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La Idiotez De Lo Perfecto


Enviado por   •  10 de Noviembre de 2013  •  876 Palabras (4 Páginas)  •  355 Visitas

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La idiotez de lo perfecto. Miradas a la política reúne cinco retratos que Jesús Silva-Herzog Márquez dedica a pensadores que, como afirma en la introducción, no siendo representativos de otra cosa que del caos y de la riqueza de la centuria pasada, tienen mucho que decirnos, a través de los buenos oficios de un ensayista que se mueve con creciente firmeza entre la academia y la escritura. Por fortuna, Carl Schmitt, el longevo jurista del nacionalsocialismo y a quien está consagrado el primer ensayo de La idiotez de lo perfecto ocupa, actualmente, una posición secundaria en un mundo donde la democracia liberal ha extendido su dominio en unas proporciones que, en 1934, cuando Schmitt ofreció sus saberes a Hitler, hubieran sido consideradas como fantasiosas. Pero no es gratuito que Schmitt haya suministrado cartucho no sólo al fascismo y a los militares criollos que imitaron sus crímenes, sino a algunos de los marxistas que tras 1968 asumieron que a su pensamiento le faltaba teoría política. La confianza que Schmitt puso en la figura del dictador o del caudillo como fuente del derecho y legislador de la excepción es, guardando todas las proporciones, una tentación perceptible en aquellas democracias proclives, como la mexicana, al arrobo populista. La noción schmittiana de democracia, pues la tiene, es anticonstitucional y antiliberal, como lo es un número cada vez más abultado de ciudadanos latinoamericanos.

Más cercanos al temperamento de ese lector liberal que es, en varios sentidos de la palabra, Silva-Herzog Márquez, están Norberto Bobbio, Isaiah Berlin y Octavio Paz, otros de los personajes convocados en La idiotez de lo perfecto. Pero es la figura de Michael Oakeshott, el autor de La política de la fe y la política del escepticismo, la que a Silva-Herzog Márquez le es más cara y a lo cual están dedicadas las páginas que yo calificaría como principales en este libro. Debo confesar que yo no tenía ni la más remota idea de quién era Oakeshott hasta que me lo recomendó, hace un par de años, el propio Silva-Herzog Márquez, de tal forma que he leído, con doble gratitud, ese capítulo de La idiotez de lo perfecto.

En Oakeshott hay una paradoja que Silva-Herzog Márquez comenta y que se aplica con naturalidad al propio comentarista. A Oakeshott (hay un par de libros suyos traducidos al español, en el FCE) le parecía un desorden mental la manía de enterarse todos los días de las noticias, neurosis que quizá compartan conmigo algunos de mis lectores. Pero me imagino que, por razones vocacionales y por imperativo moral, Silva-Herzog Márquez también la padece y que para él la filosofía política, lo mismo que la cocina y la jardinería para Oakeshott, es la forma de ahuyentar la impaciencia, acaso la más inmediata de las pulsiones producidas por la democracia. Oakeshott mismo detestaba todos los planes, incluidos los planes para eliminar los planes, lo cual lo volvió antipático

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