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Identidad, Exclusión Y Racismo: Reflexiones

julcer890226 de Septiembre de 2012

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Identidad, exclusión y racismo: reflexiones

Teóricas y sobre México

Identidad, exclusión y racismo: reflexiones

teóricas y sobre México

OLIVIA GALL*

I. LAS PARADOJAS DE LA IGUALDAD

U NA CANTIDAD CONSIDERABLE DE ciudadanos del mundo

hablamos hoy insistentemente acerca de la necesidad de

erradicar de manera consciente y activa la exclusión, la

* Doctora en Ciencia Política. Instituto de Estudios Políticos, Grenoble, Francia.

Investigadora del Programa de Estudios sobre la Equidad del Centro Regional

de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la Universidad Nacional Autónoma de

México (UNAM). Temas de especialización: Historia de México: 1910-1940;

Discriminación; Intolerancia; Racismo. Número de teléfono: (55) 55-73-51-00. Fax:

55-13-84-96. Correo electrónico: <olivgall@servidor.unam.mx>.

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discriminación, la intolerancia, la xenofobia o el racismo, temas

todos que abordaremos en este ensayo. Haremos hincapié especial

en el último de ellos: el racismo o la discriminación racial. De tal

modo, partimos —aun si no estamos plenamente conscientes de

ello— de un reconocimiento previo de que todos los habitantes

de nuestro planeta tenemos un valor (no una esencia o una identidad)

igual como seres humanos. Sin embargo, por más llano

que parezca, este reconocimiento engendra susceptibilidades y

paradojas de primera magnitud. Susceptibilidades porque toca

aspectos puntillosos de la sensibilidad de individuos, grupos, colectividades,

sociedades o naciones (o ambas). Aspectos como “la

sangre”; los antepasados o los orígenes; el terruño; la pertenencia;

la identidad personal y la identidad colectiva, en las que se hallan

presentes pequeñeces como la Historia y la memoria colectivas, la

religión, las tradiciones y costumbres, el color de la piel, el arte

culinario o la lengua y, finalmente, la(s) manera(s) de ver, de sentir

y de enfrentar a los otros: los diferentes. “Paradojas” porque al

hablar de derechos iguales nos enfrascamos en una contradicción

central: “[. . .] aquella entre el universalismo que concierne a los

seres humanos y el universalismo que concierne a las ‘culturas’”

(Castoriadis, 1985: 7).

Si observamos con cuidado estas susceptibilidades y paradojas,

podemos apreciar lo complejo del fenómeno. En el presente

trabajo se intentará realizar una aproximación a él; el punto de

partida será una reflexión inicial acerca del concepto de “identidadotredad

” como el vehículo teórico-metodológico más pertinente

para abordar el análisis de intolerancias, discriminaciones y

racismos de diversos tipos. En un segundo momento se abordarán

de manera breve —sobre la base del pensamiento de Cornelius

Castoriadis— los mecanismos básicos de la intolerancia, cuna del

racismo. ¿Hasta qué punto, plantea una de las preguntas analíticas

centrales de este artículo, son tales mecanismos evitables o inevitables,

normales o anormales? La respuesta a tal pregunta permitirá

introducir el tema central, el racismo, desde diversos ángulos:

sobre la base de la reflexión del importante investigador británico

especializado en América Latina, Peter Wade, analizaremos un

punto de vista que nos parece interesante acerca de la diferencia

entre los conceptos de “raza” y “etnicidad” y la importancia que

tiene entender sus puntos de intersección y sus diferencias intrínIDENTIDAD,

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secas, para no caer en el muy grave y común error de no dar a los

fenómenos de racismo el peso histórico que merecen en diversos

tipos de sociedades. ¿Cuándo se puede hablar de “conflictos

interétnicos” y cuándo incluyen además estos conflictos al racismo

como uno de sus ingredientes? Una de las discusiones que enmarca

la anterior (y que también forma parte de las páginas siguientes)

se refiere a dónde se debe situar el nacimiento del racismo en la

Historia: como un producto de la modernidad o como un fenó-

meno que ha atravesado —al igual que otras intolerancias—

todos los tiempos humanos con Historia. Aterrizaremos finalmente

en nuestro país para analizar en cuál o en cuáles de sus variantes

se ha presentado y se presenta el racismo en nuestro territorio,1 así

como cuál ha sido la relación entre raza y género en México.

