La diversidad bajo sospecha
melaalcorta7 de Agosto de 2013
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La diversidad bajo sospecha
Me gustaría comentar un texto con el cual me reencontré hace unos días, escrito por Carlos Skliar y Silvia Duschatsky, “La diversidad bajo sospecha”, en el cual ambos autores reflexionan sobre los diferentes discursos sobre la alteridad y sus implicancias en la educación.
Nombran tres formas en que estos discursos han tenido lugar en el pensamiento moderno y posmoderno, correlacionándolos en el sistema educativo. Los invito a leerlos y a reflexionar críticamente cuántas de estas representaciones conviven o coexisten en nosotros, en la actualidad.
1- El “otro” como fuente de todo mal: La modernidad construyó estrategias para regular y controlar la diferencia: delimitando las perturbaciones, demonizando al distinto, estereotipándolo. El otro, diferente es depositario de todos los males, el que se equivoca, el que tiene las “fallas sociales”. Hay una regulación y control de la mirada que define quiénes somos nosotros y quiénes son “los otros”. Necesitamos al otro porque de ese modo podemos justificar quiénes somos, nuestras leyes, las reglas, la ética, la moral y hasta la estética. Porque si existe “el otro” podemos nombrar la barbarie, la herejía, la mendicidad y dicen, los autores, no ser nosotros mismos los mendigos, los bárbaros, los herejes. Se homogeneiza la cultura, y se las piensa como libres de diferencias. Y acerco esta frase que lo expresa tan claramente: “lo negativo es aquello que irrumpe para dislocar la aparente normalidad”.
En educación este mito impacta en la búsqueda de “normalizar”, homogeneizar los grupos de alumnos, construyendo una lógica binaria: lo deseable es lo legítimo y del otro lado, lo ilegítimo, lo “anormal”. Así se pretendió eliminar lo negativo, encauzarlo, rechazando estilos de vida diferentes, despojando de palabra al mal alumno, devaluar el lenguaje “no oficial”.
2- El “otro” como sujeto pleno de un grupo cultural: desde esta perspectiva se piensa a cada cultura como un reducto, como una comunidad homogénea y libre de toda relación de poder y jerarquía, una falsa convivencia. El mito es creer que cada una de estas culturas es armoniosa, equilibrada, como si en ellas no existieran las luchas de poder, las disputas. ¿No será acaso, la modernidad, un modo elegante desarrollado para silenciar diferencias y conflictos internos, para inhabilitar el diálogo cultural y disolver la construcción de identidades plurales?
En educación la entrada del multiculturalismo es una “entrada folklórica”, como una especie de “recorrido turístico de costumbres”. Se considera respetar la cultura de origen e integrar en la cultura huésped. Se ordena a la población escolar en mayorías vs minorías, lengua oficial y no- oficial, alta y baja cultura.
3- El tercer discurso es el pensar al “otro” como alguien a tolerar. La tolerancia es una necesidad, pero es también una virtud? La tolerancia nos exime de responsabilidades, de tomar posición, enmascara la desigualdad. Tiene un cierto parecido o aire de familia con la indiferencia. Es un pensamiento descomprometido, desapasionado.
Esta tolerancia en educación es naturalización, cierta indiferencia frente a lo extraño y comodidad con lo familiar. Se tolera, hasta que NO se tolera más.
Pero entonces, ¿Será imposible Educar en la diferencia?
Es imposible si pensamos que educar es “formatear al otro”, regular el pensamiento y la sensibilidad.
Estos autores nos invitan a pensar la educación como un “ponerse a disposición del otro”, de todo aquello que le haga posible ser distinto de lo que es, en algún aspecto. Una educación que apueste a recorrer un itinerario creativo, plural, sin patrones ni reglas rígidas, que promueva la construcción desde los acuerdos, pero también
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