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La pobreza: responsabilidad de todos.


Enviado por   •  1 de Mayo de 2017  •  Monografías  •  1.589 Palabras (7 Páginas)  •  196 Visitas

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La pobreza: responsabilidad de todos
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Había un hombre rico que se vestía lujosamente y daba espléndidos banquetes todos los días. A la puerta de su casa se tendía un mendigo llamado Lázaro, que estaba cubierto de llagas y que hubiera querido llenarse el estómago con lo que caía de la mesa del rico. Hasta los perros se acercaban y le lamían las llagas. Resulta que murió el mendigo y los ángeles se lo llevaron al lado de Abraham. También murió el rico y lo sepultaron.

En el infierno, en medio de sus tormentos, el rico levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y Lázaro junto a él. Así que alzó la voz y lo llamó: Padre Abraham, ten compasión de mí… pero Abraham le contestó: Hijo, recuerda que durante tu vida te fue muy bien, mientras que a Lázaro le fue muy mal; pero ahora a él le toca recibir consuelo aquí, y a ti, sufrir terriblemente… él respondió; entonces, te ruego, padre, que mandes a Lázaro a la casa de mi padre para que advierta a mis cinco hermanos… pero Abraham le contesto: Ya tienen a Moisés y a los profetas ¡que les hagan caso a ellos!. No les harán caso, padre Abraham, replicó el rico; en cambio, si se les presentara uno de entre los muertos, entonces sí se arrepentirán. Abraham le dijo: Si no hacen caso a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque alguien se levante de los muertos” (Lucas 16:19-31).

Un ricachón que nadaba en la opulencia, dedicado a una dolce vita que adormecía su sensibilidad hacia otras causas y otras personas. Propiamente hablando, jamás le hizo ningún daño al mendigo que estaba junto a su puerta. Ni siquiera lo agredió, ni lo echó. Al contrario, toleró que se pasara la vida pegado a él. Y aquí está lo dramáticamente llamativo. Porque lo que el Evangelio cuestiona no es la violencia del rico. Lo que el evangelio denuncia porque no puede callarlo es que la indiferencia de este hombre se convirtió en auténtica violencia. Permitió que el necesitado se pasara la vida en esa condición sin hacer absolutamente nada. Y ahí, precisamente, está el problema porque la insensibilidad ante las necesidades ajenas sólo tiene un nombre: violencia. Y esta sociedad está llena de este tipo de violencia, con el parado que ha agotado todo tipo de prestación pública, con la persona que es echada de su casa porque ya no puede pagar la hipoteca al haber perdido su trabajo…

LA CONSTRUCCIÓN DE LA POBREZA.

¿No es ésta la verdadera parábola de nuestro mundo? ¿No constituye una muestra escalofriante de la falta de humanidad y el agravio comparativo existente entre “Ricos” y “Lázaros”?

Pongamos un ejemplo concreto que sirva como ilustración.

Hace algo más de un siglo (Conferencia sobre África Occidental. Berlín. 1884-1885), varios gobernantes europeos se sentaron ante el mapa de África como buitres alrededor de una presa para repartirse el dominio de un continente que no era de ellos, en el cual vivían pueblos organizados políticamente, dotados de una religión, unos valores y una cultura propios. Sin embargo, durante muchos siglos fueron obligados a vivir en formas nuevas y extrañas, a trabajar a ritmos inhumanos bajo una jerarquía inmisericorde. Con nuestra forma de hacer las cosas destruimos su comercio tradicional e cortamos las alas a sus posibilidades de futuro. Los empobrecimos, agotamos sus riquísimos recursos naturales y para colmo, los tratamos como bestias salvajes, como seres sin alma racional semejante a la nuestra, lo que justificaba ante los piadosos colonizadores la práctica habitual de la discriminación y los malos tratos. Hoy ese continente sería otro si el llamado primer mundo no hubiese interferido tan brutalmente en los procesos naturales, biológicos, sociales, políticos y económicos de los pobladores de África.[1] 

El África que se conoce en el mundo en general, es una construcción de los poderes coloniales. El reparto que estos llevaron a cabo no sólo cambió la geografía política, sino que alteró su etnografía y su demografía y reinterpretó su cultura a la vez que la transformaba y la pervertía con los “valores” coloniales del predominio de la violencia, el egoísmo y la avaricia, del desprecio a los que se juzga inferiores, de la irresponsabilidad y de la impunidad de los poderosos. Los europeos les quitamos a los africanos su religión para integrarlos en iglesias llamadas cristianas. En una palabra, Europa inventó África.

Y, andando el tiempo, las principales potencias coloniales no contemplaron la posibilidad de la emancipación de sus colonias, no se prepararon para dejarlas, ni las formaron para la vida independiente como naciones soberanas. En resumen, no se trabajó para hacer mejores a las sociedades coloniales, sino que se les impidió madurar política, social y económicamente. [2] 

Y, ahora, va y resulta que el rico, inteligente y documentado primer mundo piensa y concluye que todo el drama de la emigración desesperada que estamos viviendo se explica única y exclusivamente por la existencia de mafias explotadoras y consecuencias de las dictaduras y oligarquías de algunos gobiernos. ¿Cabrá mayor cinismo y mentirosa desvergüenza?[3]

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