La belleza

La belleza, esa cualidad escurridiza que ansiamos y perseguimos, a menudo me ha dejado con un sabor agridulce. No puedo negar que el reflejo halagador en el espejo alimenta mi autoestima, pero detrás de esa fachada resplandeciente hay un precio que pasa desapercibido. Detrás de mi sonrisa y mi apariencia, también hay momentos de dolor y lucha interna que enfrento día a día. Porque sí, las mujeres bellas también sufren.  Se asume que la belleza es un escudo que protege contra el sufrimiento, pero en realidad, puede ser una carga en sí misma. Me pregunto si mi apariencia es suficiente para el mundo exterior. Mis inseguridades se convierten en sombras que oscurecen mi confianza. La sociedad parece dictar los estándares de belleza, imponiéndonos medidas y formas que debemos perseguir. El tiempo que dedico a perfeccionar mi aspecto se convierte en un tributo emocional, dejando cicatrices invisibles en mi interior.

Cada día comienza con la urgencia de mantener un cuerpo que sea digno de toda una “reina”. Las repeticiones, las series, los estiramientos; todo está diseñado para esculpir y tonificar mi figura. El gimnasio se ha convertido en mi segundo hogar, pero también en mi prisión. Mi tiempo está programado meticulosamente entre las sesiones de maquillaje y los ensayos, y cada minuto se dedica a esforzarme hasta el límite. Cada levantamiento de pesas, cada hora en la caminadora, se siente como un intento desesperado de encajar en el molde que se espera de mí.

La presión de mantener un cuerpo impecable es aplastante. Los espejos en el gimnasio son testigos de mi autocrítica constante, y cada pequeña modificación negativa en mi apariencia se siente como un fracaso personal. La lucha constante contra las calorías y las medidas se ha convertido en una obsesión constante, dejándome atrapada en una espiral de autoexigencia. Amo el dulce, pero a la vez odio comerlo con culpa, me aburre comer la misma proteína, ensalada y agua diaria; pero cada limitación, músculo adolorido y cada gota de sudor son sacrificios que hago en nombre de la belleza. A medida que sigo estas rutinas agotadoras, me pregunto si todo esto vale la pena. ¿Cuánto de mí misma he perdido en la búsqueda de un ideal inalcanzable?

Detrás de las luces brillantes y los vestidos elegantes, se esconden historias silenciadas de manipulación y explotación. La objetificación y la falta de respeto hacia nosotras es un requisito más. Los casos de acoso verbal, emocional e incluso físico son una realidad triste que algunas debemos enfrentar en nuestra búsqueda de cumplir el sueño. Los hilos invisibles del poder y el dinero pueden influir en el resultado final. Jueces cuyas decisiones deberían basarse en la autenticidad y el talento, a veces ceden ante la tentación de los sobornos y los favores.

Pero todo esto comenzó así: Desde que tengo memoria disfrutaba de ver esas reinas en la televisión o en revistas, mi corazón latía más rápido y sentía una mezcla de admiración y deseo. Su elegancia, su confianza; todo eso me hipnotizó. Fue como si una chispa se encendiera dentro de mí, una chispa que pronto se convertiría en un fuego ardiente de ambición y determinación. Soñaba con vestir esos hermosos trajes, con tener una corona que brillará como el sol y con una sonrisa que iluminará cualquier lugar.

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