La Matanza De Tlatelolco

Rojo Amanecer

La matanza de estudiantes del 68, en Tlatelolco, durante el gobierno de Díaz Ordaz, dio mucho de qué pensar en cuanto a qué tan lejos puede llegar el gobierno para reprimir al pueblo, a pesar de presumir de brindarnos “libertad de expresión”. Tristemente, no es algo que haya quedado del todo en el pasado.

La película comienza con una familia normal de clase media, la cual vivía en los departamentos enfrente de la Plaza de las Tres Culturas. Amaneciendo para hacer sus labores cotidianas como en cualquier otro día, en la mañana del 2 de Octubre del 68. Todos se reunieron en la mesa del comedor para desayunar. El padre y la madre de la familia; los dos hijos mayores estudiantes de universidad; los hermanos más chicos, alumnos de primaria; y el abuelo. Estaban tranquilamente desayunando, cuando los hermanos mayores empezaron a hablar sobre las marchas que se estaban haciendo para protestar contra el gobierno y de lo abusivas que fueron las autoridades para frenarlos; y sobre sus planes para el meeting que se iba a hacer esa misma tarde en la Plaza de las Tres Culturas (justo enfrente de su casa).

Es desde esta escena donde se va diferenciando la personalidad y la postura de cada miembro de la familia. Los dos hermanos mayores, ambos estudiantes, con cierta rebeldía e inspiración para seguir con las marchas contra el gobierno; con un espíritu de lucha y visión juvenil por los derechos de los mexicanos. La madre, ama de casa, protectora de sus hijos, que no quiere que ellos vayan a esas marchas, no porque piense que están equivocados, sino porque no quiere que les llegue a pasar algo. El padre, oficinista para el gobierno, quien trabaja todo el día con tal de hacer llegar el pan a la mesa, que no quiere que sus hijos vayan a esas marchas; aunque con las mismas razones de la madre, también piensa que ese tipo de conflictos con sus hijos lo podrían afectar a él en el trabajo. Luego está el abuelo conservador que piensa que lo que están haciendo sus nietos no es nada comparado a lo que él vivió en la Revolución; que lo único que hacen es de niños revoltosos y que se merecen con toda razón que las autoridades los “eduquen”. Está la hija, o hermana menor, que es la niña con ambición o visión de ser millonaria y exitosa en la vida sin siquiera pasársele por la cabeza la triste situación por la que pasa el país. Y al final está el niño, la mente inocente, quien sólo está allí viendo y viviendo lo que acontece.

Ya una vez la familia terminó de desayunar, los niños se fueron a la escuela, el padre al trabajo, los dos hermanos mayores también se retiraron, y al final se quedaron solos el abuelo y la madre. Conforme iba pasando el día, se van dando cuenta que algo no está bien, que algo no cuadra. Todo empezó por algo que parece ser un simple apagón, el cual resulta no ser del todo un “accidente”; al parecer habían cortado la luz en todo el sector, no sólo en el edificio.

Una vez los niños llegaron de la escuela, el más pequeño se va a jugar con su abuelo, mientras la hija se queda en la cocina con su madre, ayudando a preparar la comida. Mientras la madre y la hija estaban cocinando, alguien llamó al teléfono: era el padre. La señora contestó el teléfono, pero mientras su esposo le hablaba, la línea poco a poco se empezaba a ir, hasta que se cortó por completo. Intentó regresar la llamada, pero la línea se cortó. De inmediato mandó a su hija con la vecina para que le prestasen el teléfono y llamar a su padre, pero resultó que también su línea había sido cortada. Todas las comunicaciones habían sido cortadas. Mientras tanto, cuando el niño y el abuelo jugaban en el pasillo, aparecieron unos hombres armados quienes se dirigían a la azotea del edificio, sin prestarles atención a ellos. Todo empezaba a ponerse cada vez más raro, sospechoso e inquietante; sobre todo porque el meeting de los estudiantes estaba a punto de comenzar.

La reunión iba a dar inicio. Los niños se acercaron a la ventana para ver cómo miles de estudiantes se reunían en un solo punto. Se escuchaba cómo el anfitrión empezaba a dar su discurso motivacional para todos los presentes allí; mientras los niños seguían, desde la ventana, viendo.

Lamentablemente es aquí donde empieza lo triste: soldados empiezan a entrar a la plaza, y empiezan a provocar a la multitud. El anfitrión desde el micrófono intenta calmar a la gente diciéndoles que no caigan en provocaciones. Entonces, repentinamente, se escucha cómo los soldados empiezan a abrir fuego, contra todos los presentes en el lugar. Los niños y la madre no podían hacer nada, más que quedarse impactados y horrorizados por lo que estaban presenciando. El abuelo llegó de inmediato a la sala, quitándolos de las ventanas, pues los soldados estaban disparando a todo lo que viesen. Rápido se escondieron en la habitación más recóndita del departamento, esperando espantados a que todo acabase. Sólo se escuchaban los ruidos de las balas y los gritos y llantos de todas las personas que estaban siendo masacradas.

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