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¿Privatización de las vías públicas de los distritos residenciales de Lima como respuesta a la inseguridad ciudadana o solo un argumento justificado en base a estereotipos socioeconómicos y culturales?

Valeria Alejandra Ramos ValdiviaEnsayo10 de Diciembre de 2018

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TEMA: ¿Privatización de las vías públicas de los distritos residenciales de Lima como respuesta a la inseguridad ciudadana o solo un argumento justificado en base a estereotipos socioeconómicos y culturales?

POSTURA: La privatización de las vías públicas mediante la implementación de rejas, tranqueras, muros, entre otros, en los distritos residenciales de Lima como medida contra la inseguridad ciudadana es una justificación que contribuye a acrecentar las diferencias socioeconómicas y culturales que fragmentan a la sociedad.

ESQUEMA

ARGUMENTO 1

Razón:

Las clases socioeconómicas altas desean un entorno homogéneo, exclusivo entre sus semejantes, que los separe de la pobreza y del espacio de acceso público, que no es de su preferencia, pues lo perciben como inseguro.  

  • Respaldo:

Las clases altas, residentes de urbanizaciones privadas, visualizan al ciudadano foráneo como un “agente peligroso” basándose en estereotipos socioeconómicos y culturales, acreditándoles los actos de delincuencia y violencia

  • Respaldo:

La apropiación de espacios públicos, como parques con acceso restringido, para una determinada zona residencial, con el fin de mantener un supuesto orden público y seguridad de sus residentes genera el desarrollo de una vida hacia lo interior donde se pierde la interacción pluricultural de la sociedad limeña.

  • Respaldo:

La creación de urbanizaciones cerradas trae beneficios directamente para los residentes de estas, pero también para terceros, como los desarrolladores urbanos y aquellos que encuentran en ella una fuente laboral. Pese a todo esto, las barreras físicas que se levantan para cercar estas propiedades no son más que marcadores de las diferencias socioeconómicas que terminan rompiendo el tejido social.

ARGUMENTO 2

Razón:

La implementación de barreras físicas por iniciativa de las clases altas limeñas busca exceptuar de su territorio a cierto grupo con características raciales y socioeconómicas distintas, pues se les atribuye ciertas prácticas como la delincuencia y desorden público

 

  • Respaldo

El llamado “muro de la vergüenza”, que divide los distritos de San Juan de Miraflores y la urbanización las Casuarinas en Surco, fue levantado por los residentes de esta última con el fin de cercar su propiedad privada y evitar el acceso de los pobladores de las invasiones colindantes.

  • Respaldo

Entre los distritos de Ate y La Molina, en el año  2005 se colocó una reja, conocida como la “malla de la discordia” que separaba el límite entre ambos distritos, costeada por los residentes de la Molina, esta pretendía  brindar seguridad.

  • Respaldo:

Cuerda que divide a ricos y pobres en Playa Hermosa en el distrito de Ancón, fue colocada en el verano del año 2014, con la finalidad de separar a los propietarios de las casas ubicadas dentro del balneario de los visitantes comunes, los cuales son vistos por ellos como “cholos” sucios y delincuentes.

Décadas atrás, la ciudad de Lima ya se encontraba dividida por ciertas barreras físicas que han modelado nuestra estructura urbana actual y a la cual nos hemos adaptado o acostumbrado en cierta forma. En los años 30 aparece un nuevo modelo urbano que consolidaría en las décadas siguientes los llamados pueblos jóvenes o barriadas, poblados por los inmigrantes de las provincias que venían a la capital en busca de oportunidades. En los años 80, se instaura una época de terror, violencia e inseguridad ciudadana como consecuencia del terrorismo que se apoderó del país; la ciudad jardín, inspirada en el estilo americano de la época, es reemplazada por la ciudad enrejada o amurallada. El apogeo de la economía en la Lima de los 90, trae consigo el modelo de ciudad neo liberal posmoderna. Los grandes y nuevos malls, que reemplazarán las antiguas plazas, aparecen para satisfacer a la nueva generación consumista. La ciudad jardín se convierte en enormes edificios multifamiliares.

Al igual que la estructura urbana ha sufrido cambios con el tiempo, la sociedad limeña no ha sido ajena a estos. Nuestra cultura andina, y sus manifestaciones fueron perdiendo valor, considerándolas inferior a la cultura occidental, que todos buscan imitar. El ciudadano andino que migra a la capital es marginado, considerado inferior, sucio y peligroso. Las elites de Lima forman un círculo cerrado, que excluye a aquellos sectores que se encuentren en desarrollo. Se hace evidente el abandono de los espacios públicos como punto de interacción social entre ciudadanos, ahora los establecimientos privados son los elegidos por las clases medias y altas, que podían costearlo.

