Pinochetismo = Fascismo
andrecolombo17 de Junio de 2013
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El presente ensayo gira en torno la categoría histórica de fascismo, y de su pertinencia o no para explicar el proceso político chileno que desembocó en la dictadura de Augusto Pinochet.
De allí que comencemos aclarando qué es lo que entendemos por fascismo. A este fin, retomaremos la caracterización que realiza Atilio Boron en Estado, capitalismo y democracia en América Latina . Para este autor, el fascismo fue una forma excepcional de Estado capitalista en que la burguesía de Alemania e Italia reorganizó su hegemonía en el período entre guerras, lo que le permitió asegurar el resguardo de sus intereses en el contexto de crisis orgánica que atravesaban esas sociedades. El hecho de que haya sido ésta la salida de la crisis orgánica estuvo determinado por las condiciones estructurales e históricas de esos países.
A continuación, compararemos las características históricas del fascismo con los acontecimiento chilenos, para lo cual lo dividiremos, analíticamente, en cinco secciones: a) Fase del capitalismo, b) Clase dominante y fracciones hegemónicas, c) Clases dominadas: proletarios y clases medias, d) Ideología, y e) Estructura estatal.
a) Fase del capitalismo
En primer lugar, el fenómeno fascista se debe enmarcar en el período histórico de maduración y crisis de la fase clásica del imperialismo, y la manera en que esto se evidenció en los países donde el capitalismo “llegó tarde” en la constitución de una economía imperialista de alcance mundial. La burguesía nacional de Alemania e Italia, por su tardía conformación, debió intentar mantener su hegemonía interna (puesta en duda por la movilización de obreros y de las clases medias, que desarrollaremos más adelante) a la vez que competía por mercados exteriores con las burguesías de las potencias imperialistas, en tanto que, en esta fase del desarrollo capitalista, era indispensable contar con mercados externos (para evitar la sobreproducción y el exceso de capitales) y aprovechar las ventajas de los “países agrarios” ( para optimizar la tasa de ganancia). “Por lo tanto, cuando se habla de fascismo se está hablando del imperialismo y de las formas de organización estatal que corresponden a las economías capitalistas avanzadas y capaces de sojuzgar pueblos atrasados” .
En cambio, las “dictaduras de nuevo cuño” (como las denomina Boron) tuvieron lugar en una fase distinta del capitalismo monopolista, a causa de las modificaciones que se llevaron a cabo a partir de la Gran Depresión de 1929, de la Segunda Guerra Mundial y los ‘60s. La característica más distintiva de esta fase es el surgimiento del gran conglomerado transnacional, constituyéndose en unidades autosuficientes para asegurar el proceso de acumulación y reducir su vulnerabilidad al ciclo económico propio del capitalismo. “Estas mutaciones le han permitido contrarrestar poderosamente la tendencia declinante de la tasa de ganancia mediante la obtención de superganancias en ciertas ramas y países en los cuales actúan estas empresas y al manejo de precios administrados dentro del marco de un sistema oligopólico de alcance mundial (...) Estos cambios ocurridos en las economías capitalistas centrales tuvieron –y tienen profundas repercusiones sobre las modalidades del desarrollo económico de América Latina” .
Atilio Boron, al retomar las categorías propias de las teorías de la dependencia (específicamente las de capitalismo central y capitalismo periférico), plantea que se hace necesario diferenciar la experiencia de Alemania e Italia en el período de entreguerras de la acaecida en Chile en los años ’70 atendiendo, además, al papel que desempaña cada uno de estos países en la división internacional del trabajo. Así, las modificaciones globales del sistema económico replicaron de un modo particular en nuestra región dependiente, principalmente a partir de la "internacionalización" de los mercados internos, es decir que ahora los países centrales producen en los mercados periféricos y es en estos mercados internos donde se realiza el capital invertido. Esta modificación implicó el ingreso de importantes inversiones en el sector manufacturero, por lo que un mayor desarrollo industrial no implica menor dependencia para los países latinoamericanos, sino que se ha modificado la manera en que esta última se cristaliza: ahora, a partir de los flujos financieros.
b) Clase dominante y fracciones hegemónicas
En cuanto a la clase dominante en el fenómeno fascista, la consolidación del capitalismo en los países en cuestión dio lugar al surgimiento de una burguesía monopólica nacional como fracción predominante de la economía. Como consecuencia de este proceso, se hizo evidente la fragmentación de la burguesía, situación que exacerbó las contradicciones secundarias dentro de la propia clase dominante. A pesar de la preponderancia económica de la burguesía nacional monopólica, ésta no lograba plasmarla en lo político, ya que este ámbito continuaba dominado por las fracciones económicamente decadentes de la clase dominante (representantes del capital medio y de sectores agrarios). Así, el fascismo lo que permitió es que la burguesía monopólica nacional reorganizara la hegemonía para constituirse en la fracción económica y políticamente hegemónica dentro del bloque de poder.
A diferencia con estos procesos, en América Latina la burguesía nacional juega un papel secundario en los procesos que analizamos. Aquí, en cambio, durante los años 70 se consolidó la gran burguesía monopólica transnacional como fracción económicamente hegemónica. Esta burguesía internacionalizada se relaciona con las burguesías nacionales de los países periféricos, en obvia subordinación de las últimas bajo la primera. Estas modificaciones fueron atendidas por los procesos dictatoriales latinoamericanos, que redefinieron el sistema de alianzas: “los representantes del gran capital transnacional aseguran su predominio asociando a su hegemonía a fracciones burguesas nacionales y a ciertos sectores de las capas medias (…)”, específicamente la tecnocracia civil y militar.
Analizando específicamente el caso chileno, es necesario marcar el hecho de que los gobiernos democráticos inmediatamente anteriores al golpe de Estado de 1973 habían intentado alguna modificación de la correlación de fuerzas en el seno del Estado. Así, durante la presidencia de Frei (1964-1970) se llevó a cabo una muy restringida reforma agraria, cuya más significativa consecuencia fue la sindicalización y movilización campesina. También el gobierno promovió la organización de sectores urbanos y suburbanos, en lo que se denominó “pobladores”. Ya en el ’70, con la asunción de un presidente del Partido Socialista, Salvador Allende, se materializó una “estrategia de de reformas no negociadas” , que inquietó aún más a los sectores dominantes. Esto generó un estado de cosas en el que sólo era posible la reestructuración capitalista de la periferia a partir del uso irrestricto de la violencia y la suspensión de las libertades “burguesas”. Es este último punto en el que se pueden encontrar similitudes entre la experiencia fascista y la dictadura del General Pinochet en Chile: fuerte represión y Estados capitalistas de excepción. Precisamente, en los primeros dos años del proceso chileno prevaleció la dimensión reactiva por sobre cualquier otra tarea estatal (desarrollaremos especialmente esta cuestión en la sección “Clases dominadas: proletarios y clases medias”)
Teniendo en cuenta el reacomodamiento de las clases dominantes propio de la transición a un nuevo modelo de acumulación a nivel global, debemos hablar de las soluciones a la desarticulación del sistema capitalista (en términos de Manuel Garretón ). “Es a partir de la coyuntura de marzo-abril de 1975 y el lanzamiento del Plan Shock para la economía que parecen definirse desde la cima del poder del Estado la dirección más precisa de este proyecto de recomposición y reinserción capitalistas. Es también a nuestro juicio el momento en que se consolida el núcleo hegemónico en la dirección estatal” . Tal como planteara Boron en un nivel más general de análisis, este núcleo hegemónico estaba integrado por la tecnocracia civil y militar. En Chile la tecnocracia civil estaba integrada por los “Chicago Boys”, un grupo tecnocrático de economistas que condujeron a Chile siguiendo las ideas neoliberales de Milton Friedman y la Escuela Económica de Chicago. Este sector le brindó un modelo de sociedad que el proceso dictatorial no tenía y que permitió las modificaciones económicas y sociales que eran necesarias: todos los ámbitos de la sociedad debían guiarse exclusivamente por la lógica del libre mercado; el Estado, por tanto, se retiraba del ámbito económico y se abrían las fronteras al libre ingreso de capitales transnacionales. Es evidente que este modelo se ajustaba a los intereses de la gran burguesía transnacional y al sector de la burguesía nacional asociada a ella (especialmente, la financiera). Aunque otras fracciones dominantes no estaban de acuerdo con este proyecto, debieron acatar esta situación ante el apoyo incondicional que le brindó Pinochet.
Justamente, la tecnocracia militar en Chile tenía un rasgo muy importante: la personalización del liderazgo . Aquí, según Garretón, se acentúa la idea de que la doctrina de Seguridad Nacional que unificó el adoctrinamiento y tecnificación de la FF.AA. chilenas no era, sin embargo, un programa propositivo de Gobierno. Es por ello que “en la ausencia de un programa político consensual entre los militares este liderazgo formal [el de Pinochet, como Comandante en Jefe y autoridad máxima del Gobierno] tiende a personalizarse progresivamente”
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