LA CRISIS DEL SUJETO EN LAS CIENCIAS DEL HOMBRE: EL PARADIGMA EMERGENTE
Lic.Cant8 de Abril de 2012
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CAPITULO 8
LA CRISIS DEL SUJETO EN LAS CIENCIAS DEL HOMBRE:
EL PARADIGMA EMERGENTE
1. La crisis del sujeto
La primera sorpresa que nos encontramos es que el hombre como tal ha sido durante los últimos siglos el gran ausente de las ciencias del hombre. Por paradójico que parezca, las diversas disciplinas han ido fragmentando al hombre y reemplazándolo por sus componentes.
Fue un proceso doble; de una parte, se alejaron unas de otras especializándose y encasillándose en enfoques parciales que perdían de vista la perspectiva global del hombre, y, de otra, sustituyendo al hombre como conjunto por sus partes componentes. Es proceso que se inicia en el siglo XVII, como resultado de influencia del paradigma cartesiano-newtoniano de la física clásica y que tal solo hace unas décadas ha comenzado a recibir una clara contestación por parte del cuerpo académico. Vemos así que la crisis del sujeto no es un problema exclusivo de la teoría estratégica, sino que se ha generalizado por todas las ciencias del hombre. La búsqueda de un paradigma del hombre para, sobre el, construir una teoría de los jugadores tropieza aquí con un primer escollo. Porque como vamos a encontrar un nuevo paradigma si ni siquiera encontramos al propio hombre, si ni siquiera tenemos un sujeto.
La segunda sorpresa consiste en que – como reacción a su «desaparición», pero también como consecuencia de los nuevos hallazgos científicos – durante el siglo XX han surgido una nueva concepción del hombre tan revolucionaria que nos obliga a reajustar nuestros esquemas mentales. Y no me refiero ya a la llamada revolución biológica, sino a una autentica revolución interdisciplinar que iba a dar como un fruto un nuevo y apasionante enfoque del hombre.
¿QUE PRESENCIA TIENE HOY EL HOMBRE EN LA CIENCIA ACTUAL?
Psicología, sociología, medicina, biología, y antropología son claros ejemplos de cómo, en un momento dado, las distintas ciencias perdieron por el camino al hombre que se suponían estudiaban
Psicología
Para poder entender como la psicología ha perdido al sujeto, parece recomendable partir de una primera noción de sujeto. Pinillos (1975)¹ nos propone con carácter provisional la siguiente: «podemos entender por sujeto el substrato de los procesos y estados psicológicos». Pero enseguida nos advierte acerca de que ese substrato ha sido interpretado de muy diversas formas a lo largo de la historia. Siempre siguiendo a Pinillos, el sujeto ha estado presente en la psicología.
Como sustancia
Para Aristóteles, el sujeto era el hypokheimenon, esto es, lo sustente, algo que se supone debajo de lo que se observa pero que no es en si mismo observable. Aristóteles (animista) difería así de la interpretación (dualista) de Platón. Todavía encontramos hoy en nuestra cultura el eco de las dos escuelas, pero fue la aristotélica la que habría de dominar hasta el siglo XVII a través de la tradicional psicología de las facultades. Para esta escuela, las operaciones de las facultades son accidentes de una hipotética sustancia, que entendían como «soporte entitativo y dinámico, responsable de la identidad individual en los cambios y animador de la actividad vital».
Como conciencia
Niels Bohr (1958) nos recuerda que el progreso de la física renacentista consistió sobre todo en su liberación de la idea aristotélica del principio interior de movimientos. La supresión en la física de este postulado arrastro consigo la noción de principio anímico como cualidad oculta y dio origen a nuevos planteamientos. La idea de un sujeto oculto e inobservable se compaginaba mal con las aspiraciones empiristas de los nuevos saberes.
De hecho, ni Aristóteles ni Platón hicieron la distinción entre el espíritu y el cuerpo. Habría que esperar al siglo XVII para que esta brecha fuese abierta. Fue René Descartes (1596-1650) el primero en formular de forma explicita esta división. En 1619 se refugio en un albergue holandés para reflexionar sobre los secretos del espíritu. Aquella noche tuvo una inspiración repentina: si bien la percepción puede ser engañosa y nuestros sentidos nos pueden traicionar, si todo se podía poner en duda, incluida la habitación en que se encontraba o la silla en la que estaba sentado, había una única cosa que no podía cuestionarse: el hecho mismo de que el dudaba. El hecho de pensar/dudar precedía los objetos del mundo exterior. Descartes expreso esta idea en su famosa formula: «Pienso luego existo.» La semilla de la concepción platónica dualista –consagra en el «mito de la caverna»-- había germinado con efecto retardado de la mano de Descartes tomando el relevo a tantos siglos de influencia aristotélica. En ese contexto, es decir, como reminiscencias platónicas, debemos entender las ideas innatas y la ambición de explicarlo todo desde la razón y de actuar siempre bajo su guía. De hecho la separación entre mente y materia no fue otra cosa que una estratagema que le permitió a Descartes ponerse del lado del espíritu para concentrarse en la materia como mecanismo puro.
