Para 1908, era el momento adecuado para que un nuevo tipo de agencia protegiera a Estados Unidos

Para 1908, era el momento adecuado para que un nuevo tipo de agencia protegiera a Estados Unidos.

Estados Unidos estaba, unido, con sus fronteras que se extendían de costa a costa y solo quedaban dos estados sin litoral para unirse oficialmente a la unión. Invenciones como el teléfono, el telégrafo y el ferrocarril parecían reducir sus vastas distancias incluso cuando el país se había extendido hacia el oeste. Después de años de industrialización, América también era más rica que nunca, y una nueva potencia mundial en el bloque, gracias a su victoria naval sobre España.

Pero había nubes oscuras en el horizonte.

Las ciudades del país habían crecido enormemente en 1908 (había más de 100 con poblaciones de más de 50,000) y, comprensiblemente, el crimen había crecido junto con ellos. En estas grandes ciudades, con sus muchas hacinadas casas llenas de pobres y desilusionados y con todas las tensiones étnicas de una nación cada vez más inmigrante agitada en buena medida, los ánimos a menudo brillaban. Los choques entre los trabajadores en huelga y los jefes de sus fábricas se estaban volviendo cada vez más violentos.

Y aunque nadie lo sabía en ese momento, las ciudades y pueblos de los Estados Unidos también se estaban convirtiendo rápidamente en un caldo de cultivo para una futura generación de profesionales de la ley. En Brooklyn, un niño de nueve años de edad, Al Capone, pronto comenzaría su vida criminal. En Indianápolis, un niño de cinco años, John Dillinger, estaba creciendo en la granja de su familia. Y en Chicago, un niño pequeño bautizado como Lester Joseph Gillis, que luego se transformará en el asesino vicioso "Baby Face" Nelson, saludaría al mundo para fin de año.

Pero la violencia era solo la punta del criminal iceberg. La corrupción fue rampante en todo el país, especialmente en la política local, con máquinas políticas torcidas como Tammany Hall en plena floración. Los grandes negocios también tenían su parte de sordidez, desde las malas condiciones, incluso criminales, en las plantas de envasado de carne y las fábricas (como los muckrakers como Upton Sinclair habían expuesto artísticamente) a los monopolios ilegales que amenazaban con controlar industrias enteras.

La revolución tecnológica también contribuía al crimen. 1908 fue el año en que el Modelo T de Henry Ford comenzó a retirarse de las líneas de montaje en Motor City, haciendo que los automóviles fueran asequibles para las masas y productos atractivos para matones que pronto comenzarían a comprarlos o robarlos para eludir a las autoridades y moverse por el país. Crímenes violentos. Veintidós años más tarde, en un polvoriento camino de Texas, Bonnie y Clyde, "Romeo y Julieta en un automóvil de huida", como dijo un periodista, encontrarían su final en un Ford cargado de balas.

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