Sistema carcelario en Chile: la cárcel de la moral eclesiástica
Carla Michea InsunzaEnsayo9 de Diciembre de 2020
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El sistema carcelario femenino en Chile |
La cárcel de la moral eclesiástica. |
Carla Michea Insunza |
31/07/2018 |
Sociología Política
Juan Cristhian Jimenez
Como consecuencia directa de la conquista y colonia en América Latina el Estado chileno se ha caracterizado por sostener una estrecha relación con la Iglesia. Específicamente, por la fuerte influencia política ejercida desde la Iglesia de manera continua en la construcción de la república chilena. Esta influencia eclesiástica implica una directa repercusión en las estructuras sociales y por consecuencia, en el funcionamiento y desarrollo de todas las esferas de la sociedad. Bajo esta premisa, el objetivo de este ensayo es realizar un análisis respecto a una de las reformas más importantes y desconocida del siglo XVIII en el sistema carcelario femenino; el traspaso de la tutela del Estado a una orden religiosa. El análisis se realiza sosteniendo que la cárcel femenina históricamente ha tenido un rasgo religioso -a diferencia del masculino- basado en distintas prácticas de control, y por consecuencia, se ha fijado como un espacio de disciplinamiento social por sus distintos mecanismos conductuales.
Antes de adentrarnos en el análisis, es importante considerar el contexto nacional político y sobre todo, su relación respecto a la Iglesia. Como también se hace indispensable esbozar las bases de la congregación de las Hermanas del Buen Pastor, orden religiosa a tratar.
En el siglo XVIII el Estado asumió distintas facultades en la Iglesia, y todas estas apuntaban al mejoramiento eclesiástico, aquellas intervenciones estatales incluso fueron estimadas como necesarias para el ejercicio soberano. Las influyentes facultades del Estado sobre la Iglesia en este periodo tienen como consecuencia dos hechos fundamentales en el presente tema. En primer lugar, significaba que la Iglesia dependiera del Estado en cuanto este brindaba protección y financiamiento de distintas labores eclesiásticas, particularmente la evangelización. Pero también, la estrecha relación entre el Estado y la Iglesia situaba a esta última como la institución social más poderosa e influyente en el escenario social, capaz de controlar la educación, las relaciones familiares y los hábitos de cada individuo. (Quiroz, 1985).
El poderío de la Iglesia se materializó en el constitucionalismo nacional y era una realidad política: “La segunda República promueve la coexistencia del orden colonial con algunos limitados principios republicanos. Re- impone formas de dominación, tales como los mayorazgos y algunos privilegios eclesiásticos. La participación y deliberación de los gobernados en las cuestiones públicas y el diseño se restringen considerablemente” (Ruiz-Tagle / Cristi)
El catolicismo operó como un agente normativo mediante la instauración de una base moral y educacional. Es importante destacar, que el campo religioso conlleva demandas políticas y sociales que alteran el funcionamiento de la esfera política, y directamente altera la legitimidad de los agentes políticos.
Con esto se hace referencia a una de las ideas fundamentales de Bourdieu: “Tratar la religión como una lengua, es decir, a la vez, como un instrumento de comunicación y como un instrumento de conocimiento o, más precisamente, como un médium simbólico, a la vez estructurado (por lo tanto susceptible de un análisis estructural) y estructurante” (Bourdieu, 1971)
Dicho esto, es de suma importancia comprender con mayor profundidad las características del modelo carcelario y así poder analizar la obras de la orden religiosa en Chile.
La creación del sistema carcelario respondía a un impulso modernizador de los mecanismos disciplinarios y a una nueva valoración del concepto de “humanidad”. Esta normalización implica un cambio en la noción del castigo que se consiguió a través del cese del suplicio por la trasgresión al individuo que este sistema implicaba. A raíz de este cambio, las sanciones corporales fueron gradualmente reemplazadas por otras de carácter psíquico que ejercían distintos establecimientos penitenciarios, las funciones de estos establecimientos no estaban basadas solo a la privación de libertad de los individuos. Por el contrario, el objetivo principal de la prisión tendría un fondo transformador en el recluso debido a distintos mecanismos que suponen la “rehabilitación” del individuo en cuanto este se puede desvincular de la criminalidad y reinsertarse en la sociedad siempre desde una índole utilitaria y productiva. La teatralidad del suplicio quedaría atrás bajo la nueva estructura carcelaria.
