Enfoques sociológicos del concepto de género: aportes desde las teorías feministas
lucastrodgApuntes16 de Mayo de 2019
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Mertehikian
Enfoques sociológicos del concepto de género: aportes desde las teorías feministas.
1- introducción
Concepto de género: un sujeto central para el feminismo, la mujer.
Beauvoir afirma que no se nace mujer: llega una a serlo, en la obligación cultural de hacerlo. Ser es, haber sido hecho, sin presagiar un origen o un final.
Los trabajos de Beauvoir dieron lugar a los diferentes desarrollos de las teorías feministas.
2- Los aportes del feminismo radical.
Desarrollada a partir de los años 1960 y 1970. Shulamite Firestone describe la opresión que experimentan las mujeres como aquella relacionada de manera directa con su bilogía.
De esta distinción biológica hombre/mujer.
Firestone sugiere pensar la clase sexual como fundamental para entender las relaciones de poder.
La afirmación de Firestone referida a que la reproducción de la especie asociada al cuerpo femenino constituye la clave principal de la opresión de las mujeres se encuentra en armonía con el enfoque sostenido por Carla Lonzi que también denuncia la maternidad como factor de exclusión de la mujer. Ambas autoras dicen que el matrimonio constituye la institución social que mantiene la familia como forma básica de la organización social y subordina a la mujer al destino varonil. Los estudios de género destacan la maternidad como elemento organizador de la femineidad y central en la construcción de la identidad sexual adulta de las mujeres.
Monique Witting dice que el concepto de heterosexualidad puede pensarse como “una forma ideológica amorfa que no se puede asistir en su realidad, salvo en sus efectos, y cuya existencia reside en el espíritu de la gente de un modo que afecta su vida por completo”.
Witting habla del carácter opresivo del pensamiento heterocentrado, en el intento por universalizar la producción de conceptos a partir de la negación de las prácticas concretas.
Carol Pateman explica la historia del contrato social colocándole de precedente el contrato sexual. En esta perspectiva es un pacto que plantea 2 caras. Por un lado, un proceso de sujeción de las mujeres respecto de los varones a través del contrato sexual. Por otro lado, un proceso de libertad de los varones en un orden patriarcal, mediante el contrato social.
Las feministas radicales establecen que el sexo se convierte también en político, y afirman que las mujeres comparten su posición de opresión por la política sexual de la sociedad. Construyendo así, a la mujer como sujeto unificado y consciente.
3- Género y socialismo
El feminismo socialista es un interlocutor crítico en disonancia con las teorías radicales, el feminismo socialista nos dice que un análisis de clase feminista debe reconocer las distinciones de clase social, de raza y de situación matrimonial. Una vez identificadas las diferencias entre las mujeres, es necesario señalar la existencia de puntos de contacto que proporcionen una base para la organización interclasista en torno a problemas como el aborto, la violación y el cuidado de los niños.
Zillah Eisenstein enseña que lo que busca el análisis político del feminismo socialista es entender el sistema de poder que deriva del patriarcado capitalista. Se pone de manifiesto la opresión sexual, la división sexual del trabajo y la estructura económica de clase. De este modo, se conjuga la naturaleza de la producción de la mujer en el capitalismo avanzado y el papel que tanto la división del trabajo (por sexo) como la familia juegan en el mantenimiento de ese tipo de producción de mercancías.
La desigualdad, en este concepto, deja de concebirse en términos de la naturaleza y comienza a considerarse como tal en un contexto que impone una valoración social a una diferencia biológica.
4- Hacia un enfoque superador: el concepto de género según Gayle Rubin.
Concepto de género según rubin: “un sistema de sexo/género es el conjunto de disposiciones por el cual una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y satisface esas necesidades humanas transformadas”.
En otras palabras, sexo/género son el producto de la actividad humana histórica. El género es una división de los sexos socialmente impuesta, resultado de relaciones sociales de sexualidad y de la aculturación de la sexualidad biológica. El término género, designa un sistema de clasificación basadas en el sexo y rechaza el determinismo biológico. De este modo, el género cobró el sentido de un “saber sobre la diferencia sexual”, no limitado al “sexo natural” sino focalizado en las formas en que los sujetos sociales elaboran los roles biológicos sexuales produciendo valores, creencias y normas.
