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Fake news, ¿porqué se propagan y viralizan?


Enviado por   •  26 de Junio de 2022  •  Informes  •  1.807 Palabras (8 Páginas)  •  79 Visitas

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¿Por qué se propagan y viralizan las fake news?

 

Nicolás Santamaría Serrano

 

 

Escuela de Comunicación de la Universidad Internacional del Ecuador

Fundamentos de la comunicación

Phd. Nicolás Castro

19 de diciembre de 2022

Resumen

El propósito de este trabajo consiste en determinar la razón por la cual las noticias falsas o “fake news” se propagan y viralizan de manera sencilla, incluso más fácil que las noticias que son reales y comprobadas.

Palabras clave: Posverdad, noticias falsas, fake news, desinformación.

Introducción

        Este trabajo fue realizado con el fin de determinar la razón por la que existe una gran cantidad de información falsa circulando en medios digitales y sobre todo en redes sociales alrededor del mundo. Así como determinar cómo es propagada de una manera rápida y carente de algún tipo de control, lo que le permite ser fácilmente viralizada acaparando el pensamiento colectivo y a su vez, incluso, determinando algún tipo de acción y reacción con respecto al contenido de esta información.

Materiales y Métodos

        Para el desarrollo de este ensayo se recopiló información sobre fake news, noticias falsas y posverdad en artículos de revistas, de periódicos de prensa escrita y en revistas científicas con el fin de determinar la o las razones por las que esto fenómenos tienen gran acogida y son de fácil propagación.

        Para comenzar, es preciso realizar un acercamiento a un término relativamente nuevo, pero cada vez más conocido en el mundo: la posverdad. A partir del mes de diciembre del año dos mil diecisiete,  la Real Academia de la Lengua Española decide incorporar el término posverdad en el Diccionario de la lengua española, definiéndolo como “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.

En el año dos mil dieciséis, la palabra posverdad (post-truth) fue distinguida con el título honorífico de la palabra del año por el Diccionario Oxford de la habla inglesa, mismo que en su definición indica que “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. Dicho de otra forma, la posverdad “implica sostener y creer en algo que contradice los hechos conocidos, la emoción puede más que las pruebas” (Simon,2017).

         En el tema central de la edición 269 de la revista Nueva Sociedad, Nuria Fernandez (2017) indica que la posverdad “se trata de una falsedad que continúa siendo aceptada aun a sabiendas de que es una falsedad, lo que no impide tomar decisiones basándose en ella”. Este término explica claramente que el propósito de esta información falsa, no es únicamente que sea aceptada, sino que sea reproducida por el mayor número de personas posibles y que detone en acciones como consecuencia de su propagación. Pero su término es altamente cuestionable, como lo indica Oramas Gross (2017):

podríamos interpretar a la posverdad como información falsa o información que se siente “verdad” pero que no se apoya en la realidad, o también como una mentira asumida como verdad pero reforzada como creencia o como hecho compartido en una sociedad. En ese contexto, la posverdad se presta evidentemente para todo tipo de manipulación imaginable, razón por la cual muchos académicos consideran que es arriesgado el uso generalizado de un concepto que trata de normalizar la mentira, por lo que ahora en lugar de decir información falsa, se podrá hablar novedosamente de la posverdad.

En la actualidad “nos encontramos ante una cuestión que requiere analizar cómo las personas acceden y comparten información en la era digital y cuál es el papel de las plataformas digitales en su propagación”(Fernández García, 2017).  Las personas que en el pasado actuaban únicamente como receptores de la información, gracias al creciente desarrollo tecnológico y comunicacional, tienen la facilidad, no solo de reproducir cualquier tipo de noticias o información entre sus contactos o su círculo íntimo, sino además de producirla.

Villalva (2020) asegura que “el alcance que ha adquirido la posverdad se debe, sobre todo, a las actuales condiciones de producción y circulación de la información a través de internet y de manera particular de las redes sociales”. Es decir, se ha arrebatado la cualidad de informar que se encontraba exclusivamente en manos de periodistas o comunicadores profesionales a través de los medios de comunicación.

Hace muchos años, la única forma que existía para obtener información era exclusivamente a través de la prensa escrita, la misma que con sus debidas limitaciones lograba mantener informado a su público. Esta información, a pesar de que muchas veces demoraba en llegar, mantenía altos niveles de confiabilidad entre quienes la consumían. Con el desarrollo de la tecnología, la radio y la televisión pasaron respectivamente a complementar el contenido informativo que antes difundían únicamente los diarios, manteniendo el alto nivel de confianza de la ciudadanía con respecto a las noticias que eran emitidas.

Sin embargo, gracias al reciente boom tecnológico, “la manera en que accedemos a la información ha cambiado radicalmente en los últimos años. La prensa y los informativos de televisión pierden audiencia, especialmente entre las generaciones más jóvenes, entre las cuales las redes sociales han pasado a ser hegemónicas” (Fernández García 2017).

Según la publicación científica de Tania Villalva, Noticias falsas y la construcción de relatos agnológicos como estrategia política en las movilizaciones de octubre de 2019 en el Ecuador (2020):

para enero de 2019, según datos del Global Di-gital, elaborado por We Are Social y Hoot-suiteen,  en  Ecuador  el  uso  de  internet alcanzó un 79%, es decir, 13.4 millones de usuarios, de los cuales 12 millones navegaron en alguna red social, y el dispositivo preferido fue el teléfono celular, con un total de 11 millones de usuarios.

Estos datos contrastan con la constante pérdida de audiencia que existe en medios tradicionales, en los cuales, con el pasar de los años disminuye de manera drástica la cantidad de público que los visualiza y consume, en especial al tratarse de público menor de 35 años, el cual ocupa principalmente las redes sociales, como Facebook, Twitter o Instagram como fuente de información.

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