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Las Maras En Guatemala


Enviado por   •  1 de Febrero de 2012  •  2.533 Palabras (11 Páginas)  •  1.208 Visitas

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RESUMEN

El término seguridad es tan relativo como el de paz y guerra, se concibe desde la relatividad de quien la vive. A pesar de cualquier relatividad es innegable que aflora como uno de los principales, si no el que más, asuntos que requieren la atención inmediata de las nuevas autoridades, prueba de ello es que ocupa el número uno dentro del plan de gobierno 2012-2016. La relación entre maras e inseguridad brota sin necesidad de un análisis profundo.

Este trabajo pretende hacer un estudio de la situación de las maras o pandillas y presentar formas de lidiar con ellas y encontrar salidas a esta problemática con la que convivimos todos, no sólo el gobierno, no sólo las pandillas; al final todos somos víctimas.

INTRODUCCIÓN

El plan de Gobierno del Partido Patriota, llamado Agenda de Cambio 2012-2016, está estructurado en base a 5 ejes. El primero de ellos está titulado: Seguridad Democrática y Justica. El numeral 2 de de ese eje se refiere a neutralizar el crimen organizado, maras y delincuencia común. Al hablar de seguridad inmediatamente salta en nuestro pensamiento el sector mayoritario de nuestra sociedad que es la juventud y de ahí a las maras, hay sólo un paso.

El fenómeno de estos grupos, por su propio peso, debe ocupar un lugar preponderante en la agenda de seguridad del país y de la región.

Este ensayo persigue hacer un esbozo sobre el tema de las maras y tratar de responder a la disyuntiva de si los esfuerzos deben encaminarse a trabajar en el combate frontal de las maras o bien en su prevención. Ambas cuestiones sumamente complejas, con muchas aristas por considerar y entendiendo desde ya que no son excluyentes una de la otra, pero sí puede ser una prominente sobre la otra.

Para introducir el tema haré una breve reseña del origen de las maras, tal como las conocemos hoy en Guatemala. Luego, una descripción de las consecuencias en nuestra sociedad provocadas por la presencia de estos grupos, para entrar al tema de la prevención y el combate de esta encrucijada. Finalmente algunas conclusiones que pudieran aportar a esclarecer este dilema.

ORIGEN

Las agrupaciones juveniles han existido desde que se tiene memoria. En nuestra sociedad los amigos de la cuadra, del barrio o de la colonia han ocupado un lugar importante en nuestro desarrollo social. Cuando estos grupos adquieren características delincuenciales es cuando son llamadas maras o pandillas, dependiendo de la connotación que a cada uno de estos términos se le dé. Por supuesto hay factores que facilitan esta transición, como lo son la migración, la exclusión, la desintegración familiar, la pobreza, la falta de oportunidades, necesidad de aceptación y sentido de pertenencia, aplicación de políticas represivas y conflictos armados, por mencionar algunos.

Un hecho que no puede dejarse de lado es la cantidad de centroamericanos, especialmente salvadoreños y guatemaltecos, que emigraron a los Estados Unidos de Norteamérica durante y después del conflicto armado en sus países. En el país del norte se incorporaron a las pandillas locales, principalmente a la Mara Salvatrucha y a la 18 (Barrio 18). Al retornar a sus países de origen, incorporaron su experiencia pandillera a los grupos locales. Estos últimos adoptaron de inmediato los nuevos patrones y sus nombres también. Los retornados jugaron un papel clave en la construcción de redes, conformación de “clicas” y el establecimiento de sistemas de comunicación y de contactos entre las diferentes agrupaciones.

El comentario de un vecino del Barrio San Antonio, de la zona 6 capitalina, ilustra esta transición: “Años atrás existían pandillas que defendían su territorio, estaban sectorizadas por cuadras que defendía por medio de golpes, mas no con armas de fuego. Después se fue viendo que dentro de las mismas pandillas se involucraban las drogas, ya fue cambiando la manera de defenderse, ya había involucradas armas y otras cosas”.

LAS MARAS Y SU CONEXIÓN CON EL CRIMEN

Se dice con suma facilidad que las maras son las responsables de los altos índices de violencia del país, “honor” que comparten con el narcotráfico, además de mencionar repetidas veces la interconexión entre ambos. La criminalidad asociada a las maras ha generado en la opinión pública su vinculación con la inseguridad en el país. Sin embargo se ha comprobado que esta percepción de la comunidad responde a la cobertura de los medios sobre este tema, ya sea a través de campañas gubernamentales de políticas de confrontación contra las maras, o bien al amarillismo al presentar las noticias en las que hay pandilleros involucrados.

Por un lado las estadísticas oficiales, con sus consabidas carencias, nos muestran número poco confiables. Por el otro, varias investigaciones han evidenciado el comportamiento cada vez más violento y organizado de estos grupos. Ya sólo queda el recuerdo de las tradicionales riñas entre pandillas rivales, ahora se trata de una violencia cruda y desproporcionada que muestra como estos grupos están regidos por otros patrones. Ya es permitido robar o atentar contra alguien de su propio barrio y los ataques a la población civil son tema del día a día. Los valores de solidaridad y hermandad que se observaron en estas agrupaciones han desaparecido dando lugar a ejecuciones entre sus propios miembros.

Hay una clara interrelación entre maras y crímenes, tales como ajusticiamientos internos, extorsión, sicariato, tráfico de armas, tráfico de drogas, robos, secuestros, violaciones, robo de carros, etc.

A la manifiesta criminalización de las pandillas la respuesta generalizada del estado ha sido la acción represiva, para luego mostrar claramente su incapacidad de cumplir con su responsabilidad de reinsertar a la población penitenciaria. Basta con ver que es en las mismas cárceles donde se planifican muchas de las actividades criminales.

SALIR DE LAS MARAS, ¿UNA POSIBILIDAD REAL?

El proceso de ingreso a las maras parece algo sumamente fácil, sencillo y hasta natural. La salida, por el contrario, se presenta como una decisión muy difícil y vista desde el punto de vista del pandillero como algo utópico e inalcanzable; además del hecho de dejar un ambiente en el que se es aceptado, donde hay amistad e identificación, para ir a uno con pocas oportunidades y en el que el ex pandillero es rechazado. Según Derek y Lauritsen, “el proceso de salida es el resultado de madurar y envejecer con el haber estado próximos a una situación de violencia, que les hizo reconsiderar su filiación”.

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