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Justicia


Enviado por   •  4 de Agosto de 2011  •  1.523 Palabras (7 Páginas)  •  679 Visitas

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Cómo era hablar de la última dictadura militar argentina a mediados de los noventa? Me acuerdo de alguna charla sobre el tema con amigos del secundario. La idea de los militares que habían sido liberados por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final flotaba como un trasfondo implícito. Cualquier apelación a la Justicia quedaba invalidada a priori, o se cargaba de notas al pie. Las Madres de Plaza de Mayo sostuvieron desde el principio la postura de rechazo a toda forma de justicia por mano propia, y reforzaron su interpelación a un Estado que debía hacerse cargo de los crímenes cometidos. Pero también esto formó parte de un aprendizaje, de una educación sentimental y política, para muchos que como nosotros empezábamos a hablar del tema. Apostaría que en esos años de anti-menemismo, muchas conversaciones de amigos o compañeros desembocaban en algún momento en esta fantasía, la de preguntarse qué le harías a Videla o Massera si pudieras hacerles algo. Esa respuesta a una pregunta tengo en el recuerdo de haberla discutido con algún amigo, antes o después de comentar un disco de Todos Tus Muertos o un sketch de Cha Cha Cha. Me acuerdo también, del tipo que le pegó una piña a Astiz en la calle y llevó el debate a la tapa de los diarios, algunos años antes de los foros de Internet. ¿Cómo era hablar de la justicia antes de la Justicia? ¿Y cómo es después, si hay un después?

Morales (Pablo Rago) va todos los días a las estaciones de trenes, se sienta en un banco y mira pasar a la gente. Lleva una foto del acusado de asesinar a su mujer porque quiere ayudar a la Justicia. Allí lo encuentra Espósito que no se atreve a decirle que su caso fue archivado por el juzgado. Frente a esta escena, es difícil no pensar en la historia argentina reciente. Ese arco que va de las marchas del silencio en Catamarca por el crimen de María Soledad, hasta el proceso por el incendio de Cromañón. Familiares, padres, hijos. En Argentina, la ficción emblemática de la interpelación pública a la Justicia está lejos de esa escena clásica del cine y la televisión norteamericana. Aquella del juicio oral, vibrante y decisivo. En el imaginario político argentino las escenas son más parecidas a las de El secretos de sus ojos. Esa puesta aporteñada del cuento de Kafka, en el que un campesino se sienta a esperar ante las puertas de la Justicia, y que esta vez transcurre en la estación de Constitución. El guardián apostado es Espósito (Ricardo Darín), el empleado del juzgado. Y lejos de disuadir a Morales mientras espera lleno de paciencia, hace todo lo que está a su alcance, y mucho más, para responder a su demanda. Lo ayudan su colega Sandóval (Guillermo Francella) y su jefa Irene Hastings (Soledad Villamil), con los que compone una modesta Armada Brancaleone de la justicia argentina.

Ya se sabe, no lo logran. Un funcionario de la Triple A libera al asesino condenado. Matan a Sandóval, y Espósito debe exhiliarse. Cuando veinticinco años más tarde éste reconstruya la historia, descubrirá el secreto de Morales. Lo hallará convertido él mismo en guardián, personificando a la Justicia y el Estado que se ausentaron aquella vez. "Cadena perpetua, como vos dijiste", le dice el viudo a un mudo Espósito, cuando este lo descubre. Suena malintencionado el elogio de la venganza, que algunos pretendieron ver en la película. Morales está consumido por los años, y vive sólo en el campo. Su vida parece dedicada por entero a sostener el encierro del asesino de su mujer, y el grotesco de la situación remite menos a la idea de un justiciero, como los del cine norteamericano, que a aquél cuento de Borges en el que una familia de peones rurales analfabetos oye leer la Biblia por primera vez. Su modo de entenderla es a la vez literal y subjetivo, y los lleva a armar una Cruz para sacrificar al hombre que les leía. También Morales sigue al pie de la letra las palabras de Espósito; hace con ellas su propia interpretación del código penal.

El llamado a una reconciliación nacional se transformó en latiguillo de políticos e intelectuales opositores, desde el reinicio -durante el gobierno peronista de Néstor Kirchner- de los procesos judiciales a los represores de la última dictadura. A la vez, proliferaron las acusaciones por la política de Derechos Humanos del Gobierno, pese a continuar lo iniciadio por el radicalismo en los ’80. Se lo acusó de maquillar los hechos y manipular la opinión pública. Por otra parte, partidos de izquierda, y ciertos sectores de la sociedad, que durante años habían protagonizado las manifestaciones

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