El orden extenso y la cultura
BlackaliEnsayo15 de Marzo de 2016
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III. El orden extenso y la cultura.
Marina, José Antonio, Las culturas fracasadas. El talento y la estupidez de las sociedades. (2010)
Marina, filósofo y pedagogo, comienza con la intrudocción de inteligencia compartida, inteligencia social y capital social/comunitario. Hace uso del término inteligencia social, para ampliar el de inteligencia compartida. Es decir, la inteligencia social es la inteligencia compartida por grupos extensos. La creación principal de la inteligencia social es el capital comunitario, o sea, la cultura. La cultura resulta de la interacción de las inteligencias individuales (es decir, de una inteligencia compartida, distribuida, social) y adquiere una entidad individual al ser participada por muchas inteligencias personales. Es un mundo simbólico que se transmite por medio de la educación (formal e informal).
A la raíz de esta distinción y análisis, el autor define a la cultura como las soluciones que un grupo social da a los problemas humanos. Estas soluciones se concretan en "instituciones, códigos morales, sistemas jurídicos y educativos, costumbres, creencias sociales, sentimientos culturales, modas" (p. 77).
1) el valor de la vida, 2) la producción y posesión de bienes, 3) la participación en el poder, 4) la relación individuo-comunidad, 5) la resolución de conflictos, | 6) la sexualidad y la familia, 7) el cuidado de los débiles, 8) el trato con los extranjeros, y 9) la relación con el más allá. |
Cada cultura jerarquiza los problemas de una manera propia, acorde a sus deseos y necesidades. En el ser humano, explica el autor, existen cuatro deseos fundamentales: sobrevivir, disfrutar, vincularse socialmente y ampliar sus posibilidades vitales. Estos deseos originan una serie de problemas de convivencia universales de los cuales el autor señala nueve:
Son problemas universales y eternos para al autor, aunque se puedan plantear de infinitas formas. Todos ellos vienen motivados por la necesidad de satisfacer los 4 grandes deseos. Los deseos son los mismos, pero cambian las maneras de satisfacerlos.
Es evidente que los seres humanos no somos entes aislados, por naturaleza buscamos la convivencia y como consecuencia de ello vivimos en sociedad. Dentro de una sociedad se gesta la interacción entre individuos y surge, lo que el autor llama, la inteligencia compartida, que es una suma de las inteligencias individuales pero no se reduce a ella. Se convierte, por tanto, en necesario objeto de estudio, porque la inteligencia personal se ve afectada por la inteligencia compartida. Como ya hemos visto con otros autores, a través del aprendizaje de la cultura el ser humano adquiere creencias, sentimientos, motivaciones, identidad personal y social, que a su vez las reproduce dentro del mismo entorno cultural.
Siendo así, se afirma y se comprende mejor que el ser humano no sólo se determina genéticamente, sino también culturalmente. De modo que, hablando en términos de Marina, el grado de inteligencia que exhiba la sociedad en que se vive, determinará en gran medida la forma de ser y de pensar de una persona. La razón privada e individual, autónoma, entra en choque y en un intercambio con la colectividad.
Y es precisamente aquí donde surge la necesidad de una teoría crítica de la inteligencia social y de sus creaciones culturales, ya que las normas que se siguen (gestadas a lo largo de los siglos) para hacer frente a los problemas sociales, tienen un origen desconocido y, en ocasiones, tampoco se tiene claro cuál es su pertinencia y adecuación. El objetivo de la teoría crítica de la inteligencia social es el estudio de la génesis de las diferentes concepciones culturales. Esta teoría, según el autor, debe completarse con una pedagogía de la inteligencia social que permita la evaluación del grado de pertinencia y adecuación de dichas concepciones.
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