Los conceptos de intercambio de mujeres y tabú del incesto esconden para Rubin dos premisas: por un lado, la heterosexualidad como factor incuestionable; por el otro, una teoría de opresión sexual. El tabú del incesto presupone un tabú anterior, menos articulado, contra la homosexualidad. En este sentido, los sistemas de parentesco no sólo estimulan la heterosexualidad haciéndola implícita, sino que a su vez exigen formas específicas de vínculos sexuales; por una parte, dejan de la lado las relaciones no heterosexuales; por la otra, generan una escala de legitimación cultural, social, legal, económica y política sobre qué relaciones heterosexuales son aceptadas y cuáles no.
Para Rubin, el dispositivo de la heterosexualidad reduce, así, la diversidad de lo social a una oposición entre dos, a un juego de binarismos, donde lo masculino y lo femenino se constituyen como la base obligatoria de la sociedad.
5- A emergencia de los feminismos queer.
La emergencia de los estudios queer propone un enfoque superador del binarismo sexo/género desarrollado por Rubin. De este modo, el sexo empieza a ser pensado como el resultado de una repetición de prácticas y discursos ajustados a los ideales heteronormativos de la sociedad moderna, entendiendo a la heteronormatividad como un dispositivo social que establece a la heterosexualidad como categoría universal, natural y estable.
Para el feminismo queer el sexo no es una condición estática pre discursiva de un cuerpo sobre la cual se impone la construcción del género discursivamente, sino un proceso mediante el cual las normas reguladoras obran de manera performativa para construir la materialidad de los cuerpos, y logran tal materialización a través de la reiteración de esas normas. Por eso la performatividad no es un acto único, sino que una repetición de los regímenes sexuales reguladores; performatividad es la apropiación voluntaria, como si el género no fuera más que una invención propia.
En efecto, si bien los cuerpos son formados por normas sociales, el proceso de esta formación conlleva riesgos, dado que la materialización nunca es completa, los cuerpos nunca acatan enteramente las normas mediante las cuales se impone su materialización. Las posibilidades de re-materialización permiten la existencia de prácticas e identidades sexuales que escapan a los modelos teóricos y empíricos heteronormativos.
6- Consideraciones finales.
Los movimientos feministas se han caracterizado por su definición del concepto de género como la elaboración cultural, social e histórica que las diferentes sociedades realizan a partir de la existencia biológica de dos sexos diferenciados, con el objetivo de construir dos identidades sexuales relacionales y opuestas de exclusión mutua. Ni género, ni sexualidad son algo que poseemos, sino un modo de ser para otro.
En otras palabras, somos seres sociales que se comportan en relación con el otro, constituidos por un conjuntos de normas culturales que nos exceden y nos proveen guías o instrucciones para las conductas sexuales que son apropiadas para esa cultura.
Preciado
“Queer”: historia de una palabra
Detrás de cada palabra hay una historia , detrás de cada historia hay una batalla por fijar o hacer mudar las palabras.
Hubo un tiempo en que la palabra queer solo era un insulto. Servía para nombrar aquel o aquello que por su condición de inútil, mal hecho, falso o excéntrico ponía en cuestión el buen funcionamiento del juego social. Aquel que por su peculiaridad o por su extrañeza no pudiera ser inmediatamente reconocido como hombre o mujer.
“queer” servía para nombrar también a aquellos cuerpos que escapaban a la institución heterosexual y a sus normas. Aquellos cuerpos que ponían en cuestión las diferencias entre lo masculino y lo femenino, pero también entre lo orgánico y lo inorgánico, lo animal y lo humano.
En algo menos de dos siglos la palabra queer cambió radicalmente su uso, de usuario y de contexto. A mediados de los años 80 del pasado siglo, empujados por la crisis del sida, un conjunto de microgrupos decidieron reapropiarse de la injuria “queer” para hacer de ella un lugar de acción política y de resistencia a la normalización. Transformaron la palabra queer en un programa de crítica social y de intervención cultural. Lo que había cambiado era el sujeto de la enunciación: ahora se autodenominaban “queer” anunciando una ruptura intencional con la norma.
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