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PENSAMIENTO ECONOMICO NEOCLASICO Y SUS CRITICOS

Feli FerrerasTrabajo30 de Junio de 2020

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TRABAJO PRACTICO FINAL ECONOMIA

PENSAMIENTO ECONOMICO NEOCLASICO Y SUS CRITICOS

La historia del pensamiento neoclásico comienza en el siglo XIX con la teoría microeconómica clásica.

Durante este periodo, la gestación de un nuevo conjunto de instrumentos analíticos ayudó a transformar la economía clásica en la economía neoclásica. El más importante es el análisis marginal. Su desarrollo, fue importante porque constituyó el inicio de un aumento del uso de las matemáticas en el análisis económico. Sin embargo no fue hasta el periodo entre 1870 y 1900 que empezó su aceptación y la verdadera comprensión de su importancia. La aplicación del análisis marginal se aplicó se forma notable en la teoría de la demanda. A principios de la década de 1870,  se aplicó por separado el análisis marginal a diferentes teorías, como la teoría de la demanda y desarrollaron el concepto de utilidad marginal, también se aplicó a la teoría de la empresa. Los marginalistas estaban de acuerdo en que la economía debía ocuparse principalmente de la microeconomía, pero tenían ideas distintas sobre los métodos que debía utilizar: Jevons era partidario de un análisis más empírico; Menger, de la lógica deductiva abstracta; y Walras, de las matemáticas.

El análisis marginal se ha convertido en un elemento definitorio de la economía neoclásica. Comparando las ideas de este período con las ideas principales de la economía clásica del siglo pasado, podemos ver claramente la importancia histórica y la situación del pensamiento económico a fines del siglo XIX. Los primeros clásicos (Adam Smith por ejemplo) estaban interesados ​​en analizar los procesos de desarrollo económico y descubrir y aplicar medidas que puedan producir un crecimiento económico. Smith estaba interesado en el desarrollo y tiende a la política económica, casi sin interés en la teoría económica abstracta. Su método refleja,  haciendo que la teoría se entrelace libremente con la historia y la descripción, que es diferente de la metodología matemática posterior.

El análisis marginal ya había surgido en 1834 cuando Samuel Mountifort Long Field, al criticar la teoría del valor trabajo, desarrolló una teoría de la productividad marginal. De igual forma J. H. von Thünen aplicó el análisis marginal por medio del cálculo, haciendo importantes avances en el concepto de productividad marginal como fundamento de la teoría de los salarios, los rendimientos decrecientes y la renta. Durante los años 1871 a 1874, Jevons, Menger y Walras iniciaron la economía neoclásica con las aportaciones al análisis marginal. Jevons y Menger creían que estaban revolucionando la teoría económica sustituyendo la teoría del valor basada en el coste de producción y orientada hacia la oferta, por una teoría del valor basada en la utilidad marginal y orientada hacia la demanda. Sin embargo, este proyecto no fue concretado ya que su énfasis en el lado de la demanda fue equivocado.

La concepción de Jevons y Menger del problema del valor es, pensaban que la teoría clásica del valor no era adecuada para explicar las fuerzas que determinan los precios. Su crítica principal era que la teoría del valor basada en el coste de producción carecía de generalidad, ya que había algunos bienes cuyos precios no podían analizarse dentro del modelo clásico. Mientras que los economistas clásicos partieron esencialmente del supuesto de que la demanda estaba dada y llegaron a la conclusión de que la oferta determinaba el precio, Jevons y Menger supusieron que la oferta estaba dada y concluyeron que la demanda determinaba el precio. Walras tenía una idea mucho más clara del problema del valor, en el sentido de que reconoció la interdependencia de los distintos sectores de la economía. Los tres sostenían que los elevados costes en  la producción de los bienes no se traducen necesariamente en unos elevados precios. Según la teoría de la utilidad marginal, el valor depende, por el contrario, de la utilidad, o sea, del consumo. Independientemente de los costes en los que se incurra para producir un bien, cuando llega al mercado, su precio depende de la utilidad que el comprador espera recibir. Utilizaron el término existencias inmovilizadas para referirse a los bienes cuya demanda ha disminuido tanto que su precio es menor que su coste de producción.

El problema que abordaron estos tres autores es si el valor era producido en los bienes finales por los factores de producción (como sostenía la teoría clásica del valor) o si los bienes finales determinaban los valores de los factores de producción. Según la escuela de la utilidad marginal, los factores de producción eran valiosos, pero su valor dependía de la utilidad marginal que reportaba el consumo de los productos finales producidos por estos factores.