La mecánica clásica, basada en el racionalismo dualista de Descartes y sustentada en las teorías matemáticas de Newton y en la metodología inductiva de Bacon, se convertiría en el ejemplo mas evidente de una ciencia exacta y en un modelo para las demás ciencias. Cada vez que un sociólogo, un psicólogo o un economista necesitaba de una base científica para sus teorías, recurría a los conceptos básicos de la física newtoniana, sin pensar demasiado en el hecho de que esta concepción de la física estaba trabajando con el nivel mas simple de organización estructural y, por lo tanto, producía unas verdades relativamente simples (Martínez Minguelez, 1993). Dentro de este proceso hacia la racionalidad y la fragmentación, las distintas escuelas psicológicas fueron sustituyendo al sujeto por algunos de sus elementos y manifestaciones. Llegamos así, en este recorrido, a comienzos del siglo XX, donde nos encontramos con una psicología que, persiguiendo la vieja aspiración de ser incluida en el club de las ciencias positivas, acepto perder su alma y su mente, como denuncia con acierto Jesús Bermejo (1998). En este contexto, un sector de la psicología de la conciencia, que había renunciado ya a la idea del sujeto como sustancia, propuso reducirlo a una red de relaciones asociativas entre elementos psíquicos, sensaciones e ideas. Cuando este asociacionismo de ideas dio paso a ese otro asociacionismo de estímulos y respuestas que es el conductismo, la noción del sujeto se diluyo totalmente en la conducta (Pinillos, 1975).
Como conducta
El conductismo radical de los años veinte represento el intento de desarrollar una psicología sin sujeto, es decir, una ciencia de la conducta que estaba reducida a las relaciones funcionales entre estímulos y respuestas. A partir de la celebre ecuación:
Estimulo Respuesta
los fenómenos mentales quedaron reducidos a modelos de comportamiento. Detrás de todo ello se hallaba la influencia de ciertas tendencias biológicas que se desarrollaron a finales del siglo XIX. De ahí la pretensión de John Watson, uno de sus fundadores, de dar a la psicología la categoría de una ciencia natural positiva. Con este fin se apoyo en los principios de la mecánica newtoniana. Los conductistas habían creado así una «psicología desprovista de mente» o si se prefiere «una conducta sin sujeto». En su famosa obra La ciencia y la conducta humana, Skinner no tiene ningún reparo en afirmar que todos los fenómenos relacionados con la conciencia humana, como la mente o las ideas, son entidades que no existen.²
Los primeros y tímidos intentos por recuperar el sujeto
Por ello no puede extrañarnos que una parte significativa de las criticas al conductismo se centraran precisamente en el hecho de que su modelo prescinde del actor principal: «Le falta un termino absolutamente esencial: el sujeto. La reacción es del sujeto; el estimulo estimula al sujeto. Sin sujeto no hay estimulo ni reacción» (Yela, 1974) Consciente de esta carencia, y anticipándose a estas criticas, ya en 1921 Woodworth había realizado un retoque introduciendo en el modelo, entre el impulso y la respuesta, a un sujeto al que no se atreve a designar como tal, sino que lo hace con la O de Organismo. Con lo cual la ecuación quedaba así:
E O R
Sobre la idea de que la formula era valida pero incompleta, los neoconductistas (Gutrhrie, 1952; Hull 1952) desarrollaron esta idea y añadieron al modelo procesos mediadores internos que dominaron variables intermedias (VI), con lo que el nuevo paradigma neoconductista quedaba configurado así:
Estimulo Variables Intermedias Conducta
Y aunque este grupo fue añadido a las variables intermedias iníciales el contexto, la información y el feedback, llegamos a los años sesenta con una psicología todavía carente del sujeto y por lo tanto incapaz de proporcionarnos ese paradigma del hombre-jugador que necesitamos. Pero lo ciento es que todas estas criticas y propuestas terminaron por generar la crisis del paradigma conductista, a favor de un nuevo paradigma, el cognitivo, que despertó grandes expectativas y que iba a conceder por primera vez un papel relevante a los procesos de información. Sin embargo, y a pesar que en sus primeros trabajos (Bruner, Goodnow
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