Golpe Militar
pelao0078 de Junio de 2015
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Ver y representar son actos ‘materiales’ en la medida en que se constituyen medios de intervenir el mundo. No ‘vemos’ simplemente lo que esta allí, ante nosotros, más bien, las formas específicas como vemos -y representamos el mundo determinan cómo es que actuamos frente a éste y, al hacerlo, creamos lo que ese mundo es.
“Débora Poole.”
El ambiente de la mañana del 11 de septiembre de 1973 es denso y silencioso. Sin
embargo, aquel silencio termina cuando un gran estruendo se siente en el centro de
Santiago. Una junta militar toma el poder y Salvador Allende muere en La Moneda.
después de ocho días de aquel acontecimiento, las imágenes de La Moneda en llamas y de los soldados registrando y golpeando a los civiles en las calles céntricas de la ciudad, comenzaron a recorrer el mundo entero.
durante el transcurso de las primeras semanas el país organizó sus actividades cotidianas según los diferentes bandos militares que se difundían en los medios de comunicación. Debemos recordar que hubo un estado de sitio permanente, restringiendo toda manifestación individual y colectiva. Hacia finales del mes de septiembre, los reportajes a Chile por parte de las agencias extranjeras se concentraron especialmente en las acciones de la Junta Militar. Los primeros bandos y decretos presentan la primera vía de su legitimación, basada en un nuevo discurso autodenominado ‘Restauración Democrática’; en ellos se invoca una serie
de argumentos justifica torios de la toma del poder (bando Nº 5 y el decreto de ley Nº1). A la luz de lo ocurrido, algunos medios más osados y críticos de los hechos acaecidos, publicaron los primeros movimientos de la Junta y las características de la represión que vivía el país.
Newsweek sugirió en la primera semana de octubre que el golpe no era un pronunciamiento militar de rutina, más bien, el inicio de una dictadura militar que buscaba perpetuarse en el poder. “Los militares chilenos tenían en mente más que un simple cambio de gobierno -señalo Newsweek la primera semana de octubre-, nada menos que una revolución cultural de derecha” (Vergara: 2003, p48). De hecho, los primeros días del mes de octubre la Junta Militar reaccionó a las fuertes críticas que los reporteros enviaban a sus respectivos países. Un ejemplo de ello fue la expulsión de cuatro reporteros, El Mercurio nos cuenta: “cuatro periodistas extranjeros que
ingresaron al país después del 11 de septiembre y cuyas residencias no han podido ser ubicadas por la policía, deberán abandonar Chile en las próximas 24 horas. La
Información fue entregada por la oficina de RR.PP. de la policía civil.
A partir de ese entonces y producto de las impactantes imágenes que comenzaron a circular en los medios de información internacional, la Junta Militar optó por enviar representantes al extranjero, quienes divulgaron la versión oficial -y limpia- del pronunciamiento1. El diario El Mercurio defendió a la Junta aclarando que:
Dicha incomprensión exterior es una ventaja porque permite mostrar al pueblo quienes
son los que de veras resguardan la soberanía, la independencia y la dignidad de Chile, y quienes han actuado en el país como agentes de potencias extranjeras. Las voces chilenas que se oyen en Radio Moscú y los otros que mueven hilos en distintas capitales del mundo para lograr beneficios políticos partidistas u otras ventajas, sobre la base de desfigurar los propósitos y realidades del pronunciamiento militar chileno, son los que realmente conspiran contra la seguridad interior y exterior de la república y se hacen reos de traición a la patria (La incomprensión exterior, 1973, 7 de octubre).
Al mismo tiempo, comenzó una fuerte campaña en los medios nacionales desprestigiando al gobierno de la Unidad Popular para buscar el apoyo en la población:
Podemos asegurar que los efectos de la máquina publicitaria UP están latentes en los
chilenos, y lo que es aún más negativo, es que si bien existe un grupo franco y claro hacia el
nuevo gobierno, hay temor a comprometerse públicamente con él. Existe un actuar
comprometido sólo a nivel individual y/o privado. Se le hace difícil a la población hacer
trascender su apoyo (Sobre la necesidad de realizar una campaña Psicológica-masiva tendiente a destruir al marxismo como ideología, 1974, pp. 2-3).
