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PRINCIPIOS DE URBANISMO CARTA DE ATENAS


Enviado por   •  19 de Mayo de 2018  •  Resúmenes  •  4.166 Palabras (17 Páginas)  •  237 Visitas

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PRINCIPIOS DE URBANISMO CARTA DE ATENAS

La ciudad y su región

La de limitación territorial administrativa de las ciudades fue arbitraria desde el principio o ha pasado a serlo posteriormente, cuando la aglomeración principal, a consecuencia de su crecimiento ha llegado a alcanzar a otros municipios, englobándolos a continuación, dentro de sí misma. Yuxtapuestos a lo económico, a lo social y a lo político, los valores de orden psicológico y fisiológico ligados a la persona humana introducen en el debate preocupaciones de orden individual y de orden colectivo. Pero si predominan la pereza, la necedad y el egoísmo, el grupo, presa de anemia y de desorden, sólo proporciona rivalidades, odio y desencanto a cada uno de sus miembros. Si el montañés desciende gustoso hacia la llanura, el hombre del llano rara vez remonta los valles y difícilmente cruza los collados. Siendo expresión de la política móvil, su perduración queda, en cambio, asegurada por su propia naturaleza y por la fuerza misma de las cosas. Y la cumbre de un peñasco o el meandro de un río contemplaban el nacimiento de un burgo fortificado. Crecimiento o decrecimiento de una población, prosperidad o decadencia de la ciudad, rotura de recintos que resultaban ya sofocantes, nuevos medios de comunicación que ampliaban la zona de intercambios, beneficios o desgracias de la política adoptada o de aquella cuyas consecuencias se padecen, aparición del maquinismo, todo ello no es más que movimiento. ¿Quién decidirá lo que debe subsistir y lo que ha de desaparecer? El espíritu de la ciudad se ha formado en el curso de los años; simples edificaciones han cobrado un valor eterno en la medida en que simbolizan el alma colectiva; son la osamenta de una tradición que, sin pretender limitar la amplitud de los progresos futuros, condiciona la formación del individuo tanto como el clima, la comarca, la raza o la costumbre. El advenimiento de la era del maquinismo ha provocado inmensas perturbaciones en el comportamiento de los hombres, en su distribución sobre la tierra y en sus actividades mismas; movimiento ir refrenado de concentración en las ciudades al amparo de las velocidades mecánicas; evolución brutal y universal sin precedentes en la historia.

Segunda parte

Ausencia o insuficiencia de instalaciones sanitarias; El núcleo delas ciudades antiguas, bajo la coerción de los cinturones militares, generalmente estaba lleno de construcciones apretadas y privado de espacio. En los sectores urbanos congestionados, las condiciones de habitabilidad son nefastas por falta de espacio suficiente para el alojamiento, por falta de superficies verdes disponibles y, finalmente, por falta de cuidados de mantenimiento para las edificaciones (explotación basada en la especulación). Lo que constituye el tugurio es el estado interior de la vivienda, pero la miseria de ésta se prolonga en el exterior por la estrechez de las calles sombrías y la carencia total de espacios verdes, creadores de oxígeno, que tan propicios serían para el recreo de los niños. En aras al enriquecimiento de unos cuantos egoístas, se tolera que una mortalidad pavorosa y toda clase de enfermedades hagan pesar sobre la colectividad una carga aplastante.

El individuo que pierde contacto con la naturaleza sufre un menoscabo y paga muy caro, con la enfermedad y la decrepitud, una ruptura que debilita su cuerpo y arruina su sensibilidad, corrompida por las alegrías ilusorias de la urbe. El sol, que preside todo proceso de crecimiento, debería penetrar en el interior de cada vivienda para esparcir en ella sus rayos, sin los cuales la vida se marchita. Habría, por último, que distribuir con largueza el espacio. No hay que olvidar que la sensación de espacio es de orden psicofisiológico, y que la estrechez de las calles o la estrangulación de las avenidas crean una atmósfera que es tan malsana para el cuerpo como deprimente para el espíritu.

