el entendimiento y la sintonía entre ambos ha de ser un objetivo prioritario.

En la realidad familiar, desde el punto de vista de la implicación educativa, nos encontramos tres tipos de familias principalmente:

Familias colaboradoras. Son las que están en contacto frecuente con el centro. Suelen acudir a las reuniones habitualmente, piden citas al tutor y se preocupan por los estudios de sus hijos (no se confunda esto con reclamar subidas de notas). Apoyan la labor del profesor y mantienen una actitud constructiva y de colaboración.

Familias ausentes. No suelen acudir a reuniones ni acuden a entrevistarse con el tutor o profesores de su hijo. Sólo acuden cuando son citados o aparece un problema concreto, y no siempre. Suelen argumentar falta de tiempo e imposibilidad de “estar encima” de sus hijos. Pueden llegar a colaborar puntualmente si hay problemas de gravedad.

Familias

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