El terror de la supuesta seguridad

                                         El terror de la supuesta seguridad

Ana María Ridsdale Ulloa

A lo largo de estos últimos meses, la línea de Órganos de Control y Derechos Humanos fue creciendo poco a poco con el fin de recopilar una gran cantidad de información sobre este tema en particular de  la ciudad de Bogotá, se realizaron entrevistas y salidas de campo para comprobar la calidad de la información recuperada. De esta forma, fue posible identificar las problemáticas que más aquejaban a los Bogotanos, muchas de ellas eran pertenecientes o específicas de un sector determinado, pero una problemática clara y general que abarcaba  toda la ciudad  era la falta de credibilidad y desconfianza de la población civil frente a los organismos de control.

Esta circunstancia  no tiene ningún tipo de barrera económica ni social, son muy pocos los individuos que creen que los organismos de control realmente solucionan las demandas particulares o colectivas de ciertos ciudadanos. Se cree que el proceso burocrático es tan lento que ningún caso queda solucionado, o que es tanta la presencia de corrupción que los órganos de control hacen caso omiso a las demandas realizadas.

Las consecuencias que genera esta problemática son devastadoras para una sociedad tan particular como la bogotana, pues esto perpetúa la delincuencia tanto a un bajo como a un alto nivel, desde los robos cotidianos de celulares hasta el desaparecimiento de dineros para completar vías de la malla vial. Los ciudadanos no temen demandar, ni exigir lo que necesitan, simplemente están decepcionados y agotados del sistema al que tienen que recurrir en caso de que se presente algún tipo de violación a sus derechos humanos.

Por otro lado, es claro como muchos de los bogotanos desconocen los métodos de denuncia y el deber que tiene cada institución con ellos, pero conocerlos tampoco es de interés para la población. Como consecuencia de esto, los problemas barriales entre los habitantes, o los inconvenientes menores son solucionados por una justicia de los mismos individuos, provocando riñas y pelas. Cuando se trata de una problemática mayor, se recurren a las marchas, protestas y paros, que muchas veces terminan siendo violentas y perjudiciales para la infraestructura de la ciudad.

Los organismos de control saben lo que ocurre, son conscientes de cómo la población no ve seguridad en ellos, ni ningún tipo de confianza, a pesar de que lleven a cabo algún proyectos benéficos para la mayoría. No ha habido una promoción ni ningún tipo de explicación de orden masivo para que la población bogotana tenga conocimiento de los métodos de denuncias, lo cual deja a los habitantes limitados también por un carácter de  ignorancia.

Es importante aclarar cómo la población también siente inconformidades frente a muchas de las acciones que tienen los órganos de control en el momento de ejercer su autoridad, como lo pudimos ver en la primera salida de campo, la población que pertenecía al sector informal de ventas, sentía un constante miedo a que sus productos fueras decomisados o que les detuviera su actividad laboral. Los individuos sentían temor constante, pues como relataban algunos, a veces había choques violentos entre las autoridades y ellos. Es clara la razón por la cual los vendedores son levantados de su sitio de trabajo, pero también las razones por las cuales los individuos recurren a estas prácticas.

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