II. IDENTIDAD Y OTREDAD

La identidad es

[. . .] la percepción colectiva de un “nosotros” relativamente homogéneo

(el grupo visto desde dentro) por oposición a “los otros” (el grupo de

fuera), en función del reconocimiento de caracteres, marcas y rasgos

compartidos que funcionan también como signos y emblemas, así como

de una memoria colectiva común (Fossaert, 1983).

Tal percepción colectiva es a la vez tangible e intangible. Está

compuesta de lo imperceptible por lo que se echan a andar los

mecanismos de la significación que le son propios a la memoria

colectiva de una colectividad humana. Sea cual fuere esta colectividad,

sus miembros comparten un territorio, una historia y

una cultura específicos, que los hacen sentirse “idénticos” (así:

entrecomillado). Tal sentimiento, dicha certeza de su calidad

de idénticos, funciona como una especie de “argamasa invisible”

que aglutina puntualmente y da coherencia a la vida de los

pueblos; les despierta el sentimiento de pertenencia y el de dife-

1 Debo aclarar que sólo voy a tocar el tema de los racismos anti-indígenas. No he

trabajado aún el tema del racismo contra otras minorías étnicas en México: los judíos,

los orientales, los negros, y otros.

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rencia respecto de los otros para que, a su vez, ésos los reconozcan

“diferentes” (Ávila Palafox, 1993).

Identidad y otredad son dos caras de la misma moneda. Ningún

grupo humano se autopercibe y se autodefine más que por oposici

ón a la manera como percibe y define a otro grupo humano,

al que considera diferente de sí. Vista en este sentido, la identidad

no es un absoluto previamente determinado por el origen y la

pertenencia puramente étnica, situado más allá de la conciencia

y de la voluntad de los hombres. Más bien es una realidad social

marcada por profundos imperativos: el territorial, el económico,

el de clase, el político, el institucional, el de la re-creación y re-elaboraci

ón constantes de la memoria e historia grupales, así como

el de la asunción de la propia cultura (Barth, 1976).

Estos ingredientes, producto de la simbiosis entre el individuo

y el grupo, elaboran un “[. . .] cocktail de una potencialidad

extraordinaria”, “[. . .] algo así como un corpus mysticum” que posee

toda la fuerza de las pulsiones primarias del género humano. Por

eso aparece constantemente en nuestro lenguaje, en los dichos, en

la poesía, en la Filosofía y en el folklore: en el “Yo soy quien soy”

de Calderón de la Barca; en el “Yo soy quien soy y no me parezco

a naiden” del folklore mexicano; en el “Yo no soy yo” de Juan

Ramón; en la frase de Jorge Luis Borges: “Esa cosa rara que somos:

numerosa y una”; en el “Todos soy yo” de Miguel de Unamuno;

o, finalmente, en la hermosísima fórmula de Jean Arthur Rimbaud:

“Je est un autre” (“Yo es otro”).

La Historia confiere al conjunto [al grupo] la inmortalidad por

sucesión; el nivel de lo trascendente; lo recubierto de grandeza

cósmica; lo sagrado; lo religioso; lo que llega a convertirse en la

ideología más poderosa. Aquello por lo que los simples mortales

se hallan dispuestos a inmolarse y, tristemente, están dispuestos

también a matar (Lisón Tolosana, 1993).

La identidad colectiva —de la que la identidad individual no

está más que parcialmente exenta— es entonces una construcción

social, una manera de representarse, de darle significación al

“nosotros”. Es una idea en la cabeza y un sentimiento en las tripas

de muchos que se viven como “idénticos”. Sin embargo, no es una

simple idea, sino al revés: es una idea por la que, simplemente

(como dice Lisón Tolosana) podemos dar la vida y quitársela a

otros. Se entiende entonces por qué, cuando uno analiza las relaIDENTIDAD,

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ciones o los conflictos entre “grupos socioculturales” —llamados

“conflictos interculturales o interétnicos”—, uno de los vehículos

privilegiados del análisis es la construcción “identidad”, que no

existe sin su contraparte: la construcción de la otredad.

III. LOS UNIVERSALES Y LOS MECANISMOS RECURRENTES DE LA

EXCLUSIÓN Y LA INTOLERANCIA, CUNA DEL RACISMO

Desde la perspectiva de la identidad-otredad como construcción

social históricamente determinada, podemos aproximarnos al

racismo desde su origen: la intolerancia y la exclusión.

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