Tiene como base la necesaria discriminación de las diversas actividades humanas, que exigen cada una su espacio particular: locales de vivienda, centros industriales o comerciales, salas o terrenos destinados al esparcimiento. Pero si la fuerza de las cosas diferencia la vivienda rica de la vivienda modesta, ningún derecho hay para violar unas reglas que deberían ser sagradas reservando solamente a los favorecidos por la fortuna el beneficio de las condiciones necesarias para una vida sana y ordenada. Hay que prohibir para siempre, por medio de una estricta reglamentación urbana, que familias enteras se vean privadas de luz, de aire y de espacio.

El estado actual y la distribución del terreno edificado se prestan mal a las innovaciones mediante las cuales la infancia y la juventud no solamente quedarían al amparo de numerosos peligros, sino que incluso se las colocaría en las únicas condiciones que permiten una formación seria, capaz de garantizar, junto a la instrucción, un pleno desarrollo tanto físico como moral. Cuando la creación de un nuevo recinto militar llegaba a encerrar un arrabal en el seno de la ciudad, se dislocaba por vez primera la regla normal de los trazados. La era del maquinismo se caracteriza por el suburbio, terreno sin trazado definido donde se vierten todos los residuos, donde se hacen todas las tentativas, donde a menudo se instala el artesonado más modesto con sus industrias, consideradas provisionales a priori, pero algunas de las cuales experimentarán un crecimiento gigantesco. En el transcurso de los siglos XIX y XX, la espuma se ha convertido primero en marea y después en inundación. Constituye uno de los peores males de la época. La densidad de la población es muy escasa allí, y el suelo apenas se halla explotado; a pesar de todo, la ciudad está obligada proporcionar a la extensión de los suburbios los servicios necesarios: carreteras, canalizaciones, medios de comunicación rápidos, alumbrado y limpieza, servicios hospitalarios o escolares, etc. Resulta sorprendente la desproporción entre los gastos ruinosos que tantas obligaciones causan y la escasa contribución que puede aportar a ellos una población dispersa. Los suburbios son la sórdida antecámara de las ciudades; aferrados a las grandes vías de acceso por sus callejuelas, hacen que la circulación en ellas sea peligrosa; vistos desde el aire, exhiben a la mirada menos avisada el desorden y la incoherencia de su distribución; atravesados por el ferrocarril, son una desilusión penosa para el viajero atraído por la reputación de la ciudad.

Exigencias

Los unos, fruto de una especulación precoz, sólo merecen la piqueta; otros, a causa de los recuerdos históricos o de los elementos de valor artístico que encierran, deben ser parcialmente respetados; existen medios para salvar lo que merece ser salvado pese a destruir sin piedad cuanto constituye un peligro. No basta con sanear las viviendas: hay que crear y ordenar, además, sus prolongaciones exteriores, los locales de educación física y diversos terrenos deportivos, señalando de antemano en el plan general los emplazamientos que serán reservados para ello. Fijar las densidades urbanas esa cometer una empresa cargada de consecuencias. Cuando apareció la era de la máquina las ciudades se desarrollaron sin freno ni control. El abandono es la única explicación válida de este crecimiento desmesurado y absolutamente irracional que es una de las causas de su desgracia. Las ciudades, tanto para nacer como para crecer, tienen razones particulares que deben ser estudiadas, llegando a unas previsiones que abarquen cierto espacio de tiempo: cincuenta años, por ejemplo. Todo plano de edificio en el que una sola vivienda se halle orientada exclusivamente hacia el norte, o privada de sol por las sombras proyectadas sobre ella, será rigurosamente condenado. Las aceras, creadas en la época de los caballos y sólo tras la introducción de las carrozas, para evitar los atropellos, son un remedio irrisorio a partir del momento en que las velocidades mecánicas han introducido en las calles una auténtica amenaza de muerte. Deben tenerse en cuenta los recursos de las técnicas modernas para alzar construcciones elevadas. Las construcciones alcanzan los sesenta y cinco pisos o más. Solamente unas construcciones de una cierta altura pueden dar feliz satisfacción a estas legítimas exigencias. Decidir acerca del modo en que se efectuará la ocupación del suelo, establecer la relación entre la superficie edificada y los espacios libres o con plantas, repartir el terreno necesario tanto para los alojamientos particulares como para sus diversas prolongaciones, asignar a la ciudad una superficie que no podrá ser superada durante un período determinado, todo ello constituye esa grave operación que queda en manos de la autoridad: la promulgación del «estatuto del suelo».

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