Ladrona De Tiempo, Criada Infiel
missvargas6 de Enero de 2014
6.989 Palabras (28 Páginas)580 Visitas
LADRONA DE TIEMPO, CRIADA INFIEL
Por: John Condry
Tomado de “La televisión es Mala Maestra”, del Fondo de cultura económica, México, 1998.
La marea de la evolución biológica avanza lenta¬mente, privilegiando a través de los siglos deter¬minadas mutaciones sobre otras. Muy distinta es la evolución social, alimentada por el descubrimiento y por la invención, con frecuencia rápida e impre¬visible. Existen invenciones que provocan cambios leves, en general para bien, a veces para mal: pen-samos en la pólvora para fusil. Pero existen otras que modifican la cultura y la sociedad de manera profunda e imprevisible, y no son comprensibles sino en retrospectiva.
Hoy existe algo que no funciona en los niños esta¬dunidenses, en el modo en que crecen. La cosa es evidente. Se nos ofrecen muy diversas explicacio¬nes, que en general se refieren a las rápidas trans¬formaciones acontecidas en estos últimos años. La intensificación del tráfico ha modificado la urdim¬bre urbana, destruyendo viejos barrios, así como las infraestructuras sociales. La familia aparece completamente trastornada y la escuela funciona mal, cuando funciona. Las calificaciones obtenidas por los alumnos con ocasión de algunas pruebas han mostrado una baja constante en los últimos 20 años y no hay mejoras a la vista. Suicidios y homici¬dios van en aumento. Muchos niños dan muestras evidentes de trastornos físicos y de padecimiento mental. ¿Se puede afirmar que la televisión es res¬ponsable, en cierta medida, de esta situación?
Para comprender el papel de la televisión en la vida de los niños estadunidenses es importante comenzar a partir de una amplia panorámica de sus exigencias. ¿Cómo hace un niño para volverse un componente útil de la sociedad? ¿De qué manera se trabaja en su inmadurez para prepararlo para la vida adulta? ¿Cómo pasa el tiempo? El tiempo es una unidad de medida bastante útil porque, a diferencia de la riqueza y de las oportunidades, es un bien idéntico para todos. Si la jornada se compone de 24 horas, y de estas 24 horas muchos ven transcurrir 16 despiertos, el total de las 112 horas semanales de vigilia constituye un objeto de estudio apropiado. ¿Cómo ven pasar esas 112 ho¬ras los niños estadunidenses de hoy, en especial los de edad comprendida entre tres y 11 años?
Hasta hace cerca de doscientos años, la mayor parte de los niños veía transcurrir el tiempo en las comunidades y en las aldeas en que había nacido, observando a los adultos en sus actividades de trabajo y de juego. Los niños adquirían las capaci¬dades y las aptitudes necesarias para insertarse en una sociedad que conocían y que estaba a su alcance. Capacidades y aptitudes que desarrolla¬ban desde pequeños y los convertía en útiles una vez que llegaban a adultos. Lo que se aprendía en familia durante una generación se ponía en práctica en la siguiente. El niño aprendía a conocer el trabajo y la vida, adquiría aquellos conocimientos del mundo existentes en la familia y en la comu¬nidad.
En parte, la situación comenzó a cambiar con la revolución industrial. Las personas abandona¬ban en número creciente las comunidades en que habían vivido durante generaciones y se mudaban a las ciudades, viejas y nuevas, en busca de otras oportunidades económicas y sociales. En el nuevo mundo industrial urbano, los niños observan la vida de nueva manera. Las escuelas se inventa¬ron precisamente para integrar las oportunidades de aprendizaje ofrecidas por la observación coti¬diana.
La situación se ha modificado de manera toda¬vía más espectacular en los últimos años. Se sabe que en la semana-tipo, los niños estadunidenses pasan cerca de 40 horas frente a la televisión y distrayéndose con videojuegos. Si a este tiempo se añaden las 40 horas de escuela, incluido el tiempo necesario para ir y regresar, así como para hacer la tarea, les quedan sólo 32 horas para departir con sus compañeros y familiares. Si queremos comprender qué saben los niños sobre el mundo y sobre sí mismos, será necesario examinar con atención el ambiente creado por la familia, por la escuela, por los compañeros y en particular por la televisión. Merece ser estudiado el papel desempeñado por esta última en la creación de un ambiente en que los niños llevan su vida social.
¿POR QUÉ SE VE LA TELEVISIÓN?
