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LA BIBLIOTECA PUBLICA Y UNA NUEVA CONCEPCION DE CULTURA EN CHILE


Enviado por   •  26 de Septiembre de 2015  •  Monografías  •  2.365 Palabras (10 Páginas)  •  194 Visitas

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LA BIBLIOTECA PUBLICA Y UNA NUEVA CONCEPCION DE CULTURA EN CHILE

Alumno: Luis Arancibia S.

Carrera: Bibliotecología

Asignatura: Relaciones Humanas

Profesora: Cecilia Jaña M.

Fecha: 13 de abril de 2015


El término cultura frecuentemente se asocia sólo al nivel de conocimiento que tienen las personas, es decir, al cultivo individual que tienen durante su vida. Pero hay una acepción más amplia que tiene relación a “la totalidad de manifestaciones y formas de vida que caracterizan un pueblo” (Jaeger, 1962), que nos habla ya de una mirada de civilización y sociedad. La cultura es puramente una actividad humana. “La cultura abarca, pues, todo producto y todo comportamientos humanos” (Sanhueza, 1997).

La Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, en su declaración de principios, señala que “la Cultura es el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan una sociedad o grupo social. Ello engloba, además de las artes y las letras los modos de vida, los derechos fundamentales del  ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”. (Unesco).

Chile, como miembro desde 1953, atiende a esta definición y se hace parte de las indicaciones que el organismo internacional propone en pos de superar la pobreza y de la integración de los pueblos a través de políticas públicas, basadas en informes tales como el Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD. Es a partir del gobierno de Ricardo Lagos Escobar que, fijando su mirada en el bicentenario del estado chileno, se propone al equipo del PNUD elaborar una radiografía del avance y proyección de la población chilena en sus 200 años.

Unesco junto al PNUD centran su definición de la cultura como “las maneras de vivir juntos. Visto así, contempla todas las expresiones en que se manifiesta la organización de la convivencia; las imágenes, las ideas, los valores y las prácticas que desarrolla una sociedad o segmentos de ella” (PNUD, 2002). Así, ya no se buscará la simpleza de calificar a Chile como un país culto por sus bajos niveles de analfabetismo, sino que se pretende conocer los avances del país en Democracia.

Según Heine, 2002, respecto a los antecedentes históricos en Chile de políticas enfocadas en la cultura, señala que:

Luego del “apagón cultural” que el país vivió entre 1973 y 1985, en los noventa reemergen algunos intentos por reimpulsar y potenciar la creatividad artística, entre los que cabría mencionar la Ley de Donaciones Culturales (la así llamada “Ley Valdés”), el FONDART, el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura, el Concurso de Arte Público del MOP y el Programa de Fomento del Cine de Largometraje de la CORFO, este último con un obvio impacto en el renacer del hasta hace poco alicaído cine chileno (Heine, 2002).

El mayor problema de este sistema de financiamiento y promoción de la cultura fueron las limitaciones en cuanto a beneficiar solamente eventos de asistencia gratuita, como también corresponder a una mínima parte del presupuesto, puesto que la entonces Dirección de Asuntos Culturales (DIRAC), dependiente de Cancillería, otorgaba apenas el 1% del presupuesto de la Dirección de Relaciones Económicas Internacionales de esta misma repartición de gobierno.

Recién con el gobierno de Ricardo Lagos Escobar, quien venía de experiencias en ministerios de Educación y de Obras Públicas, se vieron hitos importantes tales como la apertura al público de las puertas de La Moneda, como también actividades ciudadanas al aire libre, tales como el Día del Patrimonio.

Volviendo a la aportación del Informe del PNUD 2002, este se enfocaba principalmente en la pregunta ¿Qué es ser chileno?, identidad reseñada en un principio en la obra de Alonso de Ercilla y también modificada progresivamente por elementos exógenos tales como la hispanidad y catolicismo españoles, la economía británica y costumbres francesas, la identidad latinoamericana, la orientación militar y académica alemana; y, finalmente la tendencia estadounidense en casi todas las áreas. Pero, fundamentalmente, la geografía y la formación del Estado chileno, a partir de una identidad nacional-militar son las que erigen una imagen de lo que es ser chileno.

Luego de superado el periodo de Dictadura Militar, el proceso democrático ambientado en una sociedad de mercado y globalización, han dado paso de una sociedad de ciudadanos a una de consumidores (Heine, 2002).

Es dicha democracia quien ha de lograr mayor solidez y amplitud para que la política y las instituciones políticas realicen una promoción del desarrollo humano protegiendo la libertad y dignidad de todas las personas; en cuanto a la libertad de los medios de comunicación, estos no sólo debe liberarse del control estatal, sino también de las grandes corporativas económicas y del sector político.

La unión del gobierno con sectores civiles han propiciado un mayor pluralismo en materia de políticas mundiales; así como el desarrollo humano requiere mucho más que incrementar los ingresos, la gobernabilidad en pos del desarrollo humano requiere mucho más que tener instituciones públicas efectivas; los esfuerzos internacionales por promover el cambio resultan vanos si los actores nacionales se sienten excluidos.

En la necesidad de idear una sociedad nacional, la cual hasta nuestros días permanece en ideas vagas de representatividad en emblemas, más que en una producción cultural potente, comúnmente, “se considera la identidad social como unidad de los sujetos consigo mismos. En realidad, la identidad social es siempre relacional e intersubjetiva. Se constituye en procesos de comunicación e integración en lo que no están ausentes tensiones, conflictos y modalidades de dominación” (Vergara, 2002). Es por esto, que es indispensable que el estado chileno se haga cargo en su totalidad de orientar a la sociedad a convertirse en sujetos de cambio, más que en individuos, esto es brindar las oportunidades necesarias para que los habitantes de Chile contribuyan a crear un estado forjado en valores inherentes a nuestro pasado histórico, como también a entregar aportaciones tanto a nuestro país como al mundo.

Una baja inversión económica al fomento de la creación cultural se suma al escaso énfasis que se imprime en las políticas públicas referentes a la cultura a crear un nuevo paradigma de sociedad. Vivir en la era del conocimiento no significa solamente presenciar los avances científicos y culturales desde nuestra tribuna geopolítica, sino también debe corresponder producir cambios sustanciales en la identidad que debemos crear como sociedad, asimismo la imagen que podemos proyectar al mundo de que Chile también puede ser considerado un aporte en humanidades y el mundo científico.

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