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Investigación Día De Muertos


Enviado por   •  27 de Septiembre de 2014  •  1.101 Palabras (5 Páginas)  •  293 Visitas

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ALEGRIA, DERROCHE Y DIVERSIÓN EN LA FIESTA DE LOS MUERTOS DECIMONÓNICA

Edelmira Ramírez Leyva

Si bien, durante la segunda mitad del siglo XIX, el día dedicado a la conmemoración de los fieles difuntos se consideraba un día solemne, melancólico. Lleno de lágrimas y añoranza por los parientes y amigos muertos, de hecho era una mera formalidad, pues la realidad remitía a un verdadero día de fiesta colectiva, llena de alegría, gozo, comilonas y en donde todas las clases sociales mostraban sus diferencias.

Algunas de las crónicas decimonónicas señalan que la naturaleza se vestía a tono para celebrar a los muertos; así rememoraban el otoño como un mes melancólico, frio, triste, donde el amarillo de las hojas caídas enmarcaba la desnudez de los árboles, ofreciendo el paisaje perfecto para recordar a los muertos. De hecho hay una cierta relación entre las fiestas y las estaciones, así la conmemoración de los muertos es la fiesta del otoño, situada antes de las dos grandes fiestas de invierno del calendario mexicano; el de la Virgen de Guadalupe y Navidad.

Esa atmósfera del otoño, que aparecía estar a tono con la recordación de los muertos, no era la característica emotiva que reinaba durante la fiesta de los difuntos, ya que el gran movimiento generado por los preparativos del festejo, creaba un ambiente de tensión pre festivo.

Junto a la fiesta popular convivía el ritual católico, no hay que olvidar que la asignación de la fecha de la conmemoración de los difuntos fue establecida por la Iglesia, al parecer, por el benedictino San Odilón, Abad de Cluny, quien hacia el 1049, a través de una revelación, fija el dos de noviembre para dedicarlo a las ánimas del purgatorio, lo cual fue apoyado y difundido por los Pontífices.

El ritual católico para celebrar a los muertos consistía en la aplicación de misas, sufragios, oraciones, limosnas y oblaciones; siendo las plegarias la forma activa que tenían los vivos para ayudar a los muertos, incluso se vendían unas hojitas con varias oraciones.

La fiesta popular para conmemorar a los muertos distaba mucho del recogimiento señalado por el ritual religioso, pues aunque la gente festejaba según sus recursos, había un derroche generalizado para cubrir los diversos requerimientos que exigía la festividad.

En el siglo XIX había diferentes formas de celebrar a los muertos, según la religión y clase social del país la más importante, visitar el panteón.

Si a lo largo del año, los cementerios eran espacios donde los muertos reposaban solitariamente, resignados al abandono, el día de su fiesta, los panteones se convertían en lugares de socialización.

El dos de noviembre los panteones cobraban una animación inusitada, además, el amarillo naranja de la flor de muerto, la flor de la época y la preferida de los indígenas. La tradición de la ofrenda procede de las antiguas ceremonias prehispánicas; en el siglo XIX la costumbre aún estaba viva, mantenida por indígenas y la clase baja, pues no eran aceptadas por la Iglesia; y las clases acomodadas lo veían con malos ojos. En el mundo prehispánico, la ofrenda derivaba de las creencias el alma, el espíritu que sobrevivía tenía aún (…).

Para el siglo XIX, los indígenas aún conservaban algunas de sus antiguas costumbres pero poco a poco, obligados por las ideas cristianas fueron contaminando sus rituales, por ejemplo: solicitaban responsos por el alma de sus muertos, pero no creían que sus almas estuvieran en el cielo.

Se podría decir

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