TRANSPORTE Y MOVILIDAD
Micaela SanchezEnsayo3 de Septiembre de 2019
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PU.GARCÍA ESPIL 2019
MEMORIA CRÍTICA N°1
Transporte y Movilidad
La complejidad de la ciudad actual, y su progresivo crecimiento, tiende a la disposición fragmentada de las actividades y servicios del espacio urbano, lo que concluye en la separación espacial y temporal de las actividades cotidianas; se hace necesaria, entonces, la interconexión entre los diferentes grupos sociales y los diferentes espacios y tiempos, logrando un nuevo modelo de movilidad que atienda las necesidades de todos los ciudadanos.
Junto con el derecho a la conexión y a la equidad en el acceso a la movilidad, se deben considerar las formas de desplazamiento donde el menor consumo de energía y la reducción de emisiones contaminantes sean valores que predominen.
La organización de la ciudad: la concentración urbana y la densidad de ocupación del suelo, afecta el comportamiento de las personas respecto a las formas y motivaciones de la movilidad, ya que ésta es una respuesta a la oferta de posibilidades que la ciudad ofrece, cuya demanda puede ser satisfecha de maneras muy diversas.
La gestión del espacio público y el transporte son tareas de la Administración pública: se debe garantizar una oferta de espacio público adaptado a cada forma de movilidad y de sistema de transporte para ellas; todos los modos de desplazamiento tienen igual importancia ya que tienen distinta eficacia según sus motivaciones, distancias y condiciones en que se dan. Las políticas de transporte son una herramienta de inserción o de exclusión según permitan a más o menos personas hacer uso de su propio espacio urbano en cualquiera de los ámbitos en los que se desenvuelva.
Las metrópolis, cuyo modelo de crecimiento se basa en el transporte individual, presentan una realidad que afecta la cotidianidad de los habitantes: el automóvil ocupa el mayor porcentaje del espacio urbano y las ciudades se han adaptado a su uso masivo, lo que conlleva a la marginación de los demás tipos de movilidad.
En un sistema de trasporte que privilegia el vehículo particular motorizado es frecuente la exclusión de aquellas capas de la población que no disponen del mismo o las que ven afectada su movilidad por la ocupación masiva del espacio por parte de éste; además están aquellas que no lo encuentran adecuado al motivo y duración del desplazamiento y las que transcurren gran parte de su tiempo en intercambios de un transporte colectivo que resulta menos eficaz.
Frente a esta situación, es necesario enfocar los planes de infraestructura dentro de una modalidad que fomente el uso del transporte público y aliente a los ciudadanos a desplazarse caminando o en bicicleta, al tiempo que desestimule el empleo del automóvil como sistema preferencial de movilidad.
Invertir en infraestructuras que beneficien y protejan a ciclistas y peatones, con la misma consideración y calidad que se le da a las del vehículo particular, pone de manifiesto una postura de equidad y justicia social: un ciudadano que posea una bicicleta será igual de importante que aquel que sea dueño de un auto, el transporte y el espacio público son entonces una decisión política.
Potenciar la calidad del transporte público no solo beneficiará a los usuarios regulares sino que acaparará a nuevos usuarios: frente a la reducción del tiempo de viaje que el carril exclusivo brinda, por ejemplo, al sistema de metro bus, un automovilista verá como beneficiosa la elección del mismo por sobre el auto. Esto, sumado al control de la frecuencia de llegada y salida, genera una mejor planificación del tiempo; pudiendo invertir ese tiempo ganado en actividades que enriquezcan la calidad de vida de los ciudadanos.
Poder complementar la eficiencia del transporte colectivo con la implementación de un plan que restringa la circulación del transporte individual, como puede ser el sistema de “congestion charge” desarrollado en la ciudad de Londres, reducirá el congestionamiento del tránsito y la contaminación por emisión de gases, a la vez que se recaudan, con las tasas cobradas a automovilistas, los fondos para el desarrollo del mismo.
Es necesario, por lo tanto, repensar la ciudad a una escala humana: consolidar la cultura peatonal promoviendo la diversidad de usos de la calle, elevando los niveles de confort y redistribuyendo el espacio público, y facilitando los desplazamientos y las condiciones en que ocurren.
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