Como vemos, la Junta debía arremeter fuertemente contra las críticas en el exterior,
como también, aislar a la población de ideas revolucionarias que llevaran a provocar un derrocamiento del nuevo grupo dominante. La creación de un discurso hegemónico se hizo inminente (Ver lámina Nº1). La Junta Militar y sus adherentes se vieron en la
encrucijada de legitimar sus actos por medio de la creación de un discurso unívoco, que se vio reflejado en los diferentes procedimientos llevados a cabo durante la dictadura. En ellos se expresa explícitamente la labor de forjar un nuevo rostro para Chile. Tomando las palabras de la Junta militar: “El rostro de Chile ha cambiado, y ha resurgido su espíritu y su alma” (A seis meses de la liberación nacional, 1974, 44). El Estado debía ser el único portavoz de ese ser nacional, rostro plausible que contuviera los valores esenciales de la patria que el marxismo ponía en peligro. Para la Junta Militar “el nacionalismo chileno, más que una ideología, es un estilo de conducta, la expresión genuina del ser de la Patria y del alma de su pueblo” (A seis meses de la liberación nacional, 1974, p38).
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1 Los primeros meses del golpe de Estado se organizó una operación de imagen tanto en el interior como en el exterior. Concerniente a la imagen de chile en el exterior se decretó, el 19 de noviembre de 1973, el aumento de las plazas de “adictos culturales”. Según Ascanio Cavallo éstas fueron aumentadas de diez a veinticinco. Los agentes culturales y de prensa tenían la misión de procurar que en los medios de comunicación no parecieran nada sobre Chile y si tuvieran lugar alguna noticia sobre el país debían resguardar que se hiciese en forma positiva (Cavallo, 1997).
Es por ello que planteamos que las políticas comunicacionales, apuntaron a fortalecer
una idea-imagen acorde con los principios legitimadores y restauradores fundados por la junta. Las políticas comunicacionales delimitaron los parámetros discursivos que se
debían utilizar en la implantación de un nuevo imaginario social, ya que estos eran una
pieza efectiva del dispositivo de control de la vida colectiva, y en especial del ejercicio del poder. A la luz de estos antecedentes es que nos interesó indagar en las ideas de fuerza que tuvo el Gobierno Militar y en lo que se comunicaba a través de la imagen fotográfica, sobre todo en aquellas que circulaban y eran conocidas, más que en aquellas que se internalizaban individualmente. A fin de cuentas, el único indicador posible de reconocimiento no es un estado mental, sino una nueva producción de significados. En la actualidad resulta evidente que la fotografía no es una producción de imágenes inocentes como muchos pensaban antes, una simple reproducción de la naturaleza o una realidad objetiva del mundo que nos rodea, sino más bien un lenguaje relativamente estructurado tanto en sus formas como en sus significados. Si para la crítica postmoderna, la fotografía como tecnología varía según qué relaciones de poder la impregnan, no podemos dejar de sospechar de ella2. La fotografía, aunque estrictamente unida a la naturaleza, sólo tiene una objetividad ficticia; el carácter aparentemente no simbólico, de ‘objeto’ de las imágenes técnicas hace que el observador las mire y observe como si no fueran realmente imágenes, sino una especie de ventana al mundo. No obstante, el lente,ese ojo supuestamente imparcial, permite todas las deformaciones posibles de la realidad.
De esta manera, las fotografías que describe esta investigación se utilizaron como
verdaderas herramientas que minaron el imaginario colectivo en la sociedad. Es por ello que proponemos que las imágenes fotográficas que circularon en los aparatos comunicacionales se constituyeron y circularon bajo determinadas estructuras, impuestas dentro de los parámetros establecidos por las políticas comunicacionales. Es así, que las imágenes fotográficas como tecnología de representación se convierten en un problema de actores sociales y de sociedades y no de discursos abstractos. Es incluso al contrario, pues el discurso que en ellas se impregna tiene una presencia material y real en la historia. Ahora bien, si analizamos en profundidad las políticas comunicacionales, estas fueron concebidas desde una acuciosa y metódica planificación, pues la filiación de la población hacia la Junta Militar debía ser inmediata. A través de la dominación simbólica en una sola idea-fuerza pretendieron uniformar el imaginario social. Para ello, era fundamental controlar los medios de comunicación, pues “todo poder apunta a tener un papel privilegiado en la emisión de los discursos que conducen a los imaginarios sociales, del mismo modo que busca conservar cierto control sobre
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