ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Entrevista A La Minerva

munchkin1 de Noviembre de 2012

757 Palabras (4 Páginas)522 Visitas

Página 1 de 4

Justo en el cruce de las carreteras rumbo al Sur de Jalisco, Nogales y Morelia, rodeada por cortinas de agua que la adornan cayendo con gracia en forma de flor, se yergue con cierta imponencia y algo cansada, el antes más grande monumento de la ciudad de Guadalajara: La Minerva.

De nacimiento una diosa Romana, custodia de la gran ciudad italiana, es ahora el símbolo representativo de la perla de occidente.

De pie, a veinte metros de altura de nosotros, sobre un pedestal que nombra a los héroes de su nueva ciudad de residencia, se ha convertido en lugar de fiesta y celebración, de manifestaciones políticas y ambientalistas, de chivistas emocionados por el triunfo de su equipo, pero, ¿qué piensa La Minerva de todo esto?

“—Antes era entretenido ver cómo los tapatíos venían a celebrar sus extraños ritos aquí abajo, pero ya se ha vuelto medio cansado. Además, a mí no se me permite unirme, me dejan aquí parada, mareándome mientras veo a los carros dando vueltas y escuchando sus gritos desafinados. Preferiría que me regresaran a mi casa. Y luego con este calor inmenso que nada más sube y sube y nadie me pregunta si tengo sed o si quiero algo de beber, pienso que son todos unos maleducados”.

—Entonces, ¿ya no te gusta vivir en esta ciudad?

“—No es que no me guste, pero ya todo está muy cambiado y se ha ido lejos el respeto. Hace poco, literalmente me mudaron de aires, el ambiente se llenó de humo y cenizas y ni un cubre bocas se dignaron a regalarme, ni siquiera porque me la paso cuidando sus tontas cabezas día y noche. Por poquito y me enfermo. Todavía recuerdo cuando se me torció el brazo y vinieron a enyesarme, esos aún eran tiempos bonitos para mí”.

La Minerva bajó la mirada, dejó su escudo a un lado por un rato y continuó con su discurso mientras los dedos de sus pies jugaban incómodos en sus sandalias.

“—Cuando llegué, el presidente me prometió que iba a ser adorada, y me subió el ego por un rato hasta que terminé decepcionada. En lugar de que me cayeran guirnaldas y flores y halagos, se la pasaron criticándome. Me decían que parecía niño y que estaba mal proporcionada, que mi creador puso su rostro en el mío y que hasta me veía igual que quién sabe cuál político de esos días. Incluso trataron de “arreglarme”, querían ponerme un cuello más largo y busto más femenino, y eso que como diosa yo soy perfecta. ¿Crees que es justo para mí? Me bajaron de deidad a político en una sentada, y cuando quise irme para evitar más burlas, me lo impidieron y me dejaron aquí, rodeada de montonal de agua apestosa y edificios grandotes”.

—Pero, Minerva, tengo entendido que esas historias se calmaron y después toda la ciudad se enamoró de ti, ¿no te trataron los tapatíos como querías ser tratada los años que siguieron de tu llegada?

“—En momentos lo hicieron, y me sentí hasta alabada, no puedo negarlo, cómo dije antes, sí tuve buenos tiempos. Pero las cosas cambian y la gente más que nada. Por ejemplo, yo, que puedo ver toda la ciudad con mi vista de halcón, me di cuenta de cómo trataron de modernizarla con obras extrañas. Pusieron unos arcos amarillos, todos feos y sin motivo de ser, ni de adorno sirvieron. Están aún más altos que yo y a pesar de ser tan jóvenes, he escuchado cómo las personas saben más de ellos que de mí y no me parece correcto”.

Tomó su escudo de nuevo, levantó la mirada, su semblante cansado reflejó un poco de dignidad escondida y con un contoneo de caderas y sacudiendo sus faldas de hierro, La Minerva se colocó en pose de guardia para finalizar la charla con unas últimas palabras.

“—Pero no importa, yo aquí me quedo de igual manera, quietesita y pasando hambre y calor y mojando mi fino ropaje con la lluvia. A pesar de sus burlas y sus faltas de respeto, dejo que hagan lo que quieran. Que me tomen fotos como si fuera

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (4 Kb)
Leer 3 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com