Fanatismo, poder y autoridad... el atentado contra la tolerancia

Fecha: Noviembre 29 del 2021

Presentado por: Diego Alejandro Pelaez Dvera.                                                

Fanatismo, poder y autoridad, el atentado contra la tolerancia.

¿Podríamos decir que el fanatismo y el poder son factores que promueven e inmiscuyen a la población humana en la intolerancia? Aquella añorada y necesitada tolerancia que hará que las personas respeten sus opiniones y puntos de vista respecto a un tema ideológico en específico, para así generar una armonía entre ellos y evitar la sádica violencia. Son muchos los puntos que se deben tocar para hablar de tolerancia: Libertad, autoridad, fanatismo, poder, entre otros. Voltaire supo abordar los puntos mencionados y los agrupó en un libro creado con el fin de concientizar y promover esa lucha por la aceptación y adopción de la tolerancia en las sociedades.

François-Marie Arouet (1694-1778), más conocido como “Voltaire”, fue uno de los personajes más emblemáticos e influyentes de la Ilustración Francesa. Se desempeñó como escritor, historiador, filósofo y abogado. Defendió la libertad individual de conciencia y criticó el fanatismo religioso (W., & Bilefsky, D, 2013). Así pues, llegó a escribir su famosa obra llamada “Tratado sobre la tolerancia”, publicada oficialmente en 1763 bajo seudónimos para evitar el encarcelamiento (nótese la existente intolerancia ideológica) y de esta forma intentar ilustrar al ciudadano promedio. Se debe tener en cuenta que la obra fue escrita en un contexto de intolerancia religiosa e ideológica, tras la revocación del edicto de Nantes por parte de Luis XIV, en el cual se permitía la libertad de cultos en Francia. Eso se reflejó en violencia, rechazo e intransigencia, a tal punto en el que las mismas leyes excluían a los protestantes de ciertas profesiones u oficios, esto debido al papel de poder en el que estaba involucrada la religión católica.

Voltaire en su libro pone a manera de ejemplo y de punto de partida el caso de Jean Calas. Pues esa historia refleja el fanatismo puro y crudo de la religión, a su vez, el poder y la autoridad que este mismo tiene. El caso mencionado se desarrolla en Toulouse en 1761 en el seno de una familia de religión protestante, la cual se ve afectada por un proceso jurídico lleno de arbitrariedades en torno al suicidio de Marc-Antoine Calas, hijo de Jean. Fue encontrado colgado en su propia casa por Pierre Calas (su hermano) y Lavaysse (su amigo). Entre gritos, miedo y pánico, los integrantes de la casa (padres de Marc-Antoine y la empleada) descubrieron el atroz suceso y con el paso de los minutos se agrupó una multitud de personas afuera de la casa, las cuales empezaron a sacar sus propias conclusiones, mejor dicho, supersticiones, pero la que más resaltó fue aquella que tildaba de fratricidio el hecho, debido a que su hijo supuestamente quería pasar a ser católico y su familia por evitarlo lo asesinó. La familia primeramente cubre el hecho de que la causa de muerte había sido el suicidio, ¿por qué?, porque para la religión este era mal visto, por lo tanto, perderían el honor de su familia y el cuerpo de Marc-Antoine sería parte de un ritual denigrante debido a su acto final. Toda esta revuelta hizo que los jueces dictaran pena de muerte para la familia, empezando por Jean; este mientras estaba siendo asesinado adjudicó a Dios como testigo de su inocencia. Aquella afirmación hizo que los jueces cambiaran su sentencia (nótese una vez más el sesgo ideológico y el poder que este conlleva) y optaron por suprimir la injusta pena de muerte a la cual los integrantes de la familia fueron sentenciados, para ser sustituida por un destierro y varias separaciones a causa del desplazamiento. Este fue el claro ejemplo de intolerancia por el cual Voltaire empezó a desarrollar su tratado, para contribuir a la búsqueda de justicia y reconocimiento del caso (lo logró perfectamente) y principalmente para sembrar mediante sentimentalismo-ilustrado el porqué la razón debe superar al fanatismo.

Arouet aborda en su obra 25 capítulos en los cuales hace reflexiones acerca de la tolerancia y hace un recuento para detallar si de verdad ha estado presente en las sociedades a lo largo del tiempo. En su recuento pasamos por India, Persia y Tartaria para concluir que en esos lugares se ha evidenciado la tolerancia y que eso ha tenido repercusión positiva en el comercio y la agricultura. Luego viajamos hacia China, donde se analiza el particular caso de la expulsión de los jesuitas, en el cual se hace claridad que esa expulsión no fue por intolerancia de los chinos, fue porque los jesuitas buscaron imponerse y no aceptar ninguna otra religión. Caso similar ocurrió en Japón quien era uno de los países más tolerantes, convivían en su territorio 12 religiones, hasta que nuevamente aparecieron los jesuitas y su absurdo fanatismo, quisieron establecerse y luchar por la autoridad y por el poder para imponerse y anular al resto de religiones, lo cual desencadenó una guerra civil. “El gran medio para disminuir el número de maniacos, es entregar esa enfermedad del espíritu al régimen de la razón” (Voltaire, 1763).

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