Otro fallo fundamental de la teoría económica preclásica y clásica, según los autores de la teoría de la utilidad marginal, era el hecho de que no reconociera que el elemento importante en la determinación del precio no es la utilidad total o media sino la utilidad marginal. Adam Smith utilizo la paradoja de los diamantes y el agua: los diamantes tienen un elevado precio pero poca utilidad, mientras que el agua tiene un bajo precio pero una elevada utilidad. Los teóricos clásicos no fueron capaces de desentrañar la paradoja porque pensaban en la utilidad total que reportaban los diamantes y el agua a los consumidores y no comprendían la importancia de su utilidad marginal.

Los autores de la teoría de la utilidad marginal supusieron los consumidores o los hogares, cuando deciden comprar, consideran la utilidad marginal, es decir, que esperan obtener consumiendo los bienes. Eso plantea dos preguntas: ¿qué es la utilidad y cómo se mide? Jevons, Menger y Walras supusieron simplemente que la utilidad existía y que la introspección individual revelaba la utilidad de los diferentes bienes finales. Pensaban que la utilidad era una característica de los bienes finales o de consumo, pero Menger determino que estos bienes deben su utilidad a los bienes de consumo por los que se intercambian finalmente. Jevons llamó “utilidad adquirida” a la utilidad de esos bienes. Jevons, Menger y Walras dieron por sentado lo que hoy se conoce con el nombre de principio de la utilidad marginal decreciente, según el cual a medida que aumenta el consumo de un bien, su utilidad marginal disminuye. A este principio se le podría sumar la segunda Ley de Gossen, que establece que los consumidores maximizan su utilidad total comprando de tal manera que la última unidad de dinero gastada en cualquier bien genera la misma utilidad marginal que la última unidad gastada en cualquier otro.

Asumiendo que la utilidad puede medirse, los autores supusieron, que un individuo era capaz de comparar las utilidades de diferentes mercancías. La realización de comparaciones interpersonales de utilidad plantea la siguiente cuestión ¿Es posible comparar la utilidad que obtiene una persona consumiendo otro vaso de cerveza con la que obtendría otra consumiendo otro par de zapatos u otra cerveza? El análisis de Menger y Walras no depende del supuesto de que es posible realizar comparaciones interpersonales. En cambio, si suponemos que es posible realizar comparaciones interpersonales de utilidad y que todos los individuos tienen las mismas funciones que relacionan la utilidad y la renta, se buscaría  distribución ideal de la renta, es decir, una distribución que maximizara la utilidad total de la sociedad, que sería una distribución igualitaria de la renta.

Jevons y Walras sí formularon ecuaciones que relacionaban la utilidad total con la cantidad consumida de bienes. La utilidad que obtiene un individuo consumiendo un bien depende, según estos autores, exclusivamente de la cantidad consumida de ese bien. No depende de las cantidades consumidas de otros. La función de utilidad total, que es la utilidad que se obtiene consumiendo todos los bienes, es, pues, una función aditiva.  

Lo que distanció a Jevons, Menger y Walras de sus predecesores, es que no sólo postularon el principio de la utilidad marginal decreciente sino que también intentaron determinar las condiciones en que un consumidor maximiza la utilidad, así como desarrollar una teoría del intercambio. Jevons y Walras llegarson a investigar la relación entre la utilidad y la demanda.

La Segunda Ley de Gossen establece que un consumidor maximiza la utilidad gastando una renta limitada de tal forma que la última unidad de dinero gastada en un bien cualquiera genere la misma utilidad marginal que la última unidad gastada en cualquier otro.

Si la utilidad del consumidor es la fuerza subyacente que explica la demanda individual y la demanda del mercado, es necesario mostrar la relación entre las funciones de utilidad, y las curvas de demanda. Los tres autores intentaron mostrar las relaciones entre la utilidad marginal, la maximización de la satisfacción del consumidor y el intercambio de bienes en un mercado, pero fue Walras, el único capaz de demostrar la relación entre la utilidad marginal, la maximización de la satisfacción del consumidor y el intercambio de una manera mucho más rigurosa y generalizada. Pero, ¿Cómo explicaron estos autores de la teoría de la utilidad marginal los precios de los factores de producción? Jevons y Menger llegaron esencialmente a la misma conclusión. Afirmando que la relación causa-efecto del valor no va del coste de producción a los precios finales sino en sentido contrario, sostenían que los factores de producción no son determinantes del precio sino determinados por el precio. El precio de un bien final depende de su utilidad marginal y el precio de los factores de producción (bienes intermedios) depende de la utilidad del bien final producido. Por tanto, Jevons y Menger analizaron la relación causal entre un bien final y sus factores de producción en un modelo de equilibrio parcial.

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