Uno de los escritos más conocidos acerca este tema es “Vigilar y Castigar” de Michel Foucault, en esta obra se plantean las cualidades esenciales del sistema carcelario; “La prisión, pieza esencial en el arsenal punitivo, marca seguramente un momento importante en la historia de la justicia penal: su acceso a la “humanidad” .Pero también, un momento importante en la historia de esos mecanismos disciplinarios que el nuevo poder de clase: aquel en que colonizan la institución judicial”. (Foucault, 1975)
Otro aspecto fundamental de esta obra, corresponde al “panóptico de Bentham” caracterizado por ser un mecanismo de observación. Este tiene como principal finalidad ejercer dominación ante los detenidos y en general bajo todo el funcionamiento estructural de la prisión. Fuera de ser solo una estructura carcelaria, el panóptico es un sistema de inspección, disciplina y control aplicado no solo en la esfera carcelaria, ya que también actúa en la sociedad como mecanismo de control político debido a que el tema disciplinario es un factor prioritario en los asuntos de Estado: “En cuanto al aspecto de laboratorio, el Panóptico puede ser utilizado como máquina de hacer experiencias, de modificar el comportamiento, de encauzar o reeducar la conducta de los individuos “. (Foucault, 1975)
La Congregación del Buen Pastor
La Congregación del buen pastor tiene su origen en una orden religiosa fundada en el año 1835 en Francia, desde su inicio la congregación se caracterizó por crear distintas casas de acogimiento o reclusión que rápidamente se extendieron por todo el mundo. En Chile, su funcionamiento fue permitido por el gobierno de Manuel Montt, habilitando la primera casa correccional en San Felipe el 28 de mayo de 1855 (primera en América Latina), sucesivamente se abren 23 casas más. Debido a la masiva y rápida expansión de las casas correccionales, el gobierno hace entrega oficial de la administración a la congregación el año 1863. José Joaquín Pérez en 1864 decreta que la tesorería general deberá cubrir los gastos que demande la administración, y que la dirección del establecimiento estará en exclusivas manos de las religiosas. (Congregación del Buen Pastor, 1970)
Además del apoyo político, otro factor que incide en el funcionamiento de esta congregación en Chile fue la beneficencia de privados. Especialmente del sector femenino de clase alta, que apoyaba fuertemente el funcionamiento de la congregación en el territorio nacional. Inclusive, las religiosas arriban en Chile por las gestiones del arzobispo Rafael Valdivieso y vanagloriada sociedad de la beneficencia presidida por Antonia Salas de Errázuriz. Esta mujer fue reconocida por el congreso Mariano, ocurrido en Chile por aportar grandes sumas de dinero a la orden religiosa.
“La señora Salas de Errázuriz propuso la sociedad de beneficencia y emprendió la fundación de la “Casa del Buen Pastor,” que pronto principio a da los más sazonadores frutos, ya educando a la tierna y desamparada niña, ya recogiendo a la mujer de mala vida, quien, gracias a los cuidados de la Casa, se convierte muchas veces en una buena madre de familia, o por lo menos en una Magdalena. (Suarez, 1909)
La principal misión de esta congregación consistía en reclutar aquellas mujeres consideradas “de mal hábito o mala vida”, con el objetivo transformador propio del sistema carcelario. Pero ahora, además se opera bajo un discurso de moralidad, en cuanto aquella mujer de malos hábitos podría salvar su alma a través de la reclusión y sus mecanismos “reeducadores” que pretendían que la mujer pudiese volver a la sociedad para vivir en torno a las normas que la Iglesia y la aristocracia durante años fomento. Estas normas estaban sustentadas bajo la concepción y visión de la mujer fuertemente relacionada con el ámbito doméstico. De modo que la misión, el deseo y las aspiraciones que dan orientación a la vida de una mujer debían enfocarse en Dios, a su marido y sus hijos. Este rol que era impuesto de manera exclusiva a la mujer, y se basaba en las características biológicas de la mujer, principalmente en su condición reproductora. De esta forma, la mujer se enfrentaba a variados agentes represivos: el resto de las mujeres, familia, policía, aristocracia, y a la Iglesia. (Zárate, 1995)
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