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Ensayo – Diego Rincón.


Enviado por   •  6 de Julio de 2016  •  Ensayos  •  2.035 Palabras (9 Páginas)  •  289 Visitas

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Ensayo – Diego Rincón

¿Deberían los humanos tener derechos?

Les voy a contar una historia, y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Contaré solo algunos matices porque es incierto su inicio y trataré de hacerla lo más breve posible ya que es algo extensa y comenzó hace millones de años.

En un planeta que no es este, con cielos y astros diferentes, en un lugar con leyes naturales que obedecen a otras lógicas que no son éstas había una raza que pobló el planeta desde sus orígenes, era la raza humana. Emergió como un antroposistema gracias a erosiones volcánicas y transformaciones atmosféricas que posibilitaron su existencia. Tomaron de un sol, que no es este, la energía y la transformaron en el producto  de su propio alimento a través de un proceso llamado fotosíntesis. La raza humana habitó desde entonces todo aquello  incluso en las regiones más precarias. Se expandió por todo el planeta gracias a sus pies que se enraizaron y pobló todo montículo de materia, algo así como las montañas, que efectivamente no son como las que conocemos aunque naciera agua de sus cimas parecida a la nuestra.

 Se convirtieron, entonces, los humanos en todo aquello omnipresente que sostenía el sistema del planeta, sus pies se unieron sin mesura con la tierra hasta alcanzar raíces profundas, se alimentaban de ella y se lo retribuían de nuevo con los frutos que salían de la palma de las manos y de los dedos, sus brazos se extendían a tal punto de los cielos para dar sombra a las otras especies que también se alimentaban de sus frutos y les servían de hogar. La coraza de su piel adquirió colores diversos; blancos, negros, mulatos, morenos y toda una gama de tonalidades como resultado de la  unión natural de sus razas.  Su propagación alcanzó vastas extensiones; algo parecido a lo que conocemos como bosques e incluso más inmensas, tal como las selvas.  Generó un sistema de comunicación llamado lenguaje que lo componían sonidos emitidos de su boca; dotó de palabras y emociones a su lenguaje generando así un entendimiento y  armonía con cada especie que compartía su hábitat. Comunicó sus intenciones sin mayor contratiempo a los otros seres, ya que los animales, que no son como los que conocemos, entendían sus acciones desinteresadas.

Esta raza de la que les hablo llenó de un follaje multicolor las superficies de la tierra. Estaba dotada de una gran variedad de formas; altas, frondosas, coloridas, pequeñas y vivaces que concedieron no solo de belleza aquel planeta sino algo más hermoso, la  vida. Pero tuvo un problema, esta especie hizo tan bien su trabajo, tan desinteresadamente se encargó de mantener el equilibrio, de perpetuar la vida cuanto pudo, de limpiar el aire y propiciar el hábitat de manera tal que por un accidente evolutivo emergió una especie más en aquel planeta. Eso de la evolución no lo entiendo muy bien entonces no ahondaré en ello y le daré todo el crédito a una planta de apellido Darwin. Y si, digo planta porque fue ésta la nueva especie que surgió. Por alguna razón del universo que aún es incierta comenzaron a poblar en diferentes lugares  pequeños grupos de plantas. Con sus raíces se extendieron y caminaron por todo el planeta, usaron sus hojas para forjar herramientas para cazar y alimentarse, para subsistir. Se alimentaron de cuanto hallaron a su paso; animales, seres humanos y demás. Las había carnívoras a más no poder. En especial tomaron de todo aquello antropomorfo que le era propio a los seres humanos, puesto que esta especie que llevaba años ancestrales habitando el planeta no lo podían evitar, no se podían mover o defenderse,  el lenguaje milenario de los humanos no lo entendían las plantas y ni siquiera lo escuchaban, las plantas solo poseían un instinto plantaje y una razón de hierba. Tomaron cada vez más y sin cuidado; de los seres humanos arrancaron sus pies y sus dedos para comerlos, su piel para pisarla o arrancarla por diversión, la desgarraban parara cubrirse del frío invierno o de la “inmoral” desnudes. De los troncos humanos sacaron su carne para construir, cazar, matar y edificar viviendas, barcos y ciudades enteras. Usaron a los seres humanos para la decoración de sus viviendas; comenzaron a cultivarlos en laboratorios que llamaron escuelas para comercializarlos y venderlos a precio de esclavos.

Esta nueva raza, las plantas, evolucionó en su forma y su pensamiento. Diseñaron sistemas complejos de vida basados en el uso de todo aquello que podía cazarse, comerse o someterse. Fueron degradando cada recurso a medida que avanzaban sus plantaciones; algo así como las ciudades que conocemos. Así que, estas plantaciones se propagaron y fueron desplazando todo el follaje humano que existía. Crecieron y se expandieron, fueron deteriorando a los humanos de una manera sin precedentes, destruyeron su antroposistema tan complejo y cíclicamente perfecto. Pero qué más importaba si las plantas no precisaban de ellos para subsistir, solo tomaron lo  que parecía bonito y usable.

Las plantas desarrollaron una estructura perfecta hasta el punto de ser autosuficientes y extinguir por completo la raza humana, borraron esta especie de la fas de aquel planeta, decidieron que su tala debía ser inminente. Sin en el menor reparo, efectuaron su plan de guerra sin piedad. Las carnívoras estaban en el frente de combate, pero las venenosas liquidaban para asegurar victoria.

Decidieron atacar cada humano edificado en el planeta, los aislaron poco a poco y una vez abandonados a su suerte los absorbieron con sus plántulas; primero empezaron con la humedad y la oxidación  de sus pies y las manos. Una vez asestado el primer golpe se propagaron por cada parte del cuerpo humano; extremidades, tronco y posteriormente la cabeza. Así las cosas, comenzó a crecer el musgo y después la maleza verde, cuya intención era penetrar en la piel y fracturar cada órgano humano. Acto seguido comenzaron a crecer arbustos y frondosos árboles que sometían a cada humano a la petrificación y su posterior muerte. La llama que representaba la raza humana se sofocó y terminó en humareda gris. Las plantas devastaron a gusto toda extensión de humanidad, declararon la cruzada a un enemigo que respiraba, sentía y sostenía la vida de aquel planeta, pero que no oponía resistencia alguna ni el derecho a subsistir.

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