Nacionalizacion
mariagr53 de Julio de 2013
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La nacionalización y sus efectos
Carlos Alberto López
Se habla muy liviana e irresponsablemente de la nacionalización de los hidrocarburos, nuevamente, tal como se ha tratado insistentemente al tema del gas a partir de la campaña electoral del 2002 y de octubre del 2003, como una simple bandera política sin tener el cuidado y la responsabilidad de analizar las implicaciones y los costos para el país.
En octubre 17 de 1969, Ovando Candia nacionalizó a la Bolivian Gulf Oil Company.
Las consecuencias fueron inmediatas: las exportaciones por Arica fueron bloqueadas, la planta de Río Grande tuvo que ser clausurada y el campo abandonado, dos semanas después la construcción del gasoducto YABOG a la Argentina tuvo que ser suspendida por la retención de materiales de construcción en la frontera y, con la pérdida de las garantías de la Gulf para el préstamo del Banco Mundial para la construcción del gasoducto, éste fue congelado y los desembolsos suspendidos.
Además de la indemnización completa de las inversiones realizadas por la Gulf a la que el Estado Boliviano tuvo que someterse, los impactos posteriores sobre la industria petrolera boliviana fueron aún mayores:
El promedio de producción de crudo, en los tres años anteriores a la nacionalización, se había mantenido por encima de los 40,000 barriles por día. Una vez YPFB se hizo cargo de los campos, la producción efectivamente se incrementó a un promedio de 43,000 Bbld, pero sólo por los tres años hasta 1974. Lo que no se dice es que una vez utilizadas y aprovechadas las inversiones, pozos e instalaciones nacionalizadas, y debido a la falta de inversión y de tecnología, hacia 1975 la producción de hidrocarburos del país ya había empezado a declinar alarmantemente: para 1980 había caído a 23,800 Bbld, y en 1986 se encontraba en 17,500 Bbld, es decir en menos de la mitad de los niveles de producción anteriores a la nacionalización.
Las exportaciones de crudo, que en 1969 alcanzaron 30,800 Bbld, hacia 1975 habían caído a 22,690 Bbld y hacia 1979 habían colapsado a 500 Bbld. En 1992 se encontraban en 344 Bbld, la centésima parte de lo que fueron 20 años antes.
El nepotismo y el saqueo de los recursos que YPFB generaba por parte de los gobiernos de turno, el sometimiento de su capacidad de inversión en exploración, desarrollo y tecnología a los caprichos y requerimientos del gobierno central y la utilización de YPFB para fines políticos de la coyuntura, postergaron por tres décadas el desarrollo de la industria petrolera boliviana. Hoy, después de 8 años de inversión privada, la producción de líquidos ha alcanzado nuevamente los 46,600 Bbld.
Esos son exactamente los mismos efectos que hoy tanto PDVSA de Venezuela, como PEMEX de México, compañías 100% estatales, sufren a manos de la ingerencia estatal y política de sus respectivos gobiernos. PDVSA, sometida a las imposiciones de los programas sociales de Chávez, no logra cubrir siquiera su cuota de producción de la OPEP de 3 millones de barriles: se estima que su producción apenas alcanza a 2.4 millones de Bbld; y ésta sería aún menor si no fuera por el 15% de ese volumen que es proporcionado por compañías privadas como Repsol, Shell y Texaco.
PEMEX, después de enfrentar pérdidas acumuladas de $US 5,000 millones entre 2003 y 2004 a pesar de precios récord del petróleo, ha reconocido que deberá recurrir a capitales privados para financiar por lo menos un tercio de sus requerimientos inversión de la próxima década. Sin inversión adecuada en exploración y desarrollo, sus reservas de petróleo han caído de 50 mil millones de Bbls en 1990 a 16 mil MMBbls el 2003, y se está preparando, según el propio Secretario de Energía de México, Fernando Elizondo, para convertirse en
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