Como consecuencia a las cambios que ha sufrido nuestro estructura urbana y la influencia que ha tenido el entorno social y cultural sobre esta, las clases altas y medias de Lima tomaron la iniciativa de privatizar y delimitar las vías públicas que rodean sus propiedades, mediantes barreras físicas, aludiendo a la alarmante inseguridad que azotaba a la capital y que aún persiste. Sin embargo; el motivo que los impulsa a la necesidad de separar sus urbanizaciones del colectivo urbano es puesto en tela de juicio; ya que se hacen presentes ciertos estereotipos socioeconómicos y culturales. En el siguiente texto, se intentará sostener que la privatización de las vías públicas, intenta justificarse como medida contra la inseguridad, pero el verdadero motivo se encuentra sobre la base de las diferencias socioeconómicas y culturales que terminarán fragmentando, aún más, el desarticulado tejido social; dado que en primer lugar, la elite limeña busca un ambiente homogéneo entre sus semejantes, alejado de la pobreza y el caos público. De igual manera, se hace visible el patrón que se repite cuando una barrera física es instalada, se separa en dos zonas un mismo territorio, por un lado se manifiesta la riqueza y del lado opuesto siempre está presente un sector de la población que vive con innumerables carencias.

La percepción real o como sentimiento de inseguridad ciudadana que manifiesta la sociedad limeña ha tomado una mayor importancia dentro de los problemas sociales, pues los ciudadanos se sienten indefensos frente a los peligros de violencia y criminalidad a los que están expuestos en los espacios públicos y dentro de sus propias viviendas. Rodríguez señala que la inseguridad ciudadana se ha convertido en una fuerza importante para demandar y justificar la privatización de vías públicas que trae consigo la segregación de espacios y de grupos socioeconómicos (2005: 130). Para Vega Centeno las diferencias sociales buscarán afirmarse a través de la generación de distancias espaciales, que paulatinamente producirán espacios de fuerte homogeneidad social interna, pero con marcada heterogeneidad externa (2006: 18-19).

La implementación de rejas, tranqueras, muros, casetas de vigilancia, cámaras de seguridad, entre otros elementos de seguridad, en las zonas residenciales de los distritos de Lima son medidas tomadas por las clases altas para mantener su seguridad y promover una visión del espacio público como territorio del caos. Según un informe de Asociación Peruana de Consumidores del 2010 realizado en 18 distritos, La Molina y Ate son las jurisdicciones que cuentan con el mayor número de rejas en Lima Metropolitana, la mayoría de ellas sin autorización (2010: 6). Estas formaciones residenciales creadas a partir de iniciativas individuales y vecinales, que en muchos casos no estaban autorizadas por las municipalidades, se caracterizan por los enrejados en cada entrada de la urbanización, restringiendo el acceso solo para los residentes, pues para el ingreso de un extraño a la zona es necesario mostrar la identificación, acto que no es avalado legalmente. Todo lo mencionada marca aún más las diferencias socioeconómicas, de modo que se atribuirá cierto estrato socioeconómico a la persona dependiendo del lugar de origen o lugar de residencia.

Una urbanización o zona enrejada deja ver una ciudad fragmentada, debido al afán de evitar contacto con el otro, al que no conoce, al vecino del otro lado, del cual se crean estereotipos respecto a quiénes son, atribuyéndoles ciertas características y la práctica de cierto tipo de delitos, pues no solo son los “otros” vistos como peligrosos, sino también como “sucios”, “ignorantes” y con costumbres que los hacen “diferentes” e “indeseables”.

En el informe 81° de la Defensoría del Pueblo se detalla lo siguiente, los bienes de uso público, es el caso de las calles, caminos, plazas, paseos, canales, parques, puentes, le pertenecen al Estado y, por tanto, a todos, no pueden hacerse propiedad particular de algún individuo, ni darle uso alguno que promueva la exclusión de algún grupo. (2012:12). Dentro de las urbanizaciones o zonas residenciales encontramos áreas comunes como parques, los cuales pueden ser usados por todos los ciudadanos al igual que todas las vías públicas, pero esto en la práctica no se cumple. El cierre de las calles se da muchas veces con la finalidad de evitar el ingreso de personas ajenas a “sus” parques y no por supuestas medidas de seguridad y orden público. Gran cantidad de parques ubicados al interior de urbanizaciones se encuentran enrejados y cuentan con vigilancia permanente que controla el ingreso de personas dentro los horarios establecidos. Se desea restringir el pase de personas que no vivan en la zona y que probablemente sean residentes de zonas populares y estratos inferiores. Tenemos por ejemplo el caso del parque Blume, en el límite entre Miraflores y San Isidro, el acceso enrejado tiene límites estrictos de horarios. Pasada cierta hora, se cierran las rejas de acceso público y las personas que viven en las casas limítrofes al parque son las únicas que pueden entrar. Se evidencia que estas prácticas no son formales o escritas, sino sociales y, claramente, es discriminación.

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