Los niños se acercan a la televisión y la ven por motivos que difieren de manera significativa de los prevalecientes entre los adultos. La mayor parte de los adultos, según ellos mismos lo reconocen, ven la televisión "por diversión". La mayor parte de los niños, aun encontrándola divertida, ve la televisión porque trata de entender el mundo. Muchos adul¬tos consideran que la televisión es poco significati¬va, y la ven con lo que suele definirse como "sus¬pensión de la incredulidad". Además de divertirse, aceptan el alejamiento de la configuración realista y, de acuerdo con las premisas del programa, com-prenden perfectamente por qué un personaje dado vuela por el aire, se vuelve invisible o realiza actos sobrehumanos. Por definición, un espectáculo de fiction no tiene por fuerza que ser posible, real o verdadero.
En cambio, los niños, aun apreciando los aspectos de entretenimiento de la televisión, tienen más difi¬cultad —a causa de su limitada comprensión del mundo— para discernir los hechos de la ficción. Son más vulnerables que los adultos. Los influjos prima¬rios que los niños experimentan —la familia, los compañeros, la escuela y la televisión— operan jun¬tos. Los niños no son muy capaces de separar lo que aprenden en estos diversos contextos. Más bien, la utilidad de la información obtenida en uno de ellos depende en parte de lo que aprende en los otros. Sin el apoyo de la familia, gran parte de lo que sucede en la escuela perdería importancia. Si la escuela fuera más eficiente, la televisión no sería tan poderosa. Los compañeros ejercen su influjo y su poder en la medida en que la familia y la escuela no ejercen el suyo.
LA EXPOSICIÓN Y EL CONTENIDO
La influencia de la televisión depende de dos fac¬tores: la exposición y el contenido. Cuanto mayor es la exposición del espectador al espectáculo te¬levisivo, tanto mayor es, en general, la influencia ejercida por el medio. En cierto grado, la natura¬leza de tal influencia será determinada por el con¬tenido. Sin embargo, la exposición basta por sí sola para influir sobre el espectador, independien¬temente del contenido. Veamos, pues, algunos da¬tos referentes a la exposición.
En los Estados Unidos, la televisión nació en la década de 1950. En el primer año de dicha década, cerca de 10% de las familias estadunidenses tenía un televisor; en 1960, el porcentaje había aumen¬tado a 90%, y casi todos los que poseían un aparato veían regularmente la televisión. La introducción de ésta ha provocado, por tanto, un gran cambio en el modo en que los estadunidenses pasaban el tiempo. Mientras la invención del automóvil ha de¬terminado un aumento en el tiempo destinado a viajes igual sólo a 6% (consideramos tan sólo las grandes distancias), el advenimiento de la televi¬sión ha provocado, según algunas estimaciones, un crecimiento de 58% del tiempo transcurrido en con¬tacto con los medios de comunicación.
A partir de 1950, el tiempo que la familia media estadunidense destina al aparato televisivo —en la actualidad más de siete horas diarias— ha aumen¬tado constantemente; el estadunidense medio antes de ese año veía la televisión cerca de cuatro horas al día, y un poco más durante el fin de semana. En la década de 1980, cuando se volvieron amplia-mente disponibles la televisión por cable y las videograbadoras, la cuota de audiencia de las tres principales redes estadunidenses ha comenzado a descender, pasando de cerca de 90% de las familias estadunidenses a 60% de hoy. En todo caso, el tiempo destinado a ver la televisión ha permane¬cido relativamente constante, sólo que ahora está subdividido entre más emisoras. Estos datos esta¬dísticos corresponden tanto a los niños como a los adultos. El niño promedio estadunidense ve la te¬levisión entre cuatro y cinco horas al día durante la semana y cerca de siete a nueve horas el fin de se¬mana, para un total aproximado de 40 horas a la semana; en ellas se incluyen los filmes en video-casetes, los videojuegos y la televisión por cable. Independientemente de lo que se les proyecta, los niños que ven mucho la televisión tienden a leer menos, a jugar menos y a ser obesos. Éstos son los "efectos indirectos" de ver continuamente la tele¬visión.
Si la obesidad es un problema nacional para los jóvenes estadunidenses, ¿desempeña la televisión un papel significativo en el origen de este trastor¬no? Aun cuando no esté claro cuan fuerte es el nexo causal entre ambas, existen fundados motivos para sospechar que exista. Una ocupación pa¬siva en el aspecto físico, como ver la televisión, a menudo se acompaña con la toma de alimentos, y los estudios muestran un decrecimiento de la tasa metabólica entre los telespectadores, especialmen¬te entre aquellos niños ya obesos. Es posible que los alimentos anunciados en la pantalla chica esti¬mulen al espectador a tomar el alimento y el pro¬ducto más anunciados.
La televisión es una ladrona de tiempo. Cuando los niños la ven ininterrumpidamente durante ho¬ras, no hacen muchas cosas que, a largo plazo, po¬drían ser bastante más importantes desde el punto de vista de su desarrollo. Pero no sólo esto: el con¬tenido de los programas y de la publicidad de la te¬levisión influye profundamente en las actitudes, creencias y acciones de los niños.
En general, los niños comienzan a ver los dibujos
...