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MEMORIA TEMA 3 DE HISTORIA DE LA UNIÓN EUROPEA


Enviado por   •  10 de Abril de 2017  •  Tareas  •  2.882 Palabras (12 Páginas)  •  273 Visitas

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Beatriz Moñino López

Historia de la Unión Europea

MEMORIA TEMA 3 DE HISTORIA DE LA UNIÓN EUROPEA

El final de la II Guerra Mundial representa un antes y un después en el nacimiento de la Unión Europea. Por un lado, en 1945 se inicia su proceso de reconstrucción, en parte por el denominado ‘intervencionismo americano’ o lo que es lo mismo, Estados Unidos, con Truman a la cabeza y partiendo de una visión pragmática y realista, comprendió que el progreso de la nación norteamericana pasaba por el progreso de Europa. Así en 1947, el impulsor del Plan Marshall, el general George Catlett Marshall, durante un discurso en la Universidad de Harvard, reconocía que el papel de EEUU consistía “en aportar una ayuda amistosa al establecimiento de un programa europeo que deberá ser general y establecido en común acuerdo por una gran parte de las naciones europeas, si no por todas”.  

De otro lado, 1945 dibujó en el horizonte la incertidumbre de una tercera guerra. El mundo quedó dividido en dos áreas de poder: EEUU versus  URSS, y cada potencia estaba acompañada de sus respectivos satélites de influencia. La bipolarización mundial supuso el endeudamiento de los países occidentales así como la paralización económica de todo el globo terráqueo. En este contexto de enfrentamiento indirecto entre las dos ‘grandes’ naciones, Europa jugaba un papel estratégico. Y es que, la idea o el principio vector de la política exterior era la reconstrucción del Viejo Continente bien desde el bloque occidental a través de la Doctrina Truman y su ‘política de contención del comunismo’, o bien desde la órbita soviética a imagen y semejanza de lo que la URSS ya estaba haciendo en el este de Europa.

Cuatro años después y, tras la firma del Pacto del Atlántico entre Europa y EEUU, el 4 de abril de 1949, la primera explosión de la bomba atómica y el incremento de las amenazas del Kremlin, el mundo asistía al nacimiento de una tercera guerra, la Guerra Fría, que llegaría a su fin en 1989 tras la caída del Muro de Berlín lo que supuso a su vez, el desplome de todo el aparato soviético a principios de los noventa.

A lo largo de estas cuatro décadas, el epicentro de todas las disputas se concentró en Alemania, sobre todo a raíz de la aprobación del estatuto de la República Federal Alemana por el cual ella dirigiría su política desde el interior. Pero también, por el miedo manifiesto a un posible rearme del país germano. Y es que, reanudando el discurso del general Marshall pronunciado en 1947, una de las máximas en torno a la cual giró su argumentación era la necesidad imperiosa de reconstruir Alemania.

 El estallido de la Guerra Fría, según argumentó Jean Monnet, fue consecuencia “de la competencia entre los dos grandes de Europa, porque la Europa dividida era un peligro. Favoreciendo la unidad de Europa, se reduciría la tensión”.  Esta idea pone de manifiesto que para explicar el nacimiento de la Unión Europea no podemos dejar al margen el contexto de la Guerra Fría, porque será este conflicto bélico el que refuerce aún más la necesidad de la unidad en el Viejo Continente.

Defensa de la paz, identidad comunitaria, fusión de intereses esenciales… son sólo algunas de las palabras claves que configuran el discurso de la Unión Europea. En la teoría son muchas las propuestas interpretativas y metodológicas que intentan vislumbrar cómo fue, cómo es o cómo deberá ser ese proceso inconcluso de construcción europea. Encuentros y desencuentros que, como en la práctica, tienen su óbice en los diferentes núcleos de interés. Sin embargo, el mínimo común denominador o el punto de partida de la diferentes teorías sobre la idea de Europa radica, como señala Antonio Moreno Juste en Construcción Europea e Historia de las Relaciones Internacionales, “en explicar la sociedad internacional como comunidad, reunión de hombres y conjunto de relaciones individuales y transnacionales”. En definitiva, a partir del estudio de las interacciones entre las mentalidades nacionales, la cultura, el papel de las élites…, las diferentes interpretaciones coinciden en la importancia de una Europa unida, parafraseando el citado texto, “intentan obtener una proyección lo más aproximada de la existencia o no de una conciencia e identidad europea”.

Frente a este Mundo de las Ideas, en reminiscencia a la visión dualista de  Platón, está el Mundo Sensible, tangible, variable, el mundo que percibimos a partir de los sentidos, la parcela de las apariencias como abogaba el filósofo griego. Sin embargo, y en contraposición a lo argumentado por el discípulo de Sócrates, es en este mundo de las cosas donde podemos observar los verdaderos resultados en la formación de la Unión Europea. Y es así como llegamos a la primavera de 1950, fecha en la que el Viejo Continente asistirá a su primer éxito histórico en defensa de la paz.

 En la primavera de 1950, valga la redundancia, el ministro de Asuntos Exteriores francés, Robert Schuman, tal y como relata Pascal Fontaine en Una nueva idea para Europa. La Declaración Schuman 1950-2000, recibió de sus homólogos estadounidense y británico la misión de reintegrar a la República Federal Alemana en la órbita de occidente. El hito del ministro galo fue que propuso, tanto a la región germana como al resto de países que quisieron adherirse, la creación de una comunidad bajo intereses pacíficos.

Schuman recurrirá para su cometido al entonces comisario del plan francés de modernización, Jean Monnet, nombrado por el general Charles de Gaulle en 1945 con el objetivo de garantizar la recuperación económica del país. Especialmente preocupado por la situación de Alemania, Monnet, uno de los europeos más influyentes a nivel mundial, ya manifestó en 1943 la necesidad de crear un proyecto común en Europa para regular el armamento, el carbón y acero. El político francés sentó las bases de lo que en 1951 sería la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, la CECA.

Tomando la discreción como principio de su trabajo, Monnet no apostaba por la construcción de un edificio institucional completo puesto que nunca sería de agrado para todos los Estados miembros. A esta visión, se unía el pesimismo tras la creación del Consejo de Europa un año antes donde se puso de manifiesto que los países comunitarios no querían ceder su soberanía. Problema que continúa hoy y que en aquellos años supuso el eterno debate entre federación, política respaldada por la Comunidad Económica Europea y que se apoyaba en una CEE fuerte y centralista cuyos órganos imponían las decisiones frente a las medidas de los Estados, y cooperación, abrigado por la EFTA o el Tratado de Asociación de Libre Comercio que sostenía que los países colaboraban entre sí pero cada uno a nivel nacional tomaba sus propias decisiones.

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