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Los Imaginarios Sociales

Gatinho30 de Abril de 2014

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Los Imaginarios Sociales

(La nueva construcción de la realidad social)

Introducción

David López M.

México D. F., Julio, 2009.

Pertenece a nuestra experiencia cotidiana el asimilar lo más rápida e impunemente posible los cambios que se producen en nuestro entorno social. Sin embargo, en los últimos años han saltado todos los mecanismos que realizaban automáticamente este proceso.

En primer lugar, porque “nuestro entorno” no sólo ha superado ya la dimensión individual, familiar o local a la que estábamos habituados, sino que inclusive los límites nacionales de los Estados y los internacionales establecidos o en proyecto (NATO, CEE, Europa, UEO, etc.) se han vuelto excesivamente estrechos por efecto de los medios masivos de comunicación que nos proporcionan informaciones en el nivel planetario [1]

Después, fallaron los “metadiscursos”, los grandes paradigmas de interpretación del mundo y la sociedad, las teorías sociológicas y hasta las metodologías científicas largamente utilizadas. Las “Escuelas” particulares o bien se vuelven escépticas o caen en el dogmatismo fundamentalista. El resultado inmediato de estos fallos ha sido la creciente desconfianza con respecto a las propuestas explicativas de lo que sucede.

Finalmente, el vaciamiento sistemático al que están sometidos los discursos de las ciencias sociales en su relación a los ciudadanos -vaciamiento producido por la tecnología comunicacional homogeneizadora y trivializadora de los sucesos, o por la dimisión de los intelectuales de su papel histórico de mediadores del conocimiento de la realidad-, ha contribuido a que los sucesos que están aconteciendo tengan una única lectura, la propia del discurso dominante.

Desde una perspectiva contraria, aquella que busca la emancipación a través de la crítica del presente y la memoria del pasado, se plantea, pues, la exigencia de realizar una serie de tareas que trataré de enunciar y definir como necesaria introducción a la problemática de los “imaginarios sociales” tal y como se conciben en este escrito.

Reconstruir el concepto de «situación»

Es una de las primeras, pues la principal arma de los dominantes siempre ha sido la separación cuantificadora de los elementos de los problemas sociológicos, suprimiendo cualquier marco (teórico o práctico) que articulara los datos entre sí y con un proyecto. Paralelamente el discurso de las tecnologías informativas ha suprimido el momento del análisis sustituyéndolo por la más evidente ideología en el modo mismo de referirse a los datos (p.ej. la utilización de porcentajes encubriendo los universos, la fiabilidad de la muestra, la eficacia de las técnicas empleadas, etc.), revistiéndola de un ropaje retórico (piénsese en la utilización del término “histórico” como adjetivo para cualquier suceso o anécdota política o cultural) para producir un “efecto de realidad” trasponiendo al acontecimiento los criterios de verosimilitud de lo imaginario [2]

La situación, pues, en la que vivimos podemos metaforizarla en niveles que representan ámbitos diferenciados de la realidad social que tiende cada vez más rápidamente a presentarse como planetaria. El nivel más básico y generalizable es el económico, entendiendo por tal la base productiva de obtención de recursos necesarios para la vida y bienestar de una población determinada, y los consiguientes procesos de distribución y consumo. Del marxismo vulgarizado se ha tomado por el discurso dominante un primario economicismo que trata de convertir los procesos económicos no sólo en mecanismos automáticos, sino también en utopías cuasi-sacralizadas, por ejemplo a través de la absolutización del “Mercado”.

Un segundo nivel, claramente diferenciado del anterior aunque articulado con él es el político, que en principio tiene que ver con las decisiones que toman los gobernantes acerca de la organización global de una sociedad, y de las actividades que ejercen los ciudadanos de la misma cuando persiguen el interés público. En términos más exactos, el nivel político es el campo del ejercicio del poder. Lo que resulta cada vez más problemático son los ámbitos concretos de ese ejercicio y la definición de los sujetos que lo ejercen.

Junto a estos dos niveles prácticamente reconocidos en todos los discurso teóricos acerca de la sociedad se sitúa un tercer nivel todavía más problemático que los anteriores. Me refiero al ámbito denominado de la “cultura”. No voy a entrar ahora en una presentación de los diversos tratamientos que se han dado a este nivel, ni tampoco al tipo de articulación con los dos anteriores, cuestiones que exceden los límites de este escrito. Me limitaré a definir este nivel como el nivel del conocimiento y de los imaginarios sociales. Tendríamos así que los dos campos principales en los que se concreta este nivel de una situación concreta son el campo de la ciencia (y la tecnología de ella derivada) y el campo de los imaginarios que organizan y regulan nuestra vida cotidiana.

