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SOCIEDAD, PODER Y CULTURA

Angie Paola Ramirez VargasReseña7 de Noviembre de 2021

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FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN

LICENCIATURA EN EDUCACIÓN BÁSICA CON ÉNFASIS EN CIENCIAS SOCIALES

SOCIEDAD, PODER Y CULTURA

RESEÑA N° 1

AGOSTO 09 DE 2010

WALLERSTEIN, Immanuel. Abrir las Ciencias Sociales. TRADUCIDO  AL ESPAÑOL POR STELLA MASTRÁNGELO. Siglo XXI Editores. México, 2006. 114 Págs.

La obra examina el trasegar de las ciencias sociales a partir de la naciente disyuntiva a finales del siglo XVII entre ciencia y filosofía, la primera como aquella búsqueda de un conocimiento secular, objetivo y sistemático sobre la realidad y la segunda como un campo presto a especulaciones a priori sin piso empírico asemejado a la teología.  

La visión clásica de la ciencia se postula a partir de la indagación de leyes universales que fuesen inherentes a todo tiempo y espacio tal como se manejara después en el manejo de las ciencias naturales desde los postulados de la física newtoniana y la mecánica celeste y que fueran sustento metodológico para los planteamientos del positivismo. La ciencia social, en tanto empresa del mundo moderno se cimentaría en la noción de progreso derivada de la equiparación del estudio del universo y el mundo a partir de las proposiciones de Alexandre Koyré, pues según éste, el universo es infinito tanto en extensión como en duración, afirmación que sería asimilada de igual forma para la ambición humana en la evidente infinitud de sus realizaciones materiales en el campo tecnológico que tras la llegada de los europeos a América y el descubrimiento de un mundo esférico viraría hacia el conocimiento epistemológico y geográfico del planeta en aras de la supremacía hegemónica de occidente.

A medida que  la ciencia avanzaba en sus aplicaciones experimentales desde la investigación más se desligaba de la filosofía, sin embargo, al devenir la aparición del estado moderno éste se ve en necesidad de llegar a un conocimiento más exacto y esclarecedor de nuevas categorías, lo cual conllevaría la potenciación de la Universidad como institución generadora de dicho conocimiento desde aplicaciones que se diferenciaban sobremanera del modelo universitario medieval, permitiendo poner en debate el tema de la interdisciplinariedad y su pertinencia en el conocimiento objetivo de la realidad, ya que al concentrarse hábilmente en campos cada vez más específicos se podría llegar a una alta producción intelectual.

A partir de la Revolución Francesa se reformula el estudio del cambio social y cultural que se estaba presentando en Europa y es entonces cuando algunos académicos proponen organizarlo y racionalizarlo mediante el análisis y comprensión de las reglas que regían dicho cambio, pues […si se lograba organizar un nuevo orden social sobre una base estable, cuanto más exacta fuese la ciencia tanto mejor sería lo demás][1]. Sin embargo, en algunos campos como el de la historia se desconfiaba de esta sistematización dado que empíricamente no todas las sociedades poseen las mismas características y eso significaba un apremio por especializarse en las culturas disímiles a occidente, puesto que éstas poseían factores determinantes y extensivos en el mundo como es el caso de las religiones sin contar además con sus aportes académicos y tecnológicos en la historia (matemática, escritura, sistemas de navegación, etc), la única diferencia de estas culturas con occidente era que no se enmarcaban dentro del proyecto de la modernidad.

Además de los estudios interdisciplinares el énfasis reiterativo por la especialización se vería tras finalizar la Segunda Guerra Mundial sobre todo en profesionales e instituciones mayoritariamente provenientes de Estados Unidos, país vencedor en la confrontación. Esta dinámica giraba en torno a la reafirmación de los pueblos no europeos en el mundo en el contexto de la Guerra Fría, la ampliación desmesurada de la población humana y sus actividades de producción, y la expansión espacial y cuantitativa del sistema de universidades a nivel global. Es así como se manifiesta una amplia necesidad de inversión estatal en programas de investigación universitario que deriven en producción de conocimiento interdisciplinar. El autor propone además que el sistema universitario adopte dentro de sus requerimientos a los estudiantes de ciencias sociales la exigencia de programas alternos a la carrera estudiada para poder garantizar así una cualificación del quehacer profesional en aras de potenciar conocimientos que puedan ser reproducidos en los contenidos curriculares tanto en la escuela como en la universidad y las especializaciones de posgrado.

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