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Enviado por   •  1 de Octubre de 2014  •  Tesis  •  984 Palabras (4 Páginas)  •  297 Visitas

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Los experimentos orientados hacia la modificación del comportamiento, o lavado de cerebro, se iniciaron antes de 1939. Más tarde fueron perfeccionados con la ayuda de sicotrópicos tales como algunos derivados de la ergotamina. Después de la Guerra las investigaciones se aceleraron culminando en el proyecto MK-ULTRA realizado cerca de Palo Alto. Pero los principios del método no son nuevos. Los ejercicios espirituales de los jesuitas corresponden al mismo tiempo de modificación del comportamiento. Algunos autores han llegado a manifestar que el propio Marx sufrió un lavado de cerebro con la mismas técnicas mientras estudiaba en Berlín.

«Lo malo es que, en última instancia, algunos a veces ya no saben para quién están trabajando realmente».

Son palabras graves para ser pronunciadas por una persona tan puntualmente informada como lo es Ismael Medina.

«¿Se experimenta sobre las posibilidades de aplicación del control mental?» preguntan a altos mandos militares en Melilla (1980), al Jefe del Estado Mayor en Madrid (1983) y a la Dirección General de la Guardia Civil (1983): «Sí...sí...sí...» es su respuesta.

El eco es el mismo. Grave. La libertad mental es la más íntima que nos queda y también esa nos la pueden controlar con excesiva facilidad. Este reportaje es a la vez una denuncia y un aviso. Ni Pershing, ni neutrones, ni guerra bacteriológica: la guerra mental es la más limpia y anónima aún y ya actúa entre nosotros.

EL PROTOCOLO DE LA MUERTE PROGRAMADA

14 de noviembre de 1978: Leo J. Ryan, 53 años, 5 hijos, miembro demócrata de la Cámara de Representantes, desembarca en Georgetown, capital de la Guayana, junto con sus ayudantes, varios periodistas y unos abogados de la secta de los templarios del pueblo. El número dos de la embajada norteamericana, Richard Dwyer, los acompaña a Jonestown. Allí mantienen una entrevista con Jim Jones. Los testimonios acusadores que recogen son abrumadores y una veintena de fieles se acogen a la protección de Ryan y le piden ser repatriados a Estados Unidos.

El sábado 18 de noviembre, el grupo abandona Jonestown y acude al aeropuerto de Port Kaituma, donde les esperan unos aviones. Repentinamente se produjo el ataque saltan unos hombres que abren fuego, matando a cinco personas entre las que se cuenta Leo Ryan, e hiriendo a otras diez. Dos días más tarde 900 cadáveres conforman el terrorífico broche final de un ensayo mental de la Inteligencia norteamericana.

TRAMPA DELIBERADA

Año y medio después, los hijos del diputado decidieron presentar una denuncia contra el Gobierno norteamericano. De la instancia presentada ante la Corte del Distrito Norte de California por su abogado, Marvin E. Lewis, se deduce que el Departamento de Estado estaba perfectamente al corriente de las actividades oscuras de Jim Jones en el campo de experimentación de Jonestown.

Retrocedamos al origen de los hechos: en agosto de 1977 la revista New West de San Francisco publica una investigación de Marshall Kilduff y Phil Tracy denunciando las prácticas de James Warren Jones,

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