Definiendo la situación como «realidad»

La búsqueda de una nueva hegemonía obliga a la reformulación del discurso de los dominantes, para conseguir, en las circunstancias cambiantes, mantener firme la dominación. Frente a ello, se produce la necesidad de renovar, correlativamente, el fragmentario discurso de los dominados para seguir luchando contra el hecho de la dominación.

La primera batalla se disputa siempre sobre cómo definir la situación presente. Y aquí comienza ya a manifestarse lo que denunciábamos en el párrafo anterior: la posición dominante trata de imponer una única y simplificadora lectura de los hechos. “Fracaso del comunismo en todos los frentes y victoria sin precedentes del Mercado libre y la democracia”, tales son en síntesis los titulares una y otra vez repetidos por los medios masivos. De esa definición de la situación se deducen lógicamente toda una serie de consecuencias: “generosidad” con los “pobres” vencidos que bastante tienen con haber sobrevivido a los terrores del infierno; hay que “enseñarles” a gobernarse “democráticamente” y a entrar en los paraísos del mercado libre que ellos están anhelando; se abren nuevos territorios al negocio capitalista de la “modernización”, mientras que algunos empecinados (p.e.: Cuba, China, Vietnam) prefieren seguir anclados en el pasado y haciendo pasar hambre a sus poblaciones, atenazando sus voces de protesta con una ferrea dictadura. De paso, en los paises del “occidente libre”, se caricaturiza como totalitaria y atrasada cualquier propuesta de resistencia al sistema capitalista y a sus efectos perniciosos sobre los márgenes del sistema; el capitalismo ya no se discute pues es lo único que se mantiene de la anterior situación, y lo que ahora importa es establecer un “nuevo discurso del orden” que legitime las nuevas formas de barbarie info-tecnológica.

Estas serían las líneas principales en la construcción del nuevo discurso dominante, que prácticamente “cabalga en solitario”, pues los discursos críticos no se han repuesto todavía de la sorpresa ante lo sucedido. Habría que analizar detenidamente cómo se fueron perdiendo las batallas parciales, y cómo se produjo el desarme conceptual más drástico en la historia del pensamiento por parte de las fuerzas de izquierda. Pero ello supera nuestras intenciones y prioridades actuales.

Hay que reconocer que en el último decenio se ha producido un viraje socialdemócrata en el discurso de algunos marxistas. Paradójicamente, este viraje era paralelo al desmantelamiento del principal instrumento político de la socialdemocracia, el Estado del Bienestar. En nuestro país, en concreto, que caminaba hacia ese tipo de orden económico y político, nos hemos encontrado con que la izquierda se ha mantenido en el poder con una política económica y cultural claramente derechista. En otros paises europeos (casos de Alemania y Suecia) la socialdemocracia ha tenido que alejarse de las instancias de poder por el imperativo de unos ciudadanos cautivos del espejismo reaganiano del “Minimal State”. En el caso de España, la reordenación de los agentes económicos y políticos se ha encubierto bajo las anécdotas de los supuestos (y después reales) “enfrentamientos personales” entre líderes políticos y sindicales.

Como este proceso de renovación de la hegemonía está aún en curso, no podemos establecer con claridad las principales articulaciones del discurso dominante. En parte, porque nuestro instrumental analítico es altamente deudor de las circustancias del pasado y en parte también porque se ha descentrado la ubicación intelectual del discurso emancipador y crítico. Pero ello no puede impedir que apuntemos aquí unas líneas de fuerza que ya se adivinan.

a. Posición fuerte del determinismo de los procesos históricos y sociales, con la correspondiente supresión de los sujetos individuales y colectivos y de sus responsabilidades;

b. Restablecimiento de un “darwinismo social” (absoluta desprotección de los “débiles” de todo tipo), con una clara tendencia a presentar los procesos sociales como sometidos a “leyes naturales”;

c. Ruptura y desagregación de las ámbitos “público” y “privado” por el creciente sometimiento al mercado (omnipresente a través del discurso publicitario) de las relaciones personales y de la toma de decisiones política (procesos de monetarización y burocratización, según J.Habermas);

d. Tendencia global a la renovación de los Imaginarios Sociales (“trabajo”, “cuerpo”, “dinero”, etc.) sustituyendo los mecanismos de argumentación por los

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