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Feminismo Postmodern

ANAIDJARAMILLO25 de Mayo de 2013

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Postmodernismo, postcolonialismo y feminismo: manual para (in)expertos

INTRODUCCIÓN

En este texto exploramos algunos de los postulados centrales de las corrientes post-modernas, postcoloniales y feministas. Bajo distintos enfoques éstas revisan, reinterpretan y critican el paradigma de la modernidad a fin de volver explícitos sus silencios, de identificar las contradicciones internas que lo caracterizan y de dar voz a "la hibridez, la multiplicidad, la ambigüedad y la contingencia de las formas de vida concretas" (Castro-Gómez, 2000:145). Su escepticismo frente al proyecto político y científico de la Ilustración surge en parte por la complicidad de éste con algunos acontecimientos que han sacudido de manera profunda los cimientos humanísticos de la modernidad. Fenómenos como el racismo, los campos de concentración, la bomba atómica, y la contaminación ambiental, por solo mencionar algunos, no hubieran sido posibles sin la clasificación de las razas, la física atómica y la sobreexplotación de la naturaleza que produjeron las ideas modernas sobre el progreso, el desarrollo tecnológico y la industrialización. El conocimiento, por ende, no constituye una fuente de emancipación como lo plantea la Ilustración sino, por el contrario, una herramienta más de opresión, destrucción y miseria para la gran mayoría de la población mundial.

En el contexto descrito, que ha sido denominado de diversas formas -postmodernidad, postnacionalismo, modernidad tardía o modernidad radical[2]- se ha formulado una serie de ideas que obligan a reevaluar el pensamiento moderno' en sus manifestaciones políticas, sociales y culturales. Entre éstas se destacan la crítica al hombre racional como sujeto de la historia, el rechazo a las nociones progresistas de la historia, el carácter social y construido de la realidad, el desvanecimiento de jerarquías dentro de la producción del saber; la relación entre distintos saberes y el ejercicio del poder; y el cuestionamiento de los fundamentos del conocimiento.

A pesar de su enorme relevancia, las herramientas teóricas que ofrecen las corrientes postmodernas, postcoloniales y feministas para reconstruir el pensamiento social son a veces tan complejas y obtusas que la pretensión de utilizarlas resulta difícil y frustrante. Debido a la presentación de sus ideas en un lenguaje altamente especializado, las personas que no poseen un trasfondo literario o filosófico adecuado terminan siendo excluidas de su lectura y de la posibilidad de aprehender los espacios críticos y alternativos que dichas perspectivas ofrecen.

Por ello, el artículo busca llevar a cabo una revisión preliminar de las tres corrientes y enumerar algunos de sus postulados centrales desde un lenguaje sencillo y accesible a lectores no expertos como nosotras. Posteriormente, y sin pretender ser exhaustivas, formulamos una serie de críticas a los planteamientos hechos por cada una. El ejercicio conceptual que presentamos a continuación refleja nuestra convicción de la importancia teórica y política que reviste el postmodernismo, el postcolonialismo y el feminismo para la visualización de los sujetos marginales de la modernidad así como su posibilidad de agencia, y de la necesidad de aproximarnos al contexto histórico actual desde una posición subalterna como mujeres, en el tercer mundo.

Las teorías postmodernas

La postmodernidad como concepto resalta la existencia de una realidad social, cultural, política y económica distinta en el mundo, producto de la crisis de la modernidad y el advenimiento de una nueva época histórica (López, 1988). En esta medida, las corrientes postmodernas ofrecen un conjunto de marcos interpretativos para abordar esta realidad, los cuales se contraponen a los preceptos centrales de la modernidad. El paradigma de la época moderna, que desde el siglo XVI empezó a desarrollarse en Europa, se fundamenta en una visión antropocéntrica del mundo (la cual contrasta con el orden teocéntrico característico de la época medieval), así como una nueva concepción de racionalidad basada en el hombre como sujeto. Algunos de sus puntos centrales incluyen (Habermas, 1989; Vattimo, 1990; Viviescas y Giraldo,1991):

1 . Un "yo" (sujeto) coherente y estable, cuyas principales características son su capacidad de razonar sobre sí mismo y sobre las leyes de la naturaleza, y su autonomía y libertad para hacerlo;

2 . Una concepción particular de la realidad y, por extensión, de los fundamentos de la verdad, desde la cual lo "real" es aquello que existe independientemente del sujeto;

3. La fe en la razón, y en el conocimiento neutral y objetivo como garantes de la libertad y el progreso de la humanidad;

4. El lenguaje como medio de expresión transparente. Los objetos no son construcciones sociales ni productos del lenguaje, sino que se hacen presentes en la conciencia al nombrarlos a través del uso de éste;

5 . La filosofía como modelo privilegiado de interpretación. Sólo la filosofía puede proporcionar fundamentos objetivos, confiables y universales para el conocimiento así como para juzgar entre distintas pretensiones de verdad;

6. Una noción teleológica y racionalista de la historia. El propósito de la historia es la perfección progresiva de la humanidad y la realización de sus capacidades y proyectos.

Los autores postmodernos se presentan ante todo como anti-modernos (Habermas, 1991). En este sentido, el postmodernismo constituye un estado de incredulidad frente a las grandes narrativas, la epistemología, la racionalidad, la metafísica, las metodologías y los sujetos de la modernidad (Lyotard, 1989; Giddens, 1999:16). Todos los logros que se atribuyen a la modernidad son cuestionados, desde la industrialización, la urbanización y la tecnologización del mundo, hasta el estado-nación, la democracia liberal y el humanismo (Rosenau, 1992:6). Dichas críticas se desprenden de la crisis que la modernidad atraviesa, razón por la cual los autores postmodernos afirman que ésta no es una fuente de libertad y progreso sino, por el contrario, un reproductor de destrucción, subyugación, opresión y represión.

De forma paralela, el postmodernismo reconoce y privilegia muchos elementos que fueron subestimados por la modernidad. Las emociones, los sentimientos, la intuición, la costumbre, la magia, la tradición y, en general, todo lo perteneciente al "mundo de la vida" adquiere una importancia decisiva en la construcción del conocimiento. Un ejemplo de estos acercamientos es la genealogía, metodología histórica utilizada por Michel Foucault para aproximarse a los orígenes, la puesta en funcionamiento, y los efectos de los dispositivos de poder. Para Foucault (1992: 7), la genealogía enfrenta una tarea indispensable:

Percibir la singularidad de los sucesos, fuera de toda finalidad monótona; encontrarlos allí donde menos se espera y en aquello que pasa desapercibido por carecer de historia -los sentimientos, el amor, la conciencia, los instintos-; captar su entorno, pero en absoluto trazar la curva lenta de una evolución, sino reencontrar las diferentes escenas en las que han jugado diferentes papeles; definir incluso el punto de su ausencia, el momento en el que no han tenido lugar […].

Simultáneamente con el rescate de elementos desconocidos y silenciados, los postmodernos declaran la muerte de los principales elementos que privilegió el proyecto de la Ilustración: el hombre o el sujeto, y la historia (Reale y Antiseri, 1988:837-838). La afirmación de que el sujeto (el hombre o la conciencia) ha muerto significa que esta categoría es engañosa, que las personas no existen por sí solas independientes de las estructuras sociales. Desde el pensamiento moderno el hombre, a partir de su conciencia racional, es visto como el motor de la historia y dueño de su propio destino. En cambio, los filósofos postmodernos consideran todos los conceptos como aparatos artificiales que adquieren el carácter de natural a través de su uso repetitivo en el lenguaje y de las prácticas sociales. En esta medida, el sujeto es un artefacto social, histórico y del lenguaje, no un ser trascendental como lo ha dibujado la modernidad. El hombre se encuentra siempre atrapado en redes de significado, y no puede hacer nada para salirse de ellas; "no existe ningún punto de Ar-químedes, ningún momento de la autonomía, ninguna razón pura ni conciencia constitutiva con un acceso independiente, no-lingüístico ni ahistórico a lo real ni al ser del mundo" (Flax, 1990:33).

El fin de la historia implica que ésta es una fábula que el hombre construye para justificar sus acciones y situarse en el tiempo. Dentro de la idea moderna de historia están implícitas las nociones de progreso, evolución, continuidad y razón. En este sentido, se constituye teleológica: existen metas que el sujeto debe cumplir y en la medida en que éstas se cumplen, estará más próximo a sí mismo y a su esencia (Flax, 1990). Los postmodernos rechazan esta concepción porque sustentan de forma equívoca la idea de que existe una sola noción de historia, de la cual el hombre es su protagonista. Para que el relato histórico sea legítimo, las historias de los "otros" deben ser expuestas y visibilizadas, ya que cualquier muestra de unidad presupone un acto previo de poder y dominación[3].

En las páginas que siguen exploraremos las críticas postmodernas a los conceptos modernos de razón y sujeto, el sistema de los binarios dicotómicos, los metarrelatos y el fundacionalismo teórico[4], así como dos de las herramientas interpretativas que el postmodernismo utiliza para su análisis: la hermenéutica y la deconstrucción.

Sujeto y poder

La oposición

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