Política Social

Desde los inicios de las políticas sociales su finalidad ha ido encaminada a paliar las desigualdades sociales y culturales, pero este fin ha variado según la época y las circunstancias de cada momento.

Con el triunfo del capitalismo las desigualdades sociales han menguado, las políticas democráticas que se buscan deben de corresponder a una redistribución de la riqueza equitativa, atendiendo a las necesidades de los ciudadanos y intentando hacer que éstos sean solidarios con los demás a la vez que responsables de sus prójimos. Para conseguir estos resultados no sólo se debe de contar con un gobierno al servicio de la sociedad que vele por sus ciudadanos sino también por una sociedad civil autónoma y participativa.

En la actualidad, según Teresa Monteagut, la política social es la intervención desde el Estado que incide en el bienestar de las personas, por medio de la administración pública de la asistencia, fomentando el desarrollo de servicios y prestaciones para intentar apaliar determinados problemas sociales. Otra definición de política social sería la de T.H. Marshall(1965) que dice “la política de los gobiernos encaminada a tener un impacto directo en el bienestar de los ciudadanos, a base de proporcionarles servicios o ingresos” .

En nuestros días una buena política social es aquella que responde eficazmente a los seis pilares que conforman el sistema de bienestar, sanidad, educación, servicios sociales, vivienda, garantía de rentas y empleo, sin embargo en sus inicios las preocupaciones de estas políticas correspondieron problemáticas más reducidas como la igualdad de derechos o la escasez y malas condiciones del empleo. Remontándonos a la Francia del siglo XVIII, tras las revueltas del campesinado y el descontento de la burguesía, se produce la abolición de la sociedad feudal, dando paso a una sociedad más liberal y preocupada por los derechos de los ciudadanos.

La ilustración fue un movimiento liberal que supuso una nueva época en Europa, algunos de sus referentes ilustrados fueron Montesquieu, Votaire o Roussean, lucharon por sus ideas, aspirando a mejorar las costumbres y formas de gobierno de la época, promoviendo un cambio en la forma de ver la vida. Cuando hablamos de estas ideas nos referimos a la defensa al poder de la razón, los derechos naturales del hombre o a la lucha contra la intolerancia, entre otros. Uno de los avances ideológicos más trascendentes fue la Teoría de la voluntad general, en la cual, Roussean, defendía que el poder residía en el pueblo. Esta teoría correspondió uno de los mayores avances de la época, dotó a los hombres de mayor seguridad y confianza en sí mismos, con la cual solo haría falta unos años adelante para que la configuración social existente, feudalismo, cambiase por la Revolución francesa.

A pesar de los avances que los ilustradores habían sido capaces de conseguir, fue necesaria una revolución para que la población gozase de algunos de los derechos nombrados anteriormente, en 1789 la Asamblea Nacional Constituyente proclama la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, tras abolir los derechos feudales, es importante tener en cuenta que las mujeres no formaban parte de esta concepción de ciudadano.

La Revolución francesa provocó la desaparición de derechos institucionales hasta la fecha como la nobleza, que desapareció como institución, o la iglesia que perdió gran parte de los derechos que gozaba hasta la fecha, encargándose de labores benéficas y manteniéndose al margen de las esferas políticas.

La burguesía tomó el poder y surgió una nueva mentalidad en los hombres, dejando aún lado al Dios todo poderoso y centrándose en la ciencia y la inteligencia. Ello llevó a la aparición de un nuevo orden social, el modelo liberal. El cual se regía por la Constitución de 1793 que proclamaba la igualdad de todos los hombres pero en 1795, la nueva Constitución, volvía a declarar su desigualdad.

Gradaus Babeuf, ejecutado por conspirador, publicó en 1795 El Manifiesto de los Plebeyos, en el que se proponía la abolición de la propiedad privada y la abogacía por la democracia directa.

El socialismo surge como un proyecto de democracia y preocupación por cuestiones sociales que no se habían resuelto la filantropía. En esta etapa, segunda mitad del XIX, se configura una organización social en la que las clases medias y emergentes luchan por el poder.

Los socialistas utópicos buscaron una sociedad más igualitaria a través de una revolución pacífica ya que criticaban y se oponían al orden político, social y económico liberal burgués. Los más destacados fueron Conde de Saint Simon, Charles Fourier y Robert Owen, siendo éste último quien se importó por asuntos tan relevantes como la protección social por parte del gobierno, mediante leyes y reglamentos. Dicha intervención social tenía la finalidad de proteger a los seres humanos y los recursos naturales de los efectos del libre mercado que se había apoderado de la sociedad con el liberalismo. Muchos de los derechos que hoy gozamos fueron gracias a las prácticas que estos hombres llevaron a cabo durante estos años, por ejemplo una de ellas de vital importancia fue la de Robert Owen que ejerció como director del molino textil New Lanark, en el que implantó una política empresarial que incluía acciones como la reducción horas de trabajo, los centros sanitarios, culturales o la escuela mixta, entre otras. Estas acciones estaban encaminadas a mejorar las condiciones de vida de sus obreros, con las expectativas de mejorar su rendimiento empresarial.

A mediados del siglo XVIII se produce la primera revolución industrial, la cual representó el paso de una sociedad agraria a una industrial, textil y siderúrgica. Previamente se habían dado una serie de transformaciones demográficas, mejoras en el transporte (ferrocarril, canales), tecnológicas como la máquina de vapor, agrarias y de expansión del comercio interior y exterior, las cuales favorecieron el cambio de sociedad y fundamentaban los postulados que Adam Smith escribió en 1776, en su obra fundamental, La riqueza de las naciones.

Durante éste periodo, se produjo la separación entre la economía y la política, en la que se fomenta la importancia de lo social aunque fuese de la mano de la economía ya que el libre mercado regulaba la vida social. Con ésta política nace la razón productivista del trabajo, en la que la fuente de riqueza es el trabajo, por lo que la pobreza es el resultado del no trabajo, con esto se deduce que si existe pobreza es por una mala organización social, con lo que uno de los objetivos, tanto de éste momento concreto como de la actualidad, es reinsertar a la gente que no trabaja por medio del trabajo.

En este momento se crean políticas, llamadas